2 de marzo 2019 - 00:01

Haz lo que yo digo, no lo que hago

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Coincido totalmente con este diagnóstico, sobre todo en una Nación que sufre la enfermedad del crónico endeudamiento con posteriores cesaciones de pago de la deuda pública. Sin embargo, no justifico el medio para el cual se intenta llegar al fin.

Apenas segundos después de apoyar sostenidamente la idea del equilibrio presupuestario, el presidente Macri anunció un 46% de aumento en la Asignación Universal por Hijo (AUH) que reciben 4 millones de personas. Nadie puede poner en duda la nobleza de tal anuncio, sobre todo luego de un año 2018 donde la inflación superó el 49%. Sin embargo, la pregunta obligada que tenemos que hacernos es, ¿quién pagará ese ajuste de la AUH? ¿Deuda? ¿Nuevos impuestos? ¿Baja de otras partidas presupuestarias?

No está claro. Y eso es lo que genera desconfianza en los inversores. La señal de querer buscar el equilibrio fiscal es fuerte, pero las medidas aplicadas luego generan contradicciones.

Aquella contradicción como la que incurrió Cambiemos al intentar alcanzar el equilibrio primario en 2019. Mientras que nuestro presidente remarcó, cada vez que pudo, que es necesario bajar la carga impositiva, el gran ajuste para equilibrar el fisco se proyectó en base más presión de impuestos y un muy marginal recorte del gasto.

Vaya paradoja. El camino elegido implicó una profundización de la recesión, agobiando al sector privado en su tarea de generar empleo, producción y riqueza, obligando, seguramente, a que el Gobierno negocie un waiver (perdón) con el FMI en cuanto al objetivo propuesto en la meta fiscal.

O también esa contradicción evidente que sufrió el inversor, cuando por comienzos de 2017 se los invitaba a traer su ahorro a la Argentina, participando del blanqueo de capitales más importante de nuestra historia, pero unos meses después se instrumentó el impuesto a la “renta financiera”.

Hay una falla grave entre el discurso y la posterior generación de los incentivos para que se active definitivamente la rueda del crecimiento y del progreso. Nadie duda de las buenas intenciones de Macri y del peso de la herencia económica recibida, pero una parte importante de la desconfianza y desilusión actual se explica por esa ausencia de incentivos que Cambiemos no supo (o no pudo) generar.

Creo que el presidente aprendió la lección, aunque los errores “no forzados” podrían haber causado un daño irreversible para sus chances de reelección.

Nadie quiere volver al pasado, en un país signado por la intolerancia, la falta de diálogo y la prepotencia. Sin embargo, tampoco queremos estar marcados por una dirigencia que, en muchos casos, quedó en evidencia por el tan bien conocido refrán, "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.

Esperemos que aún no sea demasiado tarde para CAMBIAR.

(*)Jefe de Estrategia de MB Inversiones

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