30 de agosto 2019 - 00:00

Inflación: el milagro israelí de 1985

Klor es profesor plenario y titular de la cátedra Herczeg de Economía Política del Departamento de Economía en la Universidad Hebrea de Jerusalén e Investigador principal de la Fundación Israelí de Ciencias y del Centro de Investigación de Políticas Económicas en Londres. Nació en Córdoba y vive en Jerusalén desde el año 2003. El lunes pasado presentó junto a Miguel Kiguel "¿Cómo salir de la trampa del dólar y la inflación?, una charla de economistas auspiciada por la Embajada de Israel y organizada por los Amigos Argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

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A principio de los años 80, la economía israelí atravesaba una recesión con relativamente altos índices de desempleo. Pero estos no eran los principales problemas económicos de Israel. Luego de las guerras de 1967 y 1973 y las crisis petroleras de los 70, la economía de Israel se encontraba al borde del abismo. La inflación llegaba a casi el 500% anual, como síntoma de graves problemas fundamentales que el gobierno no conseguía solucionar. El gasto público era del 76 % del PBI, principalmente porque el gasto militar equivalía a casi el 26% del mismo. El déficit fiscal promedio entre 1973 y 1984 era del 17.3% del PBI y gran parte del mismo era financiado emitiendo moneda a través del Banco Central, que estaba totalmente supeditado a los arbitrios del gobierno. La deuda externa era dos veces más grande que el PBI y ya no había Estados u organismos internacionales dispuestos a seguir prestándole plata a este pequeño país que estaba a punto de quebrar. A mediados de 1985 a Israel le quedaban reservas en dólares solo para afrontar las obligaciones inmediatas del siguiente trimestre.

En medio de tal vorágine macroeconómica la población sufría las consecuencias. El precio del pan aumentó de 4,65 a 21 liras en menos de un año. Alzas parecidas ocurrían en todos los productos, incluidos los más básicos que recibían subsidios del gobierno. Y obviamente que, con esta inflación galopante, ya nadie quería tener liras en su poder, lo que afectaba de manera significativa el tipo de cambio: en noviembre de 1974 con un dólar se podían comprar 6 liras. Nueve años más tarde, en junio de 1985 esta relación trepó a 15.000 liras por dólar o bien por 1.500 shekels, que desde febrero de 1980 fue implementada como nueva moneda para detener la devaluación de la lira. Obviamente que está medida fracasó totalmente.

En medio de estas circunstancias, la ciudadanía israelí estaba totalmente dividida entre los dos partidos políticos más grandes que hasta entonces habían gobernado el país. Esto obligó a Shimon Peres del Partido Laborista y a Ytzhak Shamir del Likud a formar un gobierno de unidad nacional en 1984. Luego de su asunción, este gobierno intentó dos veces lograr una concertación nacional con la Organización de Trabajadores y la Unión Empresarial para bajar la inflación y lograr estabilidad económica. Estos dos intentos no incluyeron cambios políticos o económicos fundamentales y fracasaron inmediatamente.

Sin otras alternativas a la vista, el gobierno israelí decidió el 1 de julio de 1985 implementar de manera unilateral un plan político y económico radical para lograr la estabilidad económica. La reunión de gabinete duró 19 horas y en ella se decidió aprobar un plan redactado de manera conjunta entre expertos israelíes y economistas norteamericanos. El plan incluía medidas típicas para bajar de manera abrupta la inflación: se congelaron los precios de la mayoría de los productos y los salarios, se fijó un tipo de cambio rígido entre el shekel y el dólar, se recortó el gasto público en un 4% del PBI incluyendo salarios en el sector estatal, subsidios a distintos productos básicos y programas de bienestar social.

Estas medidas se complementaron con la aprobación de tres leyes que llevaron a un cambio institucional de la política económica de Israel: la primera le otorgó una independencia total al accionar del Banco Central para determinar las tasas de interés y la política cambiaria. Además, la ley prohíbe explícitamente al Banco Central la emisión de moneda para financiar déficits fiscales. La segunda le otorgó al Departamento de Presupuesto del Ministerio de Economía completa potestad para monitorear la implementación del presupuesto y todo el gasto público. Desde el 1 de julio de 1985 todos los salarios y contratos públicos de cualquier ministerio debían ser autorizados por este departamento; sin esta autorización, esos salarios y contratos perdían legalidad. La tercera ley, llamada Ley de Reformas, permitió añadir a la Ley Nacional de Presupuesto, las reformas económicas necesarias para que el presupuesto sea balanceado. Gracias a esta legislación, por ejemplo, Israel privatizó empresas públicas a principio de los 90. Dado que Israel es una democracia parlamentaria, si la Ley de Presupuesto y la Ley de Reformas Económicas no son aprobadas cada año por una mayoría del parlamento, esto es equivalente a un voto de desconfianza al gobierno y lleva a nuevas elecciones.

El programa de estabilización de 1985 cambió radicalmente el modelo económico de Israel. A pesar de una recesión a finales de los 80 y el descontento de las organizaciones sindicales, la mayoría de la población apoyó al gobierno y al programa económico de estabilización inclusive en los años de vacas flacas. Y cuando el gobierno sucumbió a distintas presiones políticas y aumentó el gasto público y el déficit fiscal, el Banco Central actuó de manera independiente y subió las tasas de interés para aminorar la presión inflacionaria.

La mayoría de las medidas de política monetaria implementadas por el gobierno en 1985 ya no están vigentes. No hay control de precios, de salarios ni del mercado de capitales. Además de esto el tipo de cambio es totalmente flexible y determinado por la oferta y la demanda. Lo que si se mantiene vigente son los tres cambios institucionales implementados hace casi 35 años. No todos los israelíes están contentos al respecto. Algunos sectores industriales critican el accionar del Banco Central y piden que intervenga el tipo de cambio con el objeto de depreciar la moneda. Dentro del gobierno, muchos ministros se oponen al poder que tiene el Departamento de Presupuesto y exigen más libertad para decidir la manera en que usan sus asignaciones. No faltan también quienes pregonan que la ley de reformas es inconstitucional, ya que no le permite al Parlamento decidir de manera autónoma la implementación o no de cada propuesta.

Más allá de la validez de estas críticas, estas leyes fueron muy efectivas para bajar la inflación y lograr la estabilidad económica. Tal es así que, a 35 años de la implementación del programa, los desafíos de la economía israelí son totalmente opuestos a los que afrontábamos en los 80. La inflación hoy es muy baja (debajo del objetivo del 1 % anual), la moneda es muy fuerte y se apreció en un 25% en los últimos 15 años. Asimismo el gasto público es de un 40% del PBI, uno de los más bajos entre todos los miembros de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

El programa de estabilización de 1985 es un ejemplo de que es posible eliminar la inflación (y la hiperinflación) y lograr estabilidad económica a largo plazo de manera exitosa y sostenida. Si algo aprendemos de este programa es que para conseguirlo es fundamental combinar las políticas monetarias y fiscales adecuadas con los cambios institucionales necesarios para implementarlas. Y obviamente que un poco de suerte de la coyuntura internacional, nunca viene mal.

(*) Profesor plenario y titular de la cátedra Herczeg de Economía Política del Departamento de Economía en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Investigador principal de la Fundación Israelí de Ciencias y del Centro de Investigación de Políticas Económicas en Londres. Nació en Córdoba y vive en Jerusalén desde el año 2003.

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