El camionero Hugo Moyano vive por estos días una suerte de luna de miel con el estilo K. Mucho tiene que ver en ello el subsidio de 75 millones anuales para los camioneros que otorgó el gobierno recientemente, para compensar la desaparición de los planes de competitividad que oportunamente había ideado Cavallo. Claro que los empresarios de las rutas, para hacerse de su parte del subsidio, deben cumplir previamente un requisito sine qua non: estar al día con los aportes a la obra social que controla precisamente Moyano.
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Erigido en adalid moral de los argentinos, el gremialista se animó a decir: «Caparía a los senadores que votaron la reforma laboral para que no se reproduzcan». Lo que no dijo es qué debería hacerse con quien estipuló que fuera él la llave que abre la bóveda de los 75 millones.
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