3 de abril 2019 - 00:01

El camino al descenso de la clase media

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Estamos atravesando un escenario duro para muchos argentinos; enfoquemos en el 45% de nuestra población, la clase media, en el sentido de la estratificación de su nivel económico y/o educativo.

Atrás quedó aquella enseñanza de sus abuelos: trabajar duro y de manera constante para alcanzar y visualizar un horizonte en su bienestar, el poder alcanzar el sueño de una casa propia y dar bienestar a su familia. Pero la realidad es completamente inversa; en la Argentina de hoy, la gente trabaja más horas para lograr satisfacer las necesidades básicas de su hogar, el emprendedor tiene que desembolsar sus pocos ahorros para mantener un comercio, donde las ventas cayeron de manera notable o, directamente, donde muchos ya debieron cerrar sus puertas.

Sería razonable que los salarios de una familia sean superiores al crecimiento de la inflación. De esa manera los ingresos se ajustarían al aumento de precios. Por el contrario, actualmente todos los costos de vida suben (en los últimos tres años la inflación aumentó cerca de un 160% y los salarios un 117% aproximadamente). Frente a ello, quien podía darse un gusto comprándose, por ejemplo, algo de ropa, algún electrodoméstico para la casa o, tal vez salir con la familia a comer afuera, hoy está imposibilitado, siendo que los “lujos” ahora pasan por comprar carne o fruta. El dinero solamente alcanza para pagar, gracias a los aumentos aplicados, lo que nos imponen (luz, gas, impuestos) y, en muchos casos cuando los números no dan para abonar los impuestos porque se deben priorizar los gastos de la casa y la familia, realizan embargos automáticos rompiendo toda la cadena de pagos de los gastos familiares.

¿Pero cuándo se inicia el descenso de esta clase social? Seguramente es un proceso de años, este descenso ha comenzado en forma paulatina en los últimos tres años y con un rumbo que se mantiene constante. Es un camino lento de resignación de bienestar. Veamos, por ejemplo, bienes o servicios que la clase media suele tener o anhelar:

El auto: un bien que la clase media usualmente aspira a tener es un auto propio, pero hoy el problema es... ¿cómo se mantiene ese vehículo que en algún momento lograron comprar? Las patentes en muchos casos se duplicaron de 2018 a 2019, el costo de los combustibles se liberó de tal manera que voló por el aire (en 2018 aumentó un 75% mientras que la inflación fue de 47,6% y los salarios de 30,6%), el costo de los peajes tuvo también un incremento supersónico (entre el 35% y 65% en 2018), los seguros también se elevaron.

Entonces ¿cuál es la solución a todos estos costos? ¿Pasar a una motito?, gasta menos nafta, menos en peajes (aunque también aumentaron cerca de 70%), la pueden estacionar más o menos donde quieren, etc. Sin embargo, deben resignar aquellos viajes en familia, llevar a los chicos al colegio bien arropados en días de invierno o lluvia, ¿pero cuando tampoco alcanza para eso qué opción hay? ¡La bicicleta! Esto posiblemente fue pensado ya hace unos años por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, supongo que no es la lógica de los Países Bajos, pareciera en cambio una suerte de visión del país que vendría, el pueblo andaría en bicicleta y sólo unos pocos elegidos se darían el gusto de pagar un gran costo por tener un auto.

El colegio: la clase media de las grandes urbes generalmente suele enviar a sus hijos a una escuela privada de cuota razonable; esto brinda algunas cuestiones que algunos manifiestan positivas por distintas razones. Por ejemplo, evitar los paros docentes, ir a doble turno con idiomas, actividades extracurriculares, infraestructura adecuada, etc. Acá también, los valores de la educación privada crecieron exponencialmente, en algunos casos se duplicó de un año a otro, una familia con dos hijos en escuela primaria con doble escolaridad puede llegar a pagar $30.000 pesos o más por mes. Ello sin contar todos los elementos necesarios, tales como, uniforme, artículos de librería, actividades extracurriculares, vianda, etc. Ahora bien, una familia donde antes el matrimonio tenía un ingreso que le permitía pagar esa educación y aparte, poder pagar todos los gastos de su casa hoy, con el salario que no crece lo suficiente para hacer frente a los nuevos precios, no les va quedando más remedio que buscar reducir ese gasto que para muchos es fundamental. Ahora, ¿cómo continuar con la educación de los chicos? Las escuelas públicas son estratégicas para nuestro país, pero actualmente y, en una gran mayoría, no tienen cupos y no cuentan con lo que ciertas familias buscan para educar a sus hijos. Pese a todo, el rumbo lleva inevitablemente a ese cambio no buscado por gran parte de la clase media, sin ir más lejos, este año unos 80.000 chicos de CABA pasaron de la escuela privada a una estatal.

La casa propia: uno de los objetivos históricos de la clase media siempre fue llegar al techo propio. Hoy un sueño imposible y, los que se animaron a sacar un préstamo UVA (cerca de 170.000 argentinos) se encuentran autoconvocados. Las tasas variables aumentaron paralelamente con la inflación, encontrándose imposible pagarlas. Un problema que debería haberse prevenido. Cuando un banco le presta dinero a una persona, lo hace previamente analizando su capacidad de pago, o sea, considerando que un porcentaje de su salario o ingresos (por ejemplo, un 30%) será el que el sujeto de crédito pueda pagar, ese es su tope. Entonces, si los salarios no suben proporcionalmente a la inflación, pero las cuotas sí, ¿nadie pensó que todos esos argentinos vivirían este problema?

Lamentablemente las familias van resignando bienestar. El hecho de que el salario sólo alcance para poder solventar los gastos básicos del hogar, aunque en muchos casos ya ni a esto se pueda llegar, hace que deban resignar salidas con sus chicos a lugares tan simples como comer una hamburguesa en un fast food, o renunciar a algo tan argentino como el asado de los domingos y no recordar cuándo fue el último que compartimos en familia. En fin, deben resignarse a bajar su calidad de vida.

Es triste, pero el descenso de esta clase social está avanzando rápidamente y en muchos casos es una realidad. Pasar del auto a la bicicleta (pasando tal vez primero por la motito o el transporte público, que aumentó entre un 60% y un 120% en 2018), de la casa propia a una en alquiler o una casa más chica, de la escuela privada a una pública, de comprar un electrodoméstico a pagar la luz o los intereses de las tarjetas de crédito que no tienen tope (podría llegar al 120% CFT para los que pagan el mínimo).

La presencia del Estado en estas situaciones es fundamental para equilibrar estas cuestiones, ya sea poniendo techo a los aumentos de precios o bien subsidiando parte de la diferencia de precios, pero esto va en un concepto, en un pensamiento social, en una visión de país. Si esa visión de país supone que solamente puede haber dos clases sociales como, por ejemplo, en India (alta y baja) no será una opción que el Estado se dedique a usar recursos para que los argentinos vivamos una irrealidad que permita cubrir gastos superfluos como pagar una educación privada para nuestros hijos si deseamos o pagar en cuotas algún sueño que tengamos a una tasa de interés razonable. Necesitamos pasar rápidamente a una Argentina que mire y entienda a la mayoría de sus argentinos.

Lic. en Administración, Mag. en Gestión de la Comunicación en las Organizaciones y en Marketing Online y Comercio Electrónico. Docente UNLAM - Exdirector del Merval.

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