3 de septiembre 2019 - 12:02

Entrada a emergentes, salida de emergencia

En junio de 2018, Morgan Stanley, elevó a Argentina de "países de frontera" a "emergente". ¿Estábamos listos para esto?

En junio de 2018, Morgan Stanley, después de muchos rodeos, decidió que el grupo de los países de frontera ya nos quedaba chico y nos pasó a emergentes.

En junio de 2018, Morgan Stanley, después de muchos rodeos, decidió que el grupo de los "países de frontera" ya nos quedaba chico y nos pasó a "emergentes".

¿Será que estamos atravesando lo más traumático del proceso? O mejor preguntarse, ¿estábamos listos para entrar a mercados emergentes? Un mercado de capitales chico, débil, irreal y vulnerable, siempre dependiente de mercados más grandes... Es por lo menos extraño que la decisión se haya tomado en el país que luego tomaría el control de la economía argentina.

Como pensar en entrar en la categoría de “desarrollados” es una utopía o un delirio, para nosotros tener la camiseta de los emergentes significaba empezar a jugar en las grandes ligas. El problema era quién se interesaría para ver a la Argentina entre los grandes, cuántas entradas dejaríamos de vender como fronterizos y cuántas empezaríamos a vender como emergentes. Un detalle: en el mejor de los casos, la Argentina ponderaría 0,5 del índice que nuclea a todos los del mismo grupo. Surge entonces la pregunta sobre qué será ser emergente.

Una primera y curiosa definición dice que un país emergente es una “zona que experimenta altas tasas de crecimiento económico y una rápida industrialización, acompañados de una gran predisposición a los intercambios internacionales”. A la luz de esta definición resulta bastante gracioso que consideraran a la Argentina una economía emergente. Y, si por alguna razón, Morgan Stanley, como un padre amoroso que solo puede ver el potencial de su hijo díscolo, vio cosas que yo —y tantos más— no puedo ver, ¿cómo podría una economía debilitarse tanto en apenas un año?

Considerar verdaderamente a nuestro país uno con una alta tasa de crecimiento es directamente desconocer la realidad. (O es puro amor, como la madre que le sigue pasando plata a su hijo adicto, para que compre útiles escolares que perdió). Es poco creíble entonces que el FMI haya desembolsado tanto dinero en la Argentina; una masa de dólares que corresponde a un porcentaje muy alto de la capacidad prestable del fondo.

La reseña cita, además, una rápida industrialización, y justamente lo que vemos en esta última etapa es la pérdida acelerada de la actividad y el cierre de muchísimas PyMEs. Finalmente, el remate de la definición es lo que menos se adapta a nuestra realidad: “gran predisposición a los intercambios internacionales”. Sin duda, el único intercambio que recibió la Argentina vino de la mano de inversores extranjeros golondrina, que experimentaban la posibilidad de grandes ganancias con un riesgo, a priori, acotado. Pero eso eran parches, ya lo sabíamos, y con el cambio, pasaron cosas y las cosas, a su vez, empezaron a cambiar.

Como abducidos primero y luego depositados en un inmenso laberinto, la economía argentina fue perdiendo el rumbo, pasando muchas veces por los mismos lugares. Sin metáforas, uno de los errores graves fue intentar poner impuestos a los inversores que querían repatriar sus fondos. Seguramente, la renta financiera fue otro de los grandes problemas que se plantearon a los inversores: el impuesto más contradictorio de los últimos años.

Ahora bien, ¿fue el dólar el inicio del problema? ¿Es esa moneda la que nos distrae para encontrar el camino de salida? Indudablemente uno se marea delante de muchos dólares, y puede ser el dólar un problema si recibimos demasiados en el préstamo del FMI.

Durante un tiempo hablamos del control de la divisa a través de un piso y un techo, las bandas de flotación o de la intervención del BCRA con el poder para bajar los valores. Se decía que si perforaba el mínimo o el máximo, el Banco debería salir a controlarlo mediante las subastas...

¿Cómo pasamos entonces a una destrucción tan notoria de las variables económicas? ¿Cómo no vimos venir la devaluación que licuó los pasivos? ¿Somos tan estúpidos? ¿No teníamos o no nos daban toda la información? ¿Fue la política argenta la que metió la cola? ¿Fueron las PASO las que distorsionaron todos los escenarios posibles? ¿Realmente existe el miedo a quién vendrá o es mayor el miedo a la permanencia de la impericia?

El laberinto es inmenso pero, como todo laberinto, debe de tener una salida. Y a la salida hay que buscarla aplicando ideas y recursos efectivos, no se sale mágicamente o por el simple paso del tiempo. La nuestra es una economía que gira en círculos y de esa forma jamás transita un camino hacia un afuera diferente. El mayor de los problemas argentinos es, justamente, subestimar los callejones ciegos, los obstáculos, las puertas falsas. O lo que es todavía peor, recurrir a medidas ya tomadas y abandonadas para intentar otra vez lo que no funcionó.

Una de las soluciones más antiguas para escapar de un laberinto es ir dejando rastros en el recorrido para guiarnos. Esto podría entenderse como que lo que está bien así se queda, y lo que está mal se cambia, se sigue avanzando.

El dólar, la inflación y la tasa son elementos que se comportan diferente que en cualquier parte del globo. La receta para la economía argentina debería tener en cuenta nuestras costumbres y sobre todo nuestra memoria negativa, nuestro exceso de pasado, con preceptos INAMOVIBLES. Como el impuesto al crédito/débito, que llegó para quedarse. Ninguna medida debe ser para alejarse del objetivo principal que es salir del laberinto. Seguir buscando soluciones para terminar con la crisis. Incluso requiriendo la guía de los que pueden ayudar o tienen la capacidad para prestar un poco más de ayuda.

Desde el mismo domingo de las PASO, todo empezó a cambiar para peor y la culpa es del gran bonete. O según tu sesgo político, de ese o de aquel. Lo único cierto es que los activos argentinos se desplomaron y los bonos en dólares tienen precio de default. Tanto la renta fija como la variable tienen comportamientos demenciales. Las calificadoras de riesgo nos castigaron con dos malas notas y una categorización de default selectivo que anticipó el desastre y nos pone a las puertas del incumplimiento de la deuda.

Hoy vivimos una economía que en solo veinte días destruyó el valor y el espíritu de todos los inversores, y generó la peor caída de la Bolsa en muchos años. Sufrimos una devaluación que elevó el precio del dólar de 45 a 63 y hasta el último argentino sabe que eso rápidamente se trasladará a precios y potenciará la inflación. Dependemos de un Mercado que se mantiene silencioso e impávido frente a la mayor destrucción patrimonial y sectorial de la república.

Y otra vez las preguntas sin respuestas: ¿Cómo pasamos, sin escalas, de ser candidatos a la bandera de ceremonias a ser los peores alumnos? ¿De qué nos sirvió abrirnos al mundo y entregarnos al FMI si nada podemos arreglar ahora? ¿Era la solución el dólar libre? Se me ocurre que dejar libre al dólar es como jugar un Boca-River con público visitante pero mezclados en las tribunas. Posible en cualquier país, no en la Argentina. ¿Podríamos ser un país emergente si rompemos con todos esquemas y las recetas que usamos anteriormente?

Lo cierto es que a raíz de nuestros problemas autóctonos tampoco hemos sido calificados íntegramente como emergentes. Hay que admitirlo: hoy somos un híbrido entre frontera y emergente, y ponderamos casi nada en el índice de emergentes/frontera. Estamos próximos al momento de revisión para ser considerados definitivamente del otro lado de la frontera. Hoy parecería un examen imposible de aprobar.

El Gobierno y el Estado deben encontrar, unidos, la mejor salida para este país. Empezar por mostrar solidez podría significar un primer paso en la dirección correcta. ¿Por qué no recomprar directamente la propia deuda a estos precios para devolver la calma? Pareciera una medida plausible... Esa u otras medidas son las que necesitamos para alcanzar a ver, aunque sea de lejos, el sendero que nos saque de una vez del laberinto.

Tristemente, como tantas veces ocurrió, lo único que hoy podemos imaginar es el camino a la salida de emergencia.

#ellobobuenodelacity

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