14 de junio 2018 - 21:08

“El off no es la antesala al teatro comercial, es un fin en sí mismo”

• DIÁLOGO CON JAVIER DAULTE, DRAMATURGO Y DIRECTOR QUE ESTRENÓ "SINIESTRA" EN ESPACIO CALLEJÓN
Daulte busca recuperar en el bar de su sala el espíritu de la tertulia, que vivió de chico en reuniones con Enrique Wernicke, María Elena Walsh o Violeta Parra: “Se juntaban para contagiarse las ganas”.

Siniestros. Los protagonistas de la obra, junto a su creador. Una misma pareja en dos tiempos diferentes.
Siniestros. Los protagonistas de la obra, junto a su creador. Una misma pareja en dos tiempos diferentes.
"Una vez soñé que me torturaban, y después los torturadores se saludaban con mi mamá en una fiesta. Eso era peor que la tortura. Eso es lo siniestro, el elemento extraño en un ámbito familiar", dice Javier Daulte evocando a Freud en "Psicopatología de la vida cotidiana".

La charla transcurre en el bar de Espacio Callejón, sala que dirige hace tres años y que, según Daulte, cumple un fin en sí mismo: el de fomentar la tertulia.

Su nueva obra, "Siniestra", que puede verse los viernes a las 22.15, está construida como un díptico. En la primera parte, una pareja ingresa a un espacio para someterse a una suerte de terapia alternativa y fantástica, por cuanto se podrán encontrar con ellos mismos pero cinco años atrás, a tiempo para "arreglar las cosas". Se los expone a imágenes de lugares anclados en sus recuerdos, que sólo gradualmente comprenderán a qué lógica obedecen. En el segundo acto una pareja de hermanos recurre a una terapia que logra "resucitar" al hermano muerto de ambos, mediante el talento de un actor idéntico en aspecto físico, modo de hablar y moverse pero, lo más escalofriante, conocedor de anécdotas y secretos familiares.

En agosto llegará al Callejón "Teatro líquido", un colectivo de actores a los que Daulte propuso escribir obras y seguir de forma conjunta todos los procesos. Se verán "Valeria radioactiva", de Javier Daulte; "Amor de película", de Héctor Díaz; "Los salvajes", de Silvia Gómez Giusto; "La mujer invisible", de María Marull, y "La oportunidad", de Paula Marull. Dialogamos con Daulte.

Periodista: ¿En qué pensó para escribir la obra?

Javier Daulte: En esas alternativas de la mente. Quién no se acuesta y piensa 'qué hubiera hecho o qué hubiera sido de mi vida si..'. La obra juega con la idea de las segundas oportunidades y lo hace a partir de estos servicios, que menos mal que no existen porque los contrataría inmediatamente. En la historia del actor que viene a tomar el lugar del familiar muerto para regocijo de los pobres personajes que se vuelven adictos a este recurso, juego con la idea de los recuerdos. Uno en general, ante la muerte de un ser querido, ve pasar una suerte de trailer de los mejores momentos, pero ¿y lo peor? ¿lo más denso?. Ahí entra en juego lo siniestro, que es lo familiar en un ámbito extraño o viceversa, y eso se vuelve perturbador y a la vez convive con nosotros de manera permanente. Esa cosa perceptible, concreta y a la vez extraña. El sentir el olor de tu mamá que ya no está.

P.: Son varios los cineastas y dramaturgos que hacen girar sus obras en torno a lo siniestro, ¿se puede identificar con alguno en especial?

J.D.: Esto se vincula con Freud inevitablemente y en cuanto a mi búsqueda tiene que ver con lo teatral. En la obra me encuentro conmigo mismo, que soy yo y soy muchos, me encuentro con el yo de hace tres años y somos dos personas completamente diferentes. La primera terapia plantea el interrogante de quién soy yo, y la segunda se pregunta quién es el otro. El otro a la vez se vuelve rebelde, extraño, y eso es lo perturbador y también es un juego que busca provocar en el espectador esa fantasía.

P.: Ha dicho que busca cautivar al espectador con un teatro artesanal que no utilice tecnología. ¿La tecnología se emparenta con la pereza en el creador y en el público?

J.D.: La esencia en esta obra son cuatro actores con una mesa y dos sillas, la magia del teatro pasa por una combinación de elementos, la trama, la actuación, construir un mundo y creer en eso. Cuando los espectáculos se vuelven demasiado tecnológicos a veces lo encuentro más cercano a un parque temático de Disney que a una obra. En "Estás ahí" me decían por qué no agregarle algún efecto, pero yo quería que el público lo entendiera a partir de lo artesanal. Pensaba que así la gente se iba a divertir aún más. Con una gran inversión se puede hacer desaparecer un elefante y la ciudad de París, hago David Copperfield, pero la gracia es la auténtica magia.

P.: Con su nuevo proyecto, Teatro líquido, busca recuperar el espíritu de la tertulia, ¿a qué se refiere?

J.D.: La tertulia es algo fantástico que mamé cuando era chico, mis viejos eran amigos de Enrique Wernicke, y en esas reuniones siempre estaban María Elena Walsh, Violeta Parra, un jovencísimo Pino Solanas, que se juntaban para contagiarse las ganas. Con el tiempo esto derivó perversamente en el lobby, de modo que quiero recuperar el bar, el juntarnos a contagiarnos ganas, porque el arte depende de eso , si sólo va a depender de ofertas y oportunidades económicas estamos fritos. No tengo prejuicio a lo comercial desde luego, ni a la TV ni a los negocios, eso también está y debe estar, pero no debe dejar de exisitir la tertulia, donde Pinter se encontraba en México con alguien y lo provocaba escribir una obra con tequila de por medio. Estos espacios, este bar del Espacio Callejón, donde estoy mucho tiempo, es donde recuperamos lo esencial. Cuando no lo tenés, como en España, hay que buscarlo. Allí a nadie se le ocurre pensar en ideas sin saber antes cuánto va a costar. Este off no es la antesala del comercial, es un fin en sí mismo. Esto para mi es esencial. En España lo alternativo es oficial, subvencionado, nadie trabaja gratis, primero preguntan cuánto van a cobrar. Entonces allá no pasa nada.

P.: ¿Cómo subsiste el teatro off?

J.D.: Es un misterio. Recuerdo cuando hacíamos "Personitas" con María Onetto, Héctor Díaz, Andrea Garrote, Darío Grandinetti, sin prensa, llegaron al país Daniel Giménez Cacho y Lola Dueñas para filmar "Zama" de Lucrecia Martel y vinieron a ver la obra. No podían dejar de decir y ¿por qué lo hacen?. No había explicación, estaban fascinados. Cuando lográs que la respuesta sea porque sí, ahí empezamos a hablar. Todos queremos que nos vaya bien, la vanidad siempre está, pero siento que tengo la suerte de vivir en una ciudad donde el arte teatral tiene un lugar inédito. Tenemos un capital que no depende de épocas, de crisis, esto es una tradición.

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