4 de mayo 2009 - 00:00

‘‘Mi primer viaje de trabajo fue a la Isla de los Esclavos’’

Mariana Arias durante nuestra entrevista, y con León Gieco en uno de los reportajes que ella realiza en su programa “Dímelo tú”.
Mariana Arias durante nuestra entrevista, y con León Gieco en uno de los reportajes que ella realiza en su programa “Dímelo tú”.
Hace 5 años fue elegida «una de las 12 mujeres más destacadas de la Ciudad» por la Secretaría de Turismo de Buenos Aires, y eso se debe a que Mariana Arias supo pasar de las pasarelas a los escenarios, de la pantalla grande a la pantalla chica, conducir noticieros y haber hecho de «Dímelo tu», su programa de entrevistas, en un clásico de la TV por cable. Ha andado por la meca de la moda mostrando ropa de las grandes marcas. Fue de París, Milán y Nueva York a África, la India y Nepal, pero su «lugar del corazón» es Cabo Polonio, en Uruguay. Cálida, seductora, hábilmente inteligente, Mariana Arias tiene como su gimnasia una carrera irrefrenable, plena de una adrenalina que parece esconder tras su estilo siempre glamoroso. Dialogamos con ella en su productora de Palermo, obviamente, Hollywood.

Periodista: ¿Alguna vez, cuando eras chica, se te ocurrió que ibas a ser modelo, actriz, conductora de programas de TV?

Mariana Arias: No, para nada, lo que pensaba era que podía hacer psicología. Pero antes de terminar el colegio, a los 17, tuve una oportunidad y empecé a trabajar como modelo, y ese mundo me envolvió. Me fue bien, trabajaba cada vez más, tenía independencia económica. Tuve viajes muy lindos, al principio sobre todo. Así me quedé atrapada en este mundo de fantasía, de la moda, la belleza, la elegancia.

P.: ¿Cómo llegaste a las pasarelas?

M.A.: En ese tiempo era una cuestión más del afuera, que te vieran y te eligieran. Ahora tiene que ver casi con una determinación personal, y una aceptación. Fue un sitio que se popularizó, pero en aquel tiempo era un oficio más artesanal, hasta familiar. Nos conocíamos todas y llevábamos nuestros propios maquillajes y zapatos. Íbamos de desfile en desfile.

P.: ¿Dónde estudiabas?

M.A.: En las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en Belgrano; vivía a 4 cuadras. Y francés en la Alianza. Una compañera me dijo que tenía que hacer algo con la moda, que yo tenía condiciones, y me contó de un casting para un desfile. Fui con mi madre y quedé elegida. El desfile era en el Alvear para Adriana Canil, y estaba toda la prensa. Después me llamó Susy Chebar para La Clocharde, y Gino Bogani. Se fue haciendo una cadena. Cuando terminé el colegio, empecé a viajar más, entré en un ritmo del que no me bajé hasta 15 años después.

P.: ¿Adónde fueron tus viajes?

M.A.: Los primeros a Mar del Plata, donde nació papá y teníamos a mis abuelos. Pasábamos todos los veranos. Después, Uruguay, y no mucho más. El primer viaje de trabajo fue a África, a la isla Gorée, la Isla de los Esclavos. Fui una semana, a hacer un desfile para Elesé, y estaba Ricardo Piñeiro, que después iba a ser mi representante durante toda mi época de mannequin y modelo publicitaria. Ese viaje fue como un bautismo. Comencé a tener mucho trabajo. Después vino un viaje de tres días a Moscú. Estábamos viendo en el Bolshoi «Don Quijote» y nos tuvimos que ir para tomar un avión a Nueva Delhi. Estuvimos una semana en la India, después el grupo siguió a Nepal, yo me volví a casa porque me enfermé. Después los viajes de trabajo fueron a París, a Milán, a Nueva York. Iba a hacer los castings dos semanas antes de los desfiles, y luego a los desfiles en que quedaba elegida. En realidad, íbamos un mes o dos meses. Hacíamos el casting en un país, íbamos a otro, y volvíamos para los desfiles. Acá hice uno para Oscar de la Renta y me invitó a desfilar en Nueva York durante tres temporadas, y a presentar su colección por primera vez en París.

P.: ¿Tenías tiempo para conocer los lugares?

M.A.: Pero no tenía tanta avidez. Estaba con miedo, era chica. Fui disfrutando de los lugares con el paso del tiempo.

P.: Primero la moda te llevó por el mundo, después, el cine.

M.A.: El cine también. Con Eliseo (Subiela) fuimos al Festival de Cine de Canadá con «No te mueras sin decirme adónde vas», que ganó el premio del público. Tuve experiencias enriquecedoras que me hicieron crecer, y disfruté mucho...

P.: ... recorriendo el mundo entero...

M.A.: (ríe) No, me falta bastante. Llegar a Moscú sobre el final del comunismo fue ir a ver otro mundo. La primera vez que llegué a Nueva York, con Gino Bogani, para hacer un desfile en la embajada, no podía creer lo que estaba viendo. Corría por el Central Park al Metropolitan, pasaba al Guggenheim y de ahí al MoMA. Esa ciudad que te llena de adrenalina, te hace sentir tan distinta que no podés parar, no querés ir a dormir. Y París me fue familiar porque fue el lugar de mi abuelo. Hablo francés y me sentía muy cómoda. Era chica y me decía: «Yo acá viviría».

P.: ¿Qué país te impresionó por su exotismo?

M.A.: La India lleva a la introspección, a pensar desde otros valores. Lo que ves es una pobreza tan enorme que salir a la calle de un hotel 5 estrellas es un shock. Fue muy movilizador. Cuando volví a Nepal, también me pasó. Viajé con Marley, hace poco. Habían pasado los años, y ahí no había pasado el tiempo. Volvía al hotel y me preguntaba por qué tanta pobreza, tanta falta de cosas básicas para la vida.

P.: ¿Cuál es para vos un lugar del corazón?

M.A.: Desde antes de que naciera Paloma, mi hija, hasta no hace mucho, veraneaba en Cabo Polonio, un lugar que sentía como mi lugar porque bajaba a estar conectada conmigo misma como no me pasaba en ningún otro lugar. Como no hay casi civilización, eso obliga a comunicarse con uno mismo. Sentía que cambiaba mi estado, mi forma de ser, mi ritmo. Me sentía muy plena.

P.: ¿Cómo fue tu paso de la pasarela a la pantalla?

M.A.: Venía pensando en bajarme de la pasarela, dejar de trabajar como modelo. El mundo de la moda había cambiado mucho, ya no era más ese espacio artesanal donde todos nos conocíamos. Empecé a estudiar teatro con Julio Chávez, después con Roxana Randón, Raúl Serrano y Cristina Moreira en el Cervantes. Un día me llamó Eliseo para protagonizar una película junto a Darío Grandinetti y Oscar Martínez. Me dio mucho miedo. Le dije que no, pero Eliseo insistió, y fue un quiebre que me hizo entrar en un mundo totalmente distinto, que tenía mucho que ver con lo intelectual. Después tuve participación en otras películas. Fue otro cambio. Seguí estudiando teatro. Tuve propuestas muy interesantes, pero no me sentía aún preparada. Me ofrecieron un personaje en «Naranja y Media», y dije que no porque sentía que no estaba preparada para hacer televisión. Fui dando pasos. En teatro Carlos Demartino, mi maestro de la voz, me dirigió en «Pasional», una obra sobre el encuentro de una viuda y la amante de su marido. Otras obras fueron «Letra de tango» y «La mano, en el frasco» con Diego Peretti. Otra experiencia fuerte fue cuando hice en televisión «Muñeca Brava» como contrafigura de Natalia Oreiro, con Facundo Arana. Trabajé con ellos un año y medio, todos los días. Después hubo programas. Fue para mí como otro viaje, como descubrir otros paisajes.

P.: ¿Cúal es tu próximo paso?

M.A.: Tengo una nueva aventura, me anoté en la UCA en una tecnicatura en periodismo, y con mis compañeros estamos haciendo documentales. Como ves (ríe), no puedo parar.

Entrevista de Máximo Soto

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