22 de enero 2019 - 00:02

Equilibrismo y teatro: un vínculo indispensable

El actor, autor, productor y empresario probará desde hoy sus habilidades circenses en un espectáculo que, además, funciona como metáfora de la supervivencia de la actividad teatral en nuestro medio.

Dayub. Con El equilibrista celebrará desde hoy los 15 años de su sala independiente El Chacareran.
Dayub. Con "El equilibrista" celebrará desde hoy los 15 años de su sala independiente El Chacareran.

“Mi abuelo decía que el mundo es de quienes se animan a perder el equilibrio”, dice Mauricio Dayub, actor, autor, productor y propietario del Chacareran, que celebra 15 años de la sala con el estreno de “El equilibrista”, hoy a las 21. “Siempre me elogiaban el equilibrio, y sigo siendo equilibrado, pero quería probar eso que decía mi abuelo, así que me propuse caminar sobre la cuerda floja”, explica Dayub, quien entrenó durante cinco meses cual artista circense para caminar sobre el flack (cuerda floja), en esta obra coescrita junto a Patricio Abadi, Mariano Saba y dirigida por César Brie.

Dialogamos con él:

Periodista: Hace 20 años recurrió a sus recuerdos en Paraná para escribir “El amateur”. Ahora evoca el acordeón de su abuelo. ¿Hay una parte de usted que quedó anclada en esa infancia?

Mauricio Dayub: No me gusta la vida de los adultos, cuando llegué a serlo vi que estaba en problemas; no me gustan los compromisos, los remedios, los bancos; elijo la euforia, la posibilidad, la expectativa. En eso estoy y por eso este espectáculo. En la escritura advierto que aparecen marcas de la infancia, cosas que llevamos desde siempre y aunque las modifiquemos, se conservan en nuestro interior.

P.: ¿De qué se trata la obra?

M.D.: Empecé con dos monólogos de Abadi y dos de Saba, habíamos decidido hacer un espectáculo juntos y me di cuenta de que el hilo conductor tenía que ver con el equilibro. De chico me habían elogiado por ser equilibrado, al revés lo que decía mi abuelo.

P.: ¿Y hoy ha perdido un poco el equilibrio?

M.D.: No, sigo siendo moderado, comprensivo. Como actor no soy el típico, porque además soy autor, productor, propietario de sala. Armo una relación equidistante, puedo ser todos y cada uno de ellos, y eso responde a que mantengo cierto equilibrio. Pero nunca dejaba de pensar en esto de intentar. Y lo hice con el desafío de subirme a la cuerda floja y mantenerme en el aire.

P.: ¿Aprendió a ser equilibrista?

M.D.: Sí. Voy a demostrar si puedo hacerlo o no. Lo hago sin vara, con los brazos. Cuando fui a aprender el profesor me dijo que era imposible lograrlo en sólo cinco meses, pero que si lo hacía a toda hora tal vez lo conseguía. Así que me iba a la plaza a buscar dos árboles donde colgar la cinta y practicaba. Me subía, aguantaba tres segundos y me caía. Después lo hice en mi dormitorio; descubrí que las dos columnas podían servir y así estuvimos con mi mujer como cuatro meses teniendo que saltar la cuerda de al lado de la cama para atravesar la habitación. Finalmente lo ensayé en el teatro.

P.: En obras anteriores también manipulaba objetos..

M.D.: Siempre tuve cierta vocación por los objetos en el teatro, me conocen como el actor que maneja chichiruchos, así les digo yo a los objetos. Siempre mis personajes tienen algo, llaves, anteojos, guantes, boleadoras, siempre muchos elementos. Uso todo eso frente al público para poder trasladar la historia con elementos, que en rigor es la esencia pura del teatro, un estilo Buster Keaton o Chaplin, quienes hacían de verdad todo aquello donde intervenía el cuerpo o los objetos, lejos de la simulación de los últimos tiempos.

P.: ¿La obra fue escrita entre tres?

M.D.: Nos reuinimos con Saba y Abadi, especialistas en micromonólogos. Yo quería encontrar la forma de escribir esos monólogos pero lo de ellos era de una síntesis enorme, como una canción, así que elegí dos de cada uno y escribí las uniones para emparentarlos y darles coherencia. Cuando leíamos nos dimos cuenta de que faltaba un personaje femenino, pensamos historias con mujeres y ganó una mía, inspirada en una historia familiar en Italia con mi abuela. Cuando ellos aprobaron la dramaturgia empecé a ensayar con mi asistente Pablo Sambrini.

P.: ¿Cómo llegó César Brie a la dirección?

M.D.: Le mostré lo que había entrenado y sobre eso él empezo a trabajar. No por eso trabajó menos, trabajamos distinto. Muchas veces el director hace de psicólogo, le da fe al actor, orienta los caminos para la búsqueda. En cambio aquí sentí que estaba trabajando el teatro puro; no hablábamos más que de personajes, de acción, de escenas, eso le daba sustento.

P.: ¿Cómo sostiene hace 15 años el Chacarerean?

M.D.: Tener un teatro es como tener un barco, hay que mirar todos los dias el clima, los cielos, las mareas, no es algo estático. Siempre pasa algo que nos recuerda que es cada vez mas fácil que tambalee, llámese inflación, fútbol, corte de calles, el voto de una ley, la lluvia, Juegos Olímpicos, G20. El teatro acusa recibo de todo. Es difícil prever la continuidad en teatro, por eso hace tres años que digo voy mes a mes, este mes estamos, el que viene no sé. Voy a corto plazo. Este espectáculo surgió para tener una obra propia y que pueda dejar todo lo recaudado para la sala, sin repartir con productores de afuera. Por eso va los martes, para que yo pueda seguir de miércoles a domingos con Toc Toc. Hace tiempo aumentamos la cantidad de espectáculos en la sala porque bajó la convocatoria.

P.: Trabajó hace 30 años en el teatro oficial y nunca volvió, ¿por qué?

M.D.: Hice “Tres hermanas” de Chejov y “Sueño de una noche de verano”, de Shakespeare, en 1986 y 1987. Era distinto, y cuando vi que podía ser autogestor me concentré en lo mío. El teatro comercial llegó más tarde, y pensando que elegía mal, elegí bien. Un éxito como “Toc Toc” lleva 9 temporadas.

P.: ¿Por qué pensó que “Toc Toc” era una mala decisión?

M.D.: No pensé que sería lo que fue, y lo acepté porque había rechazado la calle Corrientes varias veces, pensaba que no me llamarían más, me sumé para no volver a decirle que no a un productor comercial. Me habían ofrecido buenas cosas y parecía que no me gustaba nada, pero no era así, estaba muy con lo mío. En ese momento me ofrecieron “Toc Toc” y había bajado “El batacazo”. Elegí la obra de la suerte.

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