La crisis económica internacional 2009/2012 consolidó las tendencias que ya venían manifestándose a nivel mundial. La emergencia de los países en desarrollo como factor de mayor equilibrio en el proceso de las decisiones políticas constituye un hecho auspicioso porque está contribuyendo a definir una agenda en función de enfrentar las necesidades más acuciantes de todos. El surgimiento de Asia, en particular China e India, el ascenso de África y la mayor presencia de América Latina han rediseñado los objetivos de la globalización. El G-20, donde también se sienta la Argentina, es un hecho positivo porque por primera vez existe un foro con representación transversal y donde las decisiones son tomadas por consenso. Las disputas entre Europa y los Estados Unidos con China y Rusia no son contradicciones antagónicas sino secundarias, y por lo tanto puede esperarse una creciente voluntad de cooperación. El mundo marcha hacia una mayor vigencia del multilateralismo y el reconocimiento de esta realidad terminará por definir la forma de trabajo.
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Este proceso no es ajeno al ascenso de una mayor conciencia y demanda de mayor participación de los pueblos para encontrar una solución a sus necesidades. Los países están presenciando el progresivo clamor de reformas para lograr la democracia en aquellos lugares donde todavía no existe y un mejor funcionamiento de las instituciones donde el poder político pareciera ajeno a la problemática social. Éste es uno de los desafíos más importantes en los próximos años porque implicará un gran esfuerzo para que los cambios contribuyan a consolidar la paz. Importantes regiones del mundo todavía ignoran la democracia, los derechos humanos y la inclusión social.
La Argentina es parte de ese proceso que termina condicionando siempre las posibilidades de diseñar el futuro. La apreciación de la realidad internacional y las tendencias de un mundo cambiante resultan esenciales para diagramar las políticas nacionales. Esta realidad dinámica y contradictoria, pero también llena de oportunidades, conlleva a definiciones de ubicación con el propósito primero de mejorar las condiciones de vida del pueblo argentino.
Los cambios en América Latina no han terminado de definir un camino común. El surgimiento de Unasur primero y luego CELAC parecieran haber sido un intento serio de ampliar el diálogo a nivel regional. Pero este diálogo debe traducirse en una coordinación de políticas concretas para crear un espacio común de colaboración. La región debe cooperar para enfrentar el narcotráfico que amenaza la forma de vida del ciudadano y evitar el deterioro del medio ambiente. El Mercosur fue un proyecto ambicioso, pero fue languideciendo con el correr de los años, preso todavía de las estrechas visiones nacionales. En un mundo donde los países priorizan su ámbito regional para el desarrollo de su potencial, América Latina debe aglutinarse con una visión amplia sin sectarismos para diseñar una visión común de futuro.
Los últimos años han sido positivos, aún con todas sus falencias, para el mundo en desarrollo. América Latina presenció un aumento importante de sus ingresos arrastrados por la mayor demanda asiática y los cambios tecnológicos que fueron volcados a disminuir la pobreza. Los avances en la regionalización y la consolidación del multilateralismo a nivel mundial abren una nueva ventana de oportunidades para la cual se requerirá el diseño de políticas nacionales que permitan aprovechar estas circunstancias, colocando en el centro del espacio el bienestar del pueblo, la seguridad y la paz.
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