Al sur de la ciudad de México hay una isla repleta de muñecas terroríficas, destrozadas, decapitadas, sin ojos o con los ojos en blanco, un escenario siniestro que remite a películas de terror y donde se puede temer la aparición de «Chuky». Después de que una chica se ahogó allí, el cuidador de las islas, Julián Santana Barrera, comenzó, hace 52 años, a colgar muñecas que recogía de la basura para calmar el alma de la muerta. Tras la muerte de don Julián, el lugar se considera encantado. Los turistas llevan muñecas para dejarlas allí. Y hay quienes describen terribles hechos paranormales que ocurren en ese sitio.
Con siniestra ironía se llama El Hilton de Bangkok a la prisión de máxima seguridad para hombres, de Tailandia. Sobrepoblada, sus internos, que luchan a diario con la locura y el hambre, pasan el primer año con grilletes en las piernas. Los presos extranjeros (no faltan latinoamericanos) se sienten en la película «El expreso de medianoche». Acaso viendo la demanda de los organismos de Derechos Humanos, el Gobierno ha decidido permitir visitas turísticas y por los dólares que costaría una estadía en el Hilton real se podrá estar un día en la cárcel con los presos y hasta presenciar una pena de muerte.
El Salón de la Fama de las Cucarachas fue erigido en Plano, Collin, Texas, por Michael Bohdan, estudioso de las cucarachas, quien creó en la parte de atrás de su negocio de control de plagas este sorprendente museo; la fama hizo que lo independizara llevándolo a Phoenix. Bohdan creó delirantes escenarios y disfrazó a las cucarachas, algo que habría fascinado a los surrealistas, y aterra a quienes vieron la película «They Crawl», conocida como «Plaga mortal» o «Cucarachas».
El Museo de Especímenes Fantásticos, creado por el diseñador Hajime Emoto en Japón (que está también on line), resulta tan extraño como escalofriante. Tiene 3 pisos con 9 cuartos repletos de seres monstruosos que si bien dicen que han sido traídos de todas partes del planeta, en verdad están hechos con papel, bambú y plastilina. Por momentos, el visitante se siente frente a las criaturas que enfrentan Tommy Lee Jones y Will Smith en «Hombres de negro».
Ni la más estremecedora película gótica, ni la peor pesadilla de un afiebrado Dalí ofrecen la experiencia de entrar en la capillita católica que está bajo la Iglesia del Cementerio de Todos los Santos en Sedlec, Kutna Hora. El osario contiene unos 40.000 esqueletos humanos, colocados artísticamente para formar la decoración y el mobiliario.
En este templo de 600 años de antigüedad habitan unas 20.000 ratas porque, según la creencia popular, son las reencarnaciones de Karni Mata y sus seguidores, los sadhus, hombres santos del hinduismo. El sacerdote encargado del templo las alimenta con granos y leche. A turistas y peregrinos se les permite colaborar en esa labor. Comer alimentos ofrecidos a esos sadhus y que hayan sido tocados por las ratas se considera una bendición de su dios entre sus feligreses. Los que concurren tendrían que olvidarse de la película «Ratas asesinas», entre otras.
Además de sus bellas playas, Cuba ofrece la posibilidad de viajar al pasado y entrar en un «Parque Jurásico» que recuerda al de las películas de Steven Spielberg. Está en el Valle de la Prehistoria, en el Gran Parque Baconao. Inaugurado en los años 80, cuenta con más de 200 grandes esculturas de tamaño natural que representan dinosaurios, mamuts y otras especies que poblaron la Tierra hace millones de años, entre ellas la humana. Si bien hay un hombre de Cromagnon, de 12 metros de altura, lo que más impresiona son los feroces combates de nuestros antepasados.
Se ha visto en decenas de películas, y hasta una se llamó «La roca», que es como se conoce esa islita del centro de la bahía de San Francisco, donde estuvo Alcatraz, una de las prisiones más famosas del mundo. Desde hace décadas es un sitio histórico y está abierto a los turistas que llegan por ferry desde el muelle 33 de Fishermans Wharf y son llevados a recorrer las instalaciones recordando a Al Capone, a fugas famosas como la de Frank Morris, que en el cine protagonizó Clint Eastwood.
En este lugar, el más completo de Europa, se han reunido los instrumentos de tortura usados en la Edad Media. Algunos se han visto en películas de terror, pero al estar frente a ellos no se deja de pensar lo que deben haber sentido los que los recibieron en su carne. Hay cinturones de castidad, «vírgenes de hierro» que encerraban a los que eran quemados vivos, y un amplio registro sobre lo hecho por la Inquisición y la caza de brujas.
Es un lugar imperdible no sólo para cultores de James Bond o Jason Burne; desde que la compañía Maltrite lo construyó con un presupuesto de 40 millones de dólares, ha sido uno de los más populares museos desde su apertura en 2002. Los más de 1.000 objetos que se exhiben relatan la historia del espionaje y los espías en el mundo real y en la cultura popular, se dice que muchos de los miembros del Comité del museo son antiguos agentes de la CIA.
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