Casi una charla de café de viejos enemigos. El bravo fiscal Carlos Stornelli le mostró ayer a Carlos Menem que es capaz de despojarse, aunque sea por un ratito, de su agresividad con el ex presidente. Con una simpatía que sorprendió hasta al mismísimo juez Norberto Oyarbide, un afable Stornelli le preguntó a Menem cómo estaba su esposa Cecilia Bolocco y su pequeño hijo Máximo Saúl.
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Después de tanto esfuerzo persecutorio (Stornelli se opuso a que Menem fuera autorizado a salir del país porque dijo «podía fugarse»), el fiscal demoróla indagatoria del ex presidente para preguntar cómo se encontraba Zulemita tras el divorcio y si había conocido a su nieto. Stornelli fue el autor de las imputaciones que en 2001 obligaron a Menem a pasar cinco meses detenido. Por eso llamó la atención tanta cortesía con el ex jefe de Estado.
Pese al «amistoso» reencuentro en los Tribunales de Comodoro Py, Menem mantuvo su decisión de no declarar en la causa que por «omisión maliciosa» le sigue Oyarbide. El argumento es bastante sencillo: el interrogatorio versaba sobrebienes y períodos en los que ya hubo pronunciamientos judiciales. En uno de los casos, la Justicia federal de La Rioja sobreseyó al ex mandatario por un supuesto delito de «enriquecimiento ilícito». Y, en otra oportunidad, fue el juez Jorge Ballesteros quien desestimó una denuncia de idéntico delito.
El empecinamiento de Oyarbide y Stornelli para mantener con vida el expediente de «omisión maliciosa», tiene escasa explicación jurídica. Ambos saben que la causa está prescripta, pero se resisten a aplicar la nueva Ley 25.990, que establece que la persecución penal debe caducar, cuando el tiempo que transcurrió desde la primera indagatoria superó el máximo de la pena. La omisión tiene una pena de dos años.
En rigor, el dúo Oyarbide-Stornelli no lo hace a sabiendas de que los abogados de Menem no pedirán la prescripción, porque éstos quieren obtener una resolución de fondo, que es el desprocesamiento y el sobreseimiento del riojano.
Aunque Menem evitó contestar las preguntas que el juez había preparado, el ex presidentele dejó a Oyarbide un escrito donde responde en todo el cuestionario del magistrado. Lo hizo aclarando que había «cosa juzgada» sobre el delito.
Acerca de los famosos aviones, Menem dijo que en realidad se trataba de ultralivianos.
Uno de ellos (de marca Flightear) se encuentra desarmado desde hace seis años, se pidió la cancelación de la matrícula y no tiene un valor económico. El otro, un Pioneer Internacional Aircaft, está destruido desde 1993.
Acerca de las cuentas corrientes del Banco de la Provincia de La Rioja, un informe de la institución bancaria señala que el saldo a la fecha de la declaración jurada era de $ 81,41. No tuvo movimientos desde 1995, salvo débitos de mantenimiento. Ni siquiera supone un ocultamiento malicioso.
Algo similar ocurre con las acciones de las compañías telefónicas. En realidad Menem, en su calidad de presidente, accedió a estas acciones en un acto simbólico de apoyo a la concesión de este servicio público. Fueron 231 acciones de Telecom y 882 de Telefónica, además de 166 de Telefónica Móvil.
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