12 de diciembre 2018 - 00:04

El "enterrado" como metáfora de la nación

En su obra conviven momentos clave, desde la instauración del modelo liberal a la guerra del Paraguay.

Vitagliano. Autor de diez libros, acaba de publicar Enterrados.
Vitagliano. Autor de diez libros, acaba de publicar "Enterrados".

Mientras sobrevive de un derrumbe, cubierto de piedras y de libros, comienza a desenterrar momentos de la Argentina, la instalación del país liberal, la vida de Mitre, la Guerra del Paraguay, la aguerrida pasión entre el Mariscal López y la irlandesa Lynch. Socorren su memoria de Flaubert a Borges, de Rosas a Heidegger, de Dante a Sarmiento, todo eso es el atrapante material de “Enterrados” (Edhasa), la nueva novela del argentino Miguel Vitagliano, narrador que lleva publicadas diez novelas, ensayista, y titular de la cátedra Teoría Literaria en la U.B.A. Dialogamos con él:

Periodista: ¿“Enterrados” fue la plataforma para una novelesca disquisición política sobre la Argentina?

Miguel Vitagliano: Escribir una novela es ese acto de libertad donde cada palabra es una toma de posición. Yo no sé qué le pasa al enterrado, ese hombre que sobrevive a un derrumbe, cubierto de piedras, sólo con la cabeza libre y una mano que apenas puede usar. No sabe qué ha ocurrido. Cómo fue todo. Esta allí. Yo acompaño esa voz. En cada palabra hay una decisión política, una afirmación o una negación. Jean-Paul Sartre sorprendió en 1947 cuando escribió, en el comienzo de “La República del silencio”, “Nunca fuimos tan libres como durante la Ocupación”. Explicó: decir sí o decir no era arriesgar la vida, y la palabra era un acto de libertad. El enterrado que está atrapado por el derrumbe deja que su pensamiento se pasee en libertad, acaso en la libertad de un moribundo.

P.: El enterrado recorre la vida de quien instaló la Argentina liberal, Bartolomé Mitre.

M.V.: Es quien construye el relato histórico del país. El que dispone que Belgrano creó la bandera celeste y blanca mirando el cielo. Es quien instala a San Martín, su San Martín, en la dimensión fundadora. Es el adolescente que a los 13 años, tratando de cruzar a caballo un río, se encuentra con Rosas, que le dice cómo debe hacer. Rosas lo deslumbra, lo quiere igualar y no ser igual, con él construye una diferencia, construye un no. Es lo que sostiene René Girard: deseamos lo que el otro desea. Y, como tiene lo deseado, ese otro se vuelve nuestro maestro o nuestro enemigo. Rosas es él enemigo. Y el deseo secreto es el poder sobre las mayorías populares. Y él lo logra instalando un relato del país.

P.: Usted encuentra en la traducción que Mitre hace de la “Divina Comedia” claves del valor humano, político y social del libro, de la lectura.

M.V.: Lee la “Divina Comedia” en relación al país, a la historia, nuestro infierno y nuestro cielo. Lo primero que publica es el canto dedicado a Paolo y Francesca, que es romántico y marcado por un lectura en común. Dos cuñados se enamoran imitando el libro que leen, la historia de Lancelot y Guinevere. Que es el libro que lee Mitre con la que será su esposa, Delfina de Vedia. Ese libro instala un proyecto en común.

P.: “Enterrados” es un libro que hace circular, referencia, montones de libros.

M.V.: La literatura está hecha de libros. Al escribir yo pensaba en el ritmo, el fraseo, en la lengua. Y la lengua era nuestro país. Por eso esta novela que anda por Europa y otras tierras, está atenta a lo que pasa con la lengua, con la traducción, con la lengua física. Por eso uno de los personajes es Borges. Eso me preocupaba más que la historia política, que era algo que venía emparentado y que me superaba.

P.: Lo dantesco reaparece en la pasión entre Solano López y Elisa Lynch.

M.V.: Empecé a componer la novela con una idea del Mariscal López, y en la escritura descubrí que había partido de la visión liberal de los porteños, que López no podía ser así, que no debía ser una luminaria pero tampoco un imbécil. López empezó a tener consistencia, a darse de verdad. Elisa Lynch que podía ser una heroína era alguien que se construyó desde el esfuerzo, y me gustó contraponerla a Delfina de Vedia, un personaje apasionante, una intelectual a la que Mitre silenció.

P.: Bueno, el padre lo quería gaucho, machazo, no intelectual y menos aún poeta, y se metió en guerras internas y hasta conduciendo lateralmente la Guerra al Paraguay.

M.V.: Eso está en el todo el tiempo. Pero sabe que el papel, lo escrito, marca caminos, impone opiniones. ¿Es un poeta frustrado? Eso sería pensar que algún poeta no lo es.

P.: Sobre el final de su vida aparece un Mitre concurrente asiduo a un prostíbulo, el enterrado, entre los mucho que desentierra es a tres mujeres que se le ofrecen en conjunto.

M.V.: Mitre, frente a ciertos comentarios, dice: “soy un hombre grande y viudo, y peores son los que miran a las hijas de los amigos”. Patada para Sarmiento. Vi a Mitre como una bisagra, con él termina una estirpe y comienza otra.

P.: ¿El enterrado es el escritor con la mano libre para anotar y la cabeza libre desenterrar fantasmas, de Echeverría a Viel Temperley, de Galileo a Guevara, de Julio Iglesias a David Viñas, de Silvina Ocampo a la actriz porno Linda Lovelace?

M.V.: Yo pensaba por momentos en “Providence”, la película de Alain Resnais, el escritor borracho, tirado en la cama, y lo que ves es lo que ocurre o lo que el tipo fantasea. ¿Es el enterrado como el personaje de “Malone muere” de Beckett? No, es alguien que apenas trata de superar un derrumbe que lo cubre.

P.: ¿En qué está ahora?

M.V.: Estaba muy metido en una novela que es, de algún modo, una continuación de “Enterrados”. Es la relación de amistad entre William Henry Hudson, Cunningham Graham y Joseph Conrad. Es una novela donde todo lo que cuenta es real, como en ésta. Pero estoy ahora en una novela más breve, “Los largos campos de bledo”, donde se cuentan cinco historias novelescas, con reflexiones que nunca llegan a terminarse. Estoy trabajando con los bordes de las novelas, narrando sin parar.

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