24 de agosto 2005 - 00:00

La Corte elude tratar suspensión de juez Boggiano

Los ocho jueces que habitan la Corte Suprema están fastidiados con su colega Antonio Boggiano. Es que el «internacional» (es un experto en derecho en esa especialidad) los puso en el brete al pedirles que decidan si la suspensión que le aplicó el Senado es legal o ilegal.

Boggiano
se jugó así una de sus últimas cartas al presentar en la Corte Suprema un planteo de inconstitucionalidad a la sanción que le impuso el Congreso.

El ministro, que tiene llegada al cardenal Joseph Ratzinger, transformado hoy en Benedicto XVI, siguió los pasos de un ex colega: Eduardo Moliné O'Connor.

Como en el caso del destituido vicepresidente del Tribunal, la actual Corte Suprema no tiene los votos necesarios para sacar un pronunciamiento que favorezca a Boggiano.

• Alternativas

Hay dos escenarios posibles: que sus compañeros se excusen en razones de «decoro» y dejen la decisión a un cuerpo formado por conjueces; o, haciendo gala de sus expresiones de independencia, decidan ir en contra del Senado.

Hay un par de jueces supremos que se salen de la vaina por reivindicar el criterio de que los senadores no pueden suspender a un ministro de la Corte Suprema porque un reglamento interno no está por encima de la Constitución. Y la Carta Magna no le da ese poder al Senado.

Claro que si optan por esta salida, tienen un inconveniente. El tribunal supremo pecó de obsecuente cuando evitó salir en defensa de
Moliné O'Connor sabiendo que su suspensión no era correcta.

Delegó esa responsabilidad en un grupo de conjueces, presidentes de cámaras, a los cuales obligó a tomar una definición que se sabía no podía ir contra los intereses del gobierno.
Si la Casa Rosada y el Congreso -cimitarra en mano- habían ido por las cabezas de los representantes de un poder del Estado, bien podían hacer rodar el cráneo de simples camaristas. Pretender ahora dar marcha atrás con esa decisión significaría darle la razón a Moliné O'Connor y despejar el camino para que la Corte Interamericana reconozca como válido el planteo que el ex presidente llevó a ese tribunal internacional.

Mientras sus colegas resuelven qué hacer,
Boggiano sigue cobrando su sueldo -Cristina de Kirchner no pudo lograr que se suspenda el pago de su salario-, sigue habitando su despacho en el Palacios de Tribunales (no vaya a ser cosa que lo acusen de «abandono de trabajo») y continúa usando el automóvil, el chofer y la custodia de la Corte, beneficios que no se concedieron a otros ministros en su situación, además de publicar el escrito de su defensa en la página de Internet.

Lo que hace no está ni bien ni mal, aunque los empleados se sienten incómodos. Dudan si deben obedecer a un hombre que está con un pie adentro y otro fuera del Tribunal.

Todas las mañanas lee libros, diarios -especialmente algunos periódicos extranjeros como «The New York Times»-, pero no participa de las reuniones de los martes ni tiene acceso a los expedientes. Sus colegas no le giran ninguno.

En el gobierno comentan que si la defensa de
Boggiano es buena, los senadores no lo aniquilarán.

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