17 de diciembre 2018 - 00:05

El año que la AFA implosionó la Selección... y a Messi

Tras la muerte de Julio Grondona en 2015, el fútbol argentino continuó su caída libre, aunque esta vez las miserias y egoísmos tocaron al seleccionado mayor. Luego de tres años de buenos resultados deportivos, la desidia y desorganización hicieron estallar, en pleno Mundial, a la última generación del último proyecto deportivo.

La cara de Lionel Messi lo dice todo: otro sueño mundialista se desvaneció en Rusia.
La cara de Lionel Messi lo dice todo: otro sueño mundialista se desvaneció en Rusia.
FIFA

El año 2018 quedará marcado como aquel en que los problemas exteriores de la Asociación del Fútbol Argentino repercutieron directamente en la Selección, que vio como empezó a derrumbarse y, lejos de intentar frenar la caída, pateó el tablero y todo estalló en mil pedazos.

La muerte de Julio Grondona en 2015 teminó de romper, aún más, el fútbol argentino. Desde su deceso una encarnizada lucha de poderes, egocentrismos y miserias comenzó, sin dejar nada alrededor. Pero todo ese caos institucional no salpicaba al seleccionado argentino, que en esos años vivió su mejor época futbolística y cosechó tres subcampeonatos, dos de América y uno del Mundo.

Desde el 38 a 38 (la votación de 75 asambleístas que terminó igualada), pasando por la intervención de la AFA de la mano del por entonces presidente de Belgrano de Córdoba Armando Pérez, y finalizando en la asunción de Claudio Tapia y sus posteriores desaciertos, la Selección era una burbuja de bienestar. Pero como un globo que va acumulando aire, un día explotó. Y ocurrió en 2018, en pleno Mundial.

Messi tuvo que lidiar con ocho técnicos y ningún proyecto en los trece años que lleva con la selección argentina"

Pero para entender el 2018 de la selección argentina hay que remontarse indiscutidamente a ciertos sucesos de 2017, un año convulsionado tanto en lo deportivo como en lo institucional para la AFA.

“Hay 2018”, retumbaban, con algarabía, las voces de los dirigentes en los pasillos del estadio Athaualpa de Quito la tarde noche en que Lionel Messi salió al rescate de la selección argentina y le aseguró jugar el Mundial de Rusia.

Era octubre de 2017 y Argentina visitaba a Ecuador con la obligación de ganar para asegurarse una plaza en la Copa del Mundo del año siguiente. Con tres goles del capitán, el equipo dirigido por Jorge Sampaoli, que había empezado perdiendo al minuto, logró lo que sólo una vez (bajo el mando de Marcelo Bielsa) había podido hacer en los 2.850 metros de Quito por eliminatorias.

Este suceso fue clave porque, se sabe, en año mundialista, los seleccionados no tienen mucha actividad fuera de la Copa del Mundo y aquella gesta del rosarino, discutido por muchos, le garantizaba a Argentina ser parte del evento futbolero más importante.

Goles Messi

Luego de transitar un 2017 convulsionado, en cuanto a lo deportivo e institucional, Argentina, y esta generación de jugadores, tenían la gran chance de redimirse y buscar el ansiado título que les venía siendo esquivo en los últimos tres torneos. La dilapidaron.

Tras dos subcampeonatos de América y uno del mundo en tres años, el plantel comandado por Messi se preparaba para la Copa del Mundo con una presión extra, pero con una enorme sed de revancha que lo llevaba a la ilusión.

Pasado el cambio de técnico, con la ida de Edgardo Bauza y la llegada de Sampaoli, y finalizada la sufrida eliminatoria, el 2018 se llenaba de esperanza, aunque con poca actividad para el equipo argentino. La única duda era saber cuándo terminaría el “castigo” para Paulo Dybala, quien desde que había declarado en septiembre de 2017 que era “difícil jugar con Messi en la Selección” había sido rezagado en el equipo hasta el punto de no ser citado para algunos encuentros.

Rusia, allá vamos

La fecha FIFA de marzo fue la primera prueba y Argentina venció el viernes 23 a Italia por 2 a 0 en Manchester. Aquella fría noche inglesa no contó con el capitán albiceleste, lesionado, ni con el cordobés de Juventus, que volvió a ser marginado. Por eso los goles de Ever Banega y Manuel Lanzini, uno de los preferidos del entrenador, ilusionaron aún más a todos.

Argentina-España

Cuatro días más tarde, el 27 de marzo, otra vez sin el rosarino, llegó uno de los golpes más duros en la historia del seleccionado. La goleada 6-1 y abismal diferencia de juego entre España y los dirigidos por Sampaoli volvió a llenar la canasta de dudas. Nicolás Otamendi marcó el único gol de un partido que tuvo un solo equipo en cancha. Tan duro fue el castigo que Messi decidió dejar su palco unos minutos antes de la finalización del encuentro en una imagen que recorrió el mundo.

Pasado el sofocón de aquel vendaval español, Argentina planificó un encuentro con un rival de menor jerarquía para despedirse de su público. El escenario elegido, al igual que en los últimos partidos de Eliminatorias, fue la Bombonera y el rival Haití. La gran noticia era el regreso de Dybala, a quien todos señalaban, pese a sus palabras condenatorias, como el socio ideal para Messi.

Con el capitán ya recuperado y a menos de un mes para Rusia 2018, aquel 29 de mayo la gente ovacionó a todos los jugadores y se deleitó con los tres goles de Messi y el restante de Sergio Agüero para el 4-0. Dybala no entró ni un minuto.

Al término del encuentro un ya cuestionado, por sus planteos y por sus declaraciones en las conferencias de prensa, Sampaoli aseguró que “le hubiera gustado ver algunos minutos de Dybala”, pero sin explicar por qué había decidido no ponerlo.

El plantel comenzaba a mirar de reojo al cuerpo técnico y la desconfianza crecía. En la AFA continuaba la rosca política y los jugadores se sentían cada vez más solos. En este clima Argentina se despedía del país y ya pensaba en Rusia 2018. Pero aún faltaban algunas sorpresas: la lista definitiva tendría ausentes de peso y las lesiones de Lanzini y Sergio Romero dejaron a la planilla sin dos piezas importantes y posibles titulares en la Copa del Mundo.

En cuanto a los mundialistas, Sampaoli sorprendió con Cristian Ansaldi, lateral de Torino, y también con marginar a Lautaro Martínez, de estupendo presente por aquel momento, y a Mauro Icardi, el delantero que muchos pedían. Además dejó afuera a Nahuel Guzmán, arquero presente en todo el proceso del santafesino, a quien luego convocó por la lesión de Romero.

Cuando, ya instalados en el predio de Barcelona en la última escala antes de Rusia Lanzini se rompió los ligamentos, Sampaoli tuvo que llamar a un jugador de urgencia y apeló a Enzo Pérez, uno que no le falló en el momento más caliente de su gestión, aquella tardenoche de Quito.

Antes de que arranque la competencia un amistoso previsto con Israel en Tel Aviv activó otro conflicto entre jugadores y la AFA que debió tramitar la suspensión del partido por amenazas de hinchas palestinos. Ante la quietud de la Asociación, que había cobrado por adelantado u$s 2 millones, los jugadores se plantaron frente al presidente Tapia y le avisaron que no viajarían a jugar por lo que el titular de AFA tuvo que confirmar en conferencia de prensa que Argentina no se presentaría.

La paciencia se había acabado y los jugadores estaban hartos de quedar expuestos por situaciones extrafutbolísticas, pero la Copa del Mundo estaba a la vuelta de la esquina y decidieron hacer una tregua para cumplir el sueño de ganarla.

El 16 de junio empezó el Mundial con un debut para el olvido. Argentina empató 1-1 con Islandia con aquel gol de Sergio Agüero y el penal que le contuvieron a Messi. Cinco días después, el principio del fin llegaría luego de la dura goleada de Croacia por 3-0 en Nizhni Novgorod.

Por aquel entonces, el plantel se sintió solo en la lucha y le soltó la mano a Sampaoli. La AFA continuaba sin interceder hasta que se vio obligada a hacerlo cuando la situación ya era insostenible. Los jugadores pedían la cabeza del entrenador por sus constantes cambios y nervios durante los partidos y parecía no haber vuelta atrás, pero Claudio Tapia logró poner paños fríos y ambos pactaron. Las decisiones técnicas y tácticas se tomarían en conjunto entre referentes del plantel y cuerpo técnico: un papelón de dimensiones exorbitantes.

Mascherano

Así llegó el último partido del grupo en el que Argentina debía ganar sí o sí para no volverse en primera ronda. Con la relación totalmente quebrada con un técnico al que el presidente de AFA había catalogado de “mejor del mundo” y le había hecho un contrato por hasta Qatar 2020. Obviamente nada de eso se cumpliría.

Ante el conjunto africano otra vez Messi apareció con un gol y mucho sacrificio, pero fue Marcos Rojo quien decretó la agónica clasificación. El clima no era el mejor en la concentración argentina pero la clasificación trajo un cierto alivio. El próximo rival sería el último de ese Mundial: Francia.

En un partido en el que el resultado nada tuvo que ver con lo que pasó en la cancha (los europeos fueron infinitamente superior), Argentina se retiraba con una derrota por 4-3 con goles de Ángel Di María, Gabriel Mercado y Agüero.

Aquella actuación fue el fin de una era de futbolistas que devolvieron a la Selección a los primeros planos sin poder darle un título, un punto que se convirtió en un injusto karma que no pudieron resolver.

Messi

Un golpe que trajo consecuencias

La AFA, una vez más como con Edgardo Bauza y Gerardo Martino, no quería más al técnico y las internas entre dirigentes eran un eco cada vez más fuertes en el seno de la Selección. Pero como la indemnización era impagable gracias al extenso contrato que no querían respetar empezó el desagradable operativo desgaste.

En el medio de todo esto, algunos jugadores como Mascherano y Lucas Biglia le ponían fin a su ciclo en la Selección mientras que los demás se marchaban en silencio, pero sobre todo uno preocupaba: el del capitán Lionel Messi.

En su interior ya sabía que no quería continuar. No de esta manera al menos. Necesitaba un cambio en serio y si bien nunca lo manifestó, con sus actitudes se lo dejó bien en claro a los dirigentes que decidieron “darle” un descanso.

La paciencia había llegado a su límite. Desde su debut en 2005, Messi tuvo que lidiar con ocho técnicos y ningún proyecto en los trece años que lleva con la Celeste y Blanca. Un despropósito que llevó a desgastar al rosarino y cuyo capítulo final estuvo en la eliminación de Rusia 2018.

El presidente de AFA salió a calmar las aguas y, con el despido de Sampaoli consumado, aseguró que se tomarían un tiempo para elegir un técnico con un proyecto a 10 años. Luego de idas y vueltas y declaraciones cruzadas hasta con el mismísimo Josep Guardiola (quien se enojó porque Claudio Tapia había dicho que su salario era muy costoso cuando ni siquiera habían hablado con él), los mejores exponentes para el puesto comenzaban a avisar que no estaban disponibles.

La AFA entraba en un laberinto del que no podía salir. Sin técnico y sin proyecto apeló a la salida más fácil: el entrenador de las juveniles. Lionel Scaloni, que había estado en el Mundial integrando el cuerpo técnico, anunció que quería quedarse y le dieron la posibilidad de que dirija los seis partidos que quedaban en el año hasta que se redacte el famoso proyecto y se contrate un nuevo DT.

En septiembre el rosarino avisó que Messi no sería de la partida en el comienzo del interinato. Argentina goleó 3-0 a Guatemala con varias caras nuevas. El recambio había empezado. De los que estuvieron en el Mundial repitieron: Nicolás Tagliafico, Giovani Lo Celso, Maximiliano Meza, Cristian Pavón, Franco Armani y Marcos Acuña.

Luego del debut auspicioso llegó un empate sin goles ante Colombia. Ya en octubre el equipo volvió a ganar, esta vez por 4-0 frente a Irak y llegó la primera, y única derrota, ante el rival más complicado: Brasil. Pero el equipo daba muestras de buen juego y competitividad y, si bien se insistía en el proyecto a 10 años, el nombre de Scaloni como técnico oficial sonaba cada vez más fuerte.

Tapia

En noviembre, tras el doble 2-0 sobre México y la aprobación de varios jugadores, la AFA confirmó a Scaloni en el puesto de entrenador, pero hasta la finalización de la Copa América 2019. De un proyecto a 10 años se pasó a un plan de emergencia de 6 meses.

Con las inferiores abandonadas desde hace años, el sub 20 se quedó sin técnico a menos de 30 días de disputar el sudamericano de Chile, clasificatorio al Mundial de Polonia. Un panorama desolador y poco convincente para repatriar a Messi, Agüero y otras figuras que justamente fueron la última camada del gran trabajo realizado por José Pekereman y su equipo con las divisiones menores, en la antesala de la desidia dirigencial para con los juveniles.

El 2018 se despide como el año en que las internas de AFA repercutieron en el seleccionado y cansaron a su máxima estrella. El 2019 trae la esperanza de un recambio en serio y la utopía de una organización acorde a lo que el fútbol argentino se merece.

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