- ámbito
- Judiciales
Cromañón: ex inspector comenzó a arrepentirse
La comisión legislativa que investiga el caso Cromañón
escuchó ayer a un ex inspector porteño que aseguró que se
recibían coimas de comerciantes.
«¿Podría ser más preciso con respecto al término joda?», solicitó el vicepresidente de la comisión, Martín Borrelli, al ex inspector Nicolás Walsöe.
«Atlanta era mi karma», dijo en referencia a la cantidad de veces que había acudido allí hasta que, según contó, le revocan su contrato en el Gobierno de la Ciudad acusándolo, según dijo, de supuestamente haber cobrado una coima del titular del club.
«Yo hablé con el presidentedel club y me lo negó, que él nunca lo dijo», aseguró Walsöe, quien también afirmó que en una oportunidad lo habían enviado a clausurar la cancha de Boca Juniors, pero que no había ningún inconveniente para hacerlo.
«¿Cree que era para perjudicar a Macri?», infirió González y el ex inspector dijo que sí.
Luego, ante los legisladores, el ex funcionario sacó talonarios para labrar actas de inspecciones y fajas de clausura que conservaba desde que en mayo del año pasado lo desplazaran del puesto. «Mire que coimero soy que tengo esto y si fuera como dicen los podría usar», explicó.
«Yo le aconsejo que devuelva esto por su seguridad», le recomendó Borrelli.
«¿En qué condición como empleado estaba?», preguntaron al arquitecto.
«Tenía un contrato basura», afirmó el hombre, con problemas en la voz tras una delicada operación quirúrgica. El arquitecto era contratado del Gobierno porteño, locaciones de servicios que le renovaban periódicamente.
Walsöe integró la Unidad Polivalente de Inspectores (UOI) que a fines de 2003 reemplaza a la Dirección General de Inspecciones, un organismo conformado por empleados de la planta permanente del Gobierno de la Ciudad, que Aníbal Ibarra desarma acusado de «un focazo de corrupción».
• Aprendizaje
Durante dos meses, sin embargo, participó de un aprendizaje que compartía con aquellos inspectores permanentes.
Según el ex inspector, los locales bailables en infracción se debían clausurar una vez que terminaran de tocar todas las bandas, «para evitar daños mayores».
Graficó que en un local sin habilitación en el barrio de Flores, la única salida era una escalera de ochenta centímetros de ancho y que «era peligroso hacer salir a 500 personas, «donde había muchos chicos drogados o borrachos», por ese lugar. También explicó que cuando se realizaba un recital «los organizadores pedían que fueran a autorizarlo».
Como ejemplo dio los espectáculos en el Luna Park o en el estadio de Obras.
«¿Era habitual la coima?», le preguntó Borrelli.
«Sí», dijo Walsöe y como ejemplo consideró que «es gracioso pero fuimos a un supermercado y quiosco que vendía alcohol a menores, y cuando íbamos a clausurar, la china que atendía nos dijo: 'Si yo ya pagué los 300 pesos'».
En otra inspección realizada al Club Vélez «un directivo de la empresa Entertainment Group, nos recibió diciéndonos: otra vez ustedes, manga de mangueros, ya han venido dos personas de parte de Fiszbin a pedir 50 entradas preferenciales».


Dejá tu comentario