19 de diciembre 2019 - 00:01

"La dolce vita": a casi 60 años de su estreno vuelve hoy a los cines

Anticipándose a las muestras que habrá en el mundo en 2020 por los cien años del genio cinematográfico italiano, regresa en copia restaurada.

la dolce vita. Fellini besa a Anita Ekberg y Mastroianni la lleva de la mano en un alto del rodaje de la célebre escena en la Fontana de Trevi.

la dolce vita. Fellini besa a Anita Ekberg y Mastroianni la lleva de la mano en un alto del rodaje de la célebre escena en la Fontana de Trevi.

Monseñor Bartolomeo Bourtignon, luchador antifascista, era también enemigo de los pecados de la carne. Por eso, cuando le describieron algunas escenas de “La dolce vita” lanzó un famoso “aviso sacro”, advirtiendo que ante “una película que exalta los peores instintos y las más descontroladas emociones de la Naturaleza Humana, avisamos a nuestra grey que comete PECADO MORTAL quien vea el film ‘La dolce vita’, e invitamos a la comunidad de fieles a unirse a nosotros en el ruego por la salvación del alma de Federico Fellini, público pecador. Padua, 27.1.1960”.

En letra más chica, el aviso agregaba que quien “solo por motivos de estudio quisiera ver este film, debe obtener un permiso especial de su confesor”. Por el contrario, el cardenal Giuseppe Siri, arzobispo de Génova, recomendaba su visión, incluso a sus propios estudiantes de Teología. Es que en el fondo Fellini era un autor católico, y entre orgía y orgía intercalaba algunos símbolos religiosos advirtiendo sobre una espiritualidad en peligro, como las ovejas casi atropelladas por la turbamulta de paparazzi ansiosos de alcanzar el auto donde va Anita Ekberg. Quien mejor cuenta estas internas es el cura jesuita Angelo Arpa, amigo y asesor de Fellini, en su libro “La dolce vita. Crónica de una pasión”.

Esa pasión, a favor o en contra, se hizo mundial, y en el ardor la figura positiva del cura que cuestiona un falso milagro, en uno de los mejores capítulos del film, quedó opacada por la figura carnal, tentadora, imponente, de Anita vestida con ropas sacerdotales ascendiendo por la cúpula de San Pedro. Gran fresco de una época, intensa pintura del alma humana disconforme consigo misma, lúcida y piadosa mirada sobre quien tiene conciencia de su comodidad moral y se deja llevar por el hedonismo, la película se impuso finalmente a las discusiones, porque ante todo es una obra maestra rica de contenidos, escenas fascinantes por lo que muestran y el modo en que lo muestran, personajes maravillosos, ridículos, estremecedores, memorables intérpretes, libretistas y técnicos, y, a la cabeza, un artista único, lleno de gozo, piedad y malicia. Público pecador, ya se sabe.

Desde hoy podrá verse en pantalla grande una copia remasterizada, ocasión única, y buen comienzo de los festejos por el Centenario de Fellini (también el año próximo se celebran los 60 de “La dolce vita”). Bien podría estrenarse también el documental de su asistente Gianfranco Mingozzi “Noi che abbiamo fatto La dolce vita”, con testimonios de Anouk Aimée y otros “históricos” del film, incluyendo a los comerciantes de Via Veneto que pusieron en esa calle una placa de agradecimiento al director. O un corto del propio Fellini, “La tentación del dr. Antonio”, regocijante caricatura de los censores que debió soportar, o “Entrevista”, su autorretrato, donde Anita y Mastroianni evocan con magia y ternura la famosa escena de la Fontana de Trevi. O “Nos habíamos amado tanto”, de Ettore Scola, que revive la filmación de esa escena, y “Elsa y Fred”, de Marco Carnevale, con la inefable China Zorrilla obligando a Manuel Alexandre a meterse en la fuente, en una precisa reconstrucción de la escena original. Y hasta “Los amores de Kafka”, de Docampo Feijóo, donde un petiso argentino pretende levantarse a una chica divina con el mismo verso de Mastroianni frente a la diosa (pero Mastroianni hubo uno solo, y tampoco él tuvo suerte aquella noche).

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