6 de abril 2020 - 00:00

Santiago Iturralde: las dudas y las certezas de la pintura

La muestra describe el paso a paso de un cuadro, desde su boceto y las primeras pinceladas hasta el detalle final.

La pintura desnuda. Detalle de la obra de Santiago Iturralde que expone el Museo de Arte Moderno.

La pintura desnuda. Detalle de la obra de Santiago Iturralde que expone el Museo de Arte Moderno.

En “La pintura desnuda”, la exposición que el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires inauguró poco antes de la cuarentena, Santiago Iturralde (1975) va al encuentro de los dilemas que enfrentan los pintores postimpresionistas. “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?”, se llama una pintura de Paul Gauguin realizada en Tahití.

El título resume en tres interrogantes la búsqueda de Cézanne, Van Gogh y Gauguin, y el sentimiento de urgencia que los impulsa, angustioso en cierto modo. El tema de Iturralde no son las urgencias ni tampoco la angustia. Por el contrario, con la calma de un investigador, nuestro artista analiza las dudas, pero también las certezas que depara el oficio de la pintura, justo en un momento complejo: el pasaje del impresionismo hacia la aventura de las vanguardias. Iturralde cita en sus obras las pinturas de Cézanne, imagina los bocetos de sus naturalezas muertas; vislumbra los colores y las formas en el proceso de ejecución del cuadro previo a la imagen final, y también los pinta. Advierte entonces que Cézanne dedicaba incontables sesiones a pinturas que, no siempre tienen un acabado perfecto y se podían terminar en una tarde. Con una capacidad especial para revivir el pasado, Iturralde relata la experiencia de Cézanne y la trae hasta el presente.

La pintura llamada “A veces un cerebro y ningún ojo, a veces un ojo y ningún cerebro” reproduce una típica sala de un museo decimonónico y parece ser el modelo para el montaje de la exhibición actual. Iturralde aspira a recrear el clima y la multiplicidad de sensaciones que provoca en el espectador el encuentro con la condición hipnótica de algunas obras de arte. Allí hay un cuadro cuya superficie roja es totalmente abstracta. ¿Buscaba Cézanne un camino hacia la abstracción? En sus propios escritos, mientras pintaba y volvía a pintar sus bodegones y la montaña de Sainte Victoire, observa: “Un cuadro no representa nada, no debe ante todo representar otra cosa que colores” […] el pintor no ha querido otra cosa. Su psicología es el encuentro de sus dos tonos. Su emoción está ahí. Es esa su historia, su verdad, su profundidad propia”. Y allí está la antesala del cubismo.

“La pintura desnuda” describe el paso a paso de un cuadro. Con sus marcos dorados de época figuran en unas telas el boceto y, luego, las pinceladas de color que construyen el motivo hasta llegar al destino final. Entretanto, el expansivo Gauguin, encara los problemas estéticos, técnicos e, incluso filosóficos de su gran cuadro y, observa: “Dios mío, qué difícil es la pintura cuando se quiere expresar el pensamiento con medios pictóricos y no literarios”. Y justamente, Iturralde muestra un arte que, con un lenguaje estrictamente visual, habla del universo de la pintura. Considera que, aún dentro del límite de un pintor de caballete que mira y representa el mundo desde la perspectiva de su taller y a través de motivos clásicos, la pintura tiene hoy la capacidad expresar los dilemas de la vida y del arte contemporáneo. Respetando ese canon, investiga “los límites más tímidos de la pintura, las bases geológicas del proceso misterioso que nos encandila con la situación particular que ocurre en el contorno entre una forma y otra”, con […] su linealidad, su dispersión, la distorsión del color, la luminiscencia. Agrega entonces que “ese límite, aparentemente superficial, es el que cuestionó Leonardo al inventar el sfumato y transformar un mundo de sonrisas certeras en otro ambiguo, misterioso y humano. Es el mismo que más adelante el Impresionismo desintegró en átomos de color dando forma pictórica a las teorías de Newton sobre el mundo físico”.

Hay una pintura de Iturralde donde se exhibe la distancia temporal entre las obras de un museo y un espectador que las contempla, pero de a ratos, mientras mira la pantalla de su teléfono. El cuadro renueva los interrogantes de Gauguin. La relación del artista con las pantallas es de vieja data. Aparece en sus primeras pinturas con personajes que se escapan de la TV, al igual que en el film de Woody Allen “La rosa púrpura del Cairo”. La exhibición, curada Laura Hakel, integrante del equipo del Museo Moderno, pone a prueba la capacidad de Iturralde para trasladar situaciones problemáticas del pasado, como el nacimiento de las vanguardias y transportarlas al mundo visual.

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