Pueden parecerse, pero no. El hecho de que un grupo de inadaptados con poderes aprendan a vivir en una mansión y que estén bajo la tutela de un líder, director, padre, doctor o lo que fuese no califica como característica principal para un cómic. Podría tratarse de X-Men, por mencionar un caso. Lo concreto es que The Umbrella Academy y Doom Patrol (DC Universe) comparten más antónimos que sinónimos. El éxito de Netflix se torna como un templo de luz, en comparación con la oscuridad del universo de DC.
El juego de los opuestos
¿Querer o no querer? Esa es la cuestión. Los metahumanos de Doom Patrol nunca quisieron tener sus poderes. Es más, viven bajo la vergüenza de un pasado que los atormenta. Y es ahí desde donde nace la cuota de acidez y densidad necesaria para convertirla en una serie de humor y acción que no descuida el drama personal de cada uno de los implicados.
Párrafo aparte para la cucaracha evangelista y el burro con gases.
En el caso The Umbrella Academy, lo que aflora es la dinámica. Siete chicos que nacen el mismo día y que son adoptados por un magnate que los ayuda a lidiar con sus poderes. Una serie que apela más a la pata detectivesca. A esa necesidad de conectar con el siguiente capítulo para descifrar las diferentes vidas y roles que tienen, y cumplen, tanto a nivel familiar, social como parte de un grupo de superhéroes que intentan volver a juntarse.
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