8 de mayo 2009 - 00:00

La poesía ayuda a calificar un vino

“Era obvio que aquí tendrían que venir turistas de todo el mundo”, sostiene Miguel Brascó.
“Era obvio que aquí tendrían que venir turistas de todo el mundo”, sostiene Miguel Brascó.
Detrás del bon vivant especialista en vinos y comida gourmet que ofrece como imagen Miguel Brascó, está un hombre de molde renacentista que acumula profesiones, obras y amigos famosos.

Periodista: Usted tiene una suma de profesiones, es abogado, poeta, novelista, dibujante, periodista, creador de medios y uno de los enólogos y gourmets más consagrados del país, ¿cuál es de entre todos ésos el oficio que considera que lo caracteriza?

Miguel Brascó: Básicamente soy un poeta. No cabe duda de que soy escritor. Como dibujante creo que soy un escritor que dibuja. Como cronista de vinos creo que soy un tipo honesto, que dice lo que realmente piensa, cosa que no es frecuente. Las críticas de vinos son barrosas, conciliatorias; todos los vinos son buenos. Yo soy el único que ha escrito: este vino no merece estar en su mesa. Y lo he publicado en un libro, porque cuando escribo digo lo que pienso. Eso me ha valido problemas con bodegueros, pero por lo general los bodegueros me aprecian. Cuando digo: este vino es bueno, es bueno para mí.

Expresividad

P.: ¿Considera que sus famosas guías anuales de vinos son una parte de su literatura?

M.B.: No, no considero que sean literatura, pero hay un elemento importante en las guías de vinos que es llegar a la correcta evaluación de un vino y poder transmitir lo que se ha sentido, y eso se facilita enormemente si se ha practicado la poesía, porque en definitiva describir un vino es describir una sensación. Así como un poeta es capaz de ser preciso en la distinción entre la nostalgia del bien perdido y la morriña por el país que dejó, que sabe diferenciar con una metáfora la tristeza de la melancolía amorosa. Con el juicio sobre un vino pasa lo mismo. Si uno busca expresar las características de un vino, ¿si no tenés vocabulario, cómo hacés? El manejo de la metáfora se nota. Elisabeth Checa, si bien no escribe poesía, hizo la carrera de Letras; entonces, cuando habla de vino, lo que dice no es una de esas tonterías del tipo: tiene sabor a flores blancas y frutas negras, que no dicen nada. Ésa es una especie de léxico que ha desarrollado gente que no tiene capacidad de inventar sus propias metáforas.

P.: ¿Es cierto que dejó su profesión de abogado para pasarse al periodismo?

M.B.: Es cierto, ocurrió en 1964 y en 15 minutos. Estaba con Horacio de Dios en un café, y me comenta que hay una empresa que está buscando un redactor. Llamé a Ducilo para ser redactor, me encontré con gente que me conocía como escritor y me ofrecieron ser jefe de Publicaciones. Después seguí por ahí. Durante largo tiempo hice la de Diners, inventé First, tuve Status y Status Gourmet. Tuve que ver con Cuisine & Vines.

El conocedor

P.: En esas revistas inició una valorización cualitativa del comer y del beber.

M.B.: Es que aquí ocurrían cosas curiosas, cocineros que no sabían cocinar, que no sabían comer. Dolly Irigoyen estaba con un cocinero que la acompañaba, como su ayudante en un programa de televisión, haciendo una salsa. Ella le preguntó: ¿la probaste? No, a mí no me gusta esta salsa, dijo el tipo. Lo echó. ¿Cómo no le iba a gustar una salsa? ¿Cómo no iba a probarla? Eso era como un pintor que no mirara el cuadro que está haciendo. En una de mis revistas tuve como colaborador a Vidal Buzzi, que además de gourmet, sabía cocinar bien.

P.: ¿Cuáles cree que fueron las causas de que la Argentina tuviera un boom turístico?

M.B.: ¿Hablamos del turismo en general o el turismo enológico?, porque hay bastante para hablar de los dos. Vayamos a lo más general. Más allá de las razones evidentemente económicas, ¿por qué no van a venir visitantes extranjeros a la Argentina? La Argentina tiene casi todos los paisajes, podés esquiar, solearte, andar por selvas o por estepas. Por ejemplo, las yungas de Salta son la selva de Tarzán. Eso atrajo a mi amigo Michel Roland, el gran enólogo y bodeguero francés, a la Argentina. Poder hacer caza mayor se puede sólo acá y en Zimbabue, nada más. Tenés toda la región de los lagos que es similar a la de Chile. Tenés ciudades europeas como lo es, obviamente, Buenos Aires, que está un poco venida a menos, pero aun así sigue siendo una ciudad atractiva. Ahora estoy paseando con mi sobrina que es argentina, y acaba de volver de Australia. Compara a Buenos Aires con Canberra y dice que la nuestra es realmente una gran capital. Es que acá tenés una vida cultural no sé si demasiado auténtica, pero es muy viva, muy activa, en literatura, en artes plásticas, en música. Está bien que tenemos ahora en proceso de recuperación al Colón, pero aun así la Argentina tiene permanentemente grandes espec-táculos, de ópera, de música clásica y de música popular, y por aquí pasan los grandes artistas internacionales a hacer sus recitales y shows. Entonces, ¿por qué no habrían de venir los turistas? No vienen cuando el país es muy caro, como en los 90, en la época del «cotur», en que era más caro venir a Buenos Aires que ir a Nueva York. En épocas así, las corrientes turísticas invierten el orden, son al revés, los argentinos se van a comprar «deme tres». En situaciones de equilibrio, se produce un despliegue. Sobre todo cuando la economía atrae el turista. Esto ha dado como resultado que se suscitara una oferta de hoteles que Buenos Aires antes no tenía. Los hoteles de Buenos Aires eran menesterosos. Pensemos lo que era el Alvear en ruinas, el Plaza, que era una especie de fósil, elegantísimo, pero inútil; hoy son más de cinco estrellas. Pero, hoy, además, tenés todo tipo de hoteles: hoteles gay, hoteles boutique que son una maravilla, hoteles house, hostales. Logramos tener una oferta como la que hay en cualquier gran ciudad que se destaca en el mundo, y no son muchas. Pareciera que sólo pienso en la Ciudad de Buenos Aires, pero el fenómeno ha tenido ramificaciones que deben tenerse muy en cuenta, por lo que significan y ayudan a mantener la atracción del turismo.

P.: ¿Cuál sería el ejemplo?

M.B.: Ir a Mendoza antes era una aventura del espíritu, porque no tenías dónde parar; el único hotel era el Plaza, que era un hotel con la humedad del tiempo, y hoy tenés siete hoteles. Tenés hoteles en las bodegas, que son de primer nivel. Y tenés restoranes de nivel en toda Mendoza; antes había dos de esas características en toda Mendoza. Y no es un milagro ni es un misterio, es simplemente la energía turística canalizada en un sentido correcto, y con una circunstancia de mercado favorable a esa actitud. En este momento habrá que ver, dado el difícil panorama que se vive, cuáles son las correcciones y los ajustes que hay que hacer.

Entrevista de Máximo Soto

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