La semana pasada, en una gran casa de Barrio Parque, más de un centenar de invitados de Carminne Dodero llegó a un encuentro distendido para disfrutar del arte en un ambiente festivo. “Meet the artist” nació cuando el pintor Nahuel Vecino tuvo la idea de reunir a un artista, que es buen cocinero, con un pequeño grupo de coleccionistas. Pero Dodero señala que la propuesta se amplió. “Mi mamá (Marina) vive en Grecia y presenté una exhibición en su casa. Descolgué sus cuadros, despejé un poco y monté el arte que a mí me gusta y que me compraría. Fue una fiesta. Un amigo me ofreció entonces esta casa con varios pisos y paredes amplias para colgar obras de gran formato. Ahora advierto que la dimensión ofrece intimidad y favorece el diálogo con los artistas”. Hasta allí llegaron con sus obras Andrés Paredes (1979), Nahuel Vecino (1977), Daniel Basso (1974), Paola Vega (1980), Ignacio Valdés (1978) y Carolina Antoniadis (1961). Cada artista tiene una sala para mostrar sus obras y recibir cómodamente a los invitados.
“Meet the artist”: original forma de disfrutar el arte
Carminne Dodero organizó un encuentro entre coleccionistas y creadores, entre ellos Andrés Paredes, Nahuel Vecino, Paola Vega y Daniel Basso.

Al ingresar se encontraban las pinturas de Antoniadis pertenecientes a la serie “El beso dorado del bosque”, título tomado del último verso del poema “El Fauno” de Rimbaud. La artista, ligada al arte ornamental, se destaca por su versatilidad para trabajar en diversas disciplinas. Sus pinturas, muy elaboradas y con colores intensos, demuestran que Antoniadis sabe poner el arte decorativo a su servicio.
Dodero seleccionó los artistas para el encuentro y reconoce que no es especialista en el tema, pero aclara que, su padre, Alberto, es coleccionista. Agrega que su primera prioridad es buscar la belleza. Cuenta que vivió nueve años en Nueva York y, al volver, deslumbrada por la creatividad del diseño argentino, comenzó a organizar desfiles de moda. Hoy, el arte que exhibe, tiene estilo. La belleza no es una cualidad imprescindible, pero el crítico Arthur Danto asegura -en un texto donde analiza los abusos que se han cometido en su nombre- que “la belleza es una condición necesaria para la vida que nos gustaría vivir”.
Andrés Paredes representa la naturaleza de su Misiones natal con tres piezas que disputan protagonismo. Una enredadera blanca divide el espacio y, en la pared hay un tondo, una obra circular donde se entrecruzan lianas y enramadas. Una luz dorada mezclada con verde surge del interior, se proyecta y potencia el color. A la irrealidad de la luz se suma una mariposa gigantesca de bronce bruñido suspendida en medio de la sala. “Es un jardín artificial, idealizado, imaginado, soñado. Busqué voluntariamente el efecto escenográfico de un jardín donde el tiempo se ha detenido, trato de provocar cierta emoción estética”, sostiene Paredes.
Más allá de la contemplación de la belleza, Nahuel Vecino depara otra experiencia. Sus retratos representan niños y cuentan historias. Los rostros, con gestos de concentración o sorpresa, atrapan la atención del espectador que ingresa en el universo de la ficción y los sueños del artista. Pero su virtud consiste en crear suspenso. Con sus atractivos personajes detenidos en una pose elocuente de la historia, Vecino despierta el deseo de conocer el principio y el final de las aventuras.
Paola Vega es la pintora de la levedad. Sus inmensas abstracciones de colores suaves y formas difusas, se exhiben en la sala más grande de la casa. Allí despliega la cadena de influencias que confluyen en el propio campo pictórico. Vega se nutre de evocaciones y no oculta sus referentes, ha llegado a fotocopiar y repartir ella misma, las obras de los pintores que admira. La primera, Helen Frankenthaler, perteneciente al expresionismo abstracto. Como ella, Vega le quita densidad a la pintura y la diluye hasta volverla líquida. Alejandra Aguado, describe el proceso: “Las imágenes vaporosas con que tanto identificamos a Paola, donde el color se hace aire, vibran acá como el residuo o la memoria. [...] De repertorios que ella mira, guarda y después deja a atrás para lanzarse a pintar habiendo penetrado su naturaleza y devolviéndolos como pura atmósfera, pura abstracción, puro aliento, pura aura…”
También abstractas, pero con la firmeza del rastro de la pincelada y los colores vibrantes, Ignacio Valdés regala alegría a todo el conjunto. Un glamoroso lápiz labial de un metro y medio de altura de Daniel Basso ostenta la seducción del Pop. La imponente escultura coincide con el tamaño de los labios de la “Fumadora” de Tom Wesselmann, célebre pintura del Pop que inspiró con esta obra la famosísima lengua de los Rolling Stone. Con el mismo tamaño excesivo, Basso cuelga una “joya”, dos pendientes de la serie “bijou para camiones”. En 2018, Basso fundó Mundo Dios, la residencia para artistas ubicada en Mar del Plata donde soplan los vientos de la contemporaneidad.
- Temas
- Arte
Dejá tu comentario