18 de junio 2019 - 00:00

El Cirque du Soleil volvió a deslumbrar con "Ovo"

Hazañas en altura. El número de los trapecistas, de lo mejor del show en el que todos los acróbatas son insectos. 
Hazañas en altura. El número de los trapecistas, de lo mejor del show en el que todos los acróbatas son insectos. 

El Cirque du Soleil regresó a Buenos Aires, por primera vez sin su tradicional carpa, con un show de estadio en Tecnópolis, y por sólo dos semanas, cuando históricamente se presentaron durante un mes y hasta agregaron funciones. La productora local que comercializa “Ovo” consideró oportuno condensar las funciones en Buenos Aires, ampliarlas en Córdoba y debutar en Mendoza, teniendo en cuenta que el target al que apunta esta clase de espectáculos recortó sus consumos culturales por la complejidad económica que atraviesa el país (el teatro cayó 50% en recaudación este año). Y el hecho de haber traído un espectáculo sin carpa también achica costos.

Sin embargo, las entradas más baratas (1.800 pesos) se agotaron, pero todavía quedan más de 100 para cada función de aquí a dos semanas. Las más caras para el “Vip experience” (ofrece ubicaciones preferenciales y acceso a sushi, campagne, helados y primeras marcas gastronómicas) cuestan 7.500 pesos.

“Ovo” (huevo) dirigido por la brasileña Deborah Colker, está protagonizado por coloridos insectos y el enigma de un huevo en torno al que se plantean los interrogantes argumentales, muy simples desde luego y trazados desde el humor y el lenguaje circense. De hecho, la última imagen, antes del apagón, cierra de maravillas el show aunque siembra una nueva duda.

El espectáculo rinde tributo a la música del Brasil, más en la línea del bossa aunque también se destacan timbales y tambores para algunas secuencias, inclusive un sketch humorístico en el que un director de orquesta alecciona a un percusionista. La escenografía, simple con algunas enormes flores fluorescentes se completa con una enorme pared al fondo sobre la que se proyectan imágenes de la naturaleza. El vestuario no siempre deja adivinar de qué bicho se trata, lo que no impide el disfrute de las hazañas acrobáticas, los pasos de comedia protagonizados en mayor medida por la vaquita de San Antonio, la mosca y el escarabajo, y en las que, como es marca distintiva, invitan a subir a algunos espectadores al escenario.

Sobre el final, esa pared sobre la que treparon algunos pocos insectos se convierte en una palestra para el fragmento más vistoso y sorprendente, acaso porque se diferencia no sólo de los números tradicionales sino porque nunca se había visto en ediciones anteriores y de hecho se trata de la especialidad de la directora: acrobacias sobre pared de la mano de los “grillos” de verde y creado sobre la base de un dato duro de la entomología. El grillo es el único insecto que salta 30 veces su altura, de allí la idea de plasmar curiosidades de ese universo en este magnífico cierre. Pasaron con la excelencia a la que el Cirque tiene acostumbrado al público los trapecistas en altura, el equilibrista chino Qiu Jiangming sobre el alambre en el que se desplazó en monociclo, la contorsionista canadiense Devin De Bianchi, que encarna a la araña blanca con asombrosas figuras y flexibilidad, además de la energía y sincronismo del experto en diábolos, Tony Flebourg.

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