Algún día explicará Mauricio Macri por qué, en plena campaña electoral para la Presidencia, se dejó grabar asegurando que vencer la inflación sería una tarea fácil. Fue en febrero de 2015, en Bahía Blanca. El entonces candidato, aparentemente convencido, dijo sin eufemismos al ser consultado sobre cómo pensaba vencer el mayor problema que presentaba la economía argentina que él debería conducir. "La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar. En mi presidencia la inflación no va a ser un tema, no va a ser un desafío", dijo Macri en aquel momento. "Se logra administrando bien la plata", completó. Obviamente no pudo ser. Y el Jefe de Estado deberá confesar en algún momento de la campaña electoral, si es que se presenta a la reelección, si esa frase había sido fruto de una convicción basada en muy mala información de parte de sus asesores de aquellos tiempos (pocos duran a esta altura en su cercanía) o a una estrategia de campaña para, simplemente, engañar a votantes y llegar al poder.
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Lo cierto es que ayer se consumó finalmente el fracaso de su política para controlar el alza de los precios y llevar a la Argentina a indicadores inflacionarios similares a los de los países de la región. Esto es un dígito. Cualquiera sea el resultado que obtenga el Gobierno en 2019, la gestión de Mauricio Macri habrá sido la de peores logros inflacionarios desde la híper de Raúl Alfonsín. Con porcentajes incluso peores que los que la Argentina vivió en 2002, al salir de la que quizá haya sido la peor crisis económica de su historia. En el mejor de los casos completará un 2018 con un alza en los precios cercana al 45%, lo que implicará un acumulado en sus primeros tres años de gestión de aproximadamente el 110%. Si se cumpliera el compromiso del Presupuesto diseñado por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, aprobado ayer para 2019, el dato final a diciembre de ese año sería del 135%. Demasiado.
Probablemente sea cierto que el dato que se conoció ayer de octubre pasado (5,4%), sea el último porcentaje importante; y que hacia delante el IPC comience a mostrar datos más cercanos al 3%. Y que incluso en 2019 haya meses de menor de 2%. Pero el destino ya estará marcado. Mauricio Macri, en su primera gestión (si es que hay una segunda), fracasó en su intento de controlar la inflación. No habrá manera de evitarlo. Sólo quedará reconocerlo.
Esta realidad traerá otra consecuencia demoledora para la sociedad, especialmente para la clase media que lo llevó al poder. Técnicamente, y en el mejor de los casos, el poder adquisitivo de los asalariados habrá perdido al final de su mandato (diciembre de 2019) entre 10% y 15% de su poder de compra frente a diciembre de 2015 cuando el Presidente llegó al poder. Según los datos del economista Federico Furiase, de EcoView, este año los salarios promedio habrán perdido un promedio del 11% de su poder adquisitivo frente al aumento de la inflación. Incluso los sectores que mejor paritarias hayan negociado (camioneros, bancarios, aceiteros), también habrán perdido. En 2016 la caída había sido del 8%, mientras que el año pasado hubo una recuperación de entre 3% y 4%. Si el próximo año se cumpliera la inflación pactada con el FMI, y si las paritarias le empataran a ese aumento, las perdidas serían de entre 11% y 12% en toda la gestión de Mauricio Macri. Es difícil que esto se logre. Más bien habrá que pensar en un porcentaje de pérdida de la capacidad de compra de los salarios de los trabajadores en relación de dependencia durante el Gobierno actual de entre 15% y 20%. Se trata, sin mayores vueltas, de un ajuste laboral pocas veces visto en la democracia moderna; al que seguramente se habrá llegado, no obviamente por voluntad de los gobernantes, sino por un muy mal diagnóstico inicial y mucha mala praxis posterior. La combinación gradualismo de reducción del gasto público, ajuste acelerado de las tarifas de servicios públicos, restraso cambiario y posterior aceleración devaluatoria, presión impositiva récord desde el primer momento de gestión y control monetario eléctico o directamente desviado, combinado, es cierto, con variables exógenas imposibles de controlar (sequía, suba de tasas en EE.UU, crisis varias de emergentes), provocaron un cóctel que demolió los salarios en la era Macri. Con esta realidad ante sus votantes deberá el Presidente iniciar sus intentos de reelección durante 2019. Tendrá que esforzarse en ser convincente en cuanto a las bondades que traerá para la sociedad una segunda presidencia. Lo que es cierto es que ya no tendrá margen para conceptualizaciones como que vencer a la inflación "es fácil".
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