Cuando se conoció el insólito decreto (por sus considerandos) de la remoción de dos funcionarios probablemente complicados en el caso Skanska (Fulvio Madaro y Néstor Ulloa), el asombro por el texto previo ocultó un tema que merece algún tipo de consideración: allí se habló, entre comillas, de una conversación entre el fiscal Carlos Stornelli y el ministro del Interior, Aníbal Fernández (el delegado judicial advirtiendo que se llevaría «puestos» a dos funcionarios en su investigación sobre Skanska y comentarios sobre una eventual designación de Stornelli como responsable de Seguridad en una futura administración de Daniel Scioli en la gobernación bonaerense). Nunca se había conocido una manifestación de ese tipo en un instrumento presidencial.
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De acuerdo con esa transparencia inspirada en la Casa Rosada, sería interesante -se podría decir, necesario- que el acceso de Néstor Kirchner a esa conversación del fiscal con su ministro sea revelado en su totalidad. Una franqueza de ese tipo le vendría bien al andamiaje republicano, ya que nadie imaginaba una intimidad tan particular entre un fiscal y un ministro. Además de esa conversación completa, también sería importante ya que el gobierno, por lo asumido en el decreto entre comillas, dispone de una información detallada entre lo que conversa un hombre de su casa y otro del Poder Judicial. Y, como se ha probado hasta por manifestaciones de los protagonistas, la culminación de la transparencia sería divulgar las otras conversaciones que Stornelli ha mantenido con Fernández en estos últimos meses. Como el fiscal, hombre de sabrosa charla, también ha mantenido numerosas y amistosas conversaciones con la titular del PAMI, Graciela Ocaña (a quien curiosamente no se menciona en los considerandos), otro aporte a la comunidad sería la difusión del tenor de esas charlas telefónicas, seguramente observadas también desde el Ejecutivo. Más cuando -por esas cuestiones del entramado estatal- Stornelli es el auditor del PAMI, responde en alguna medida a la propia Ocaña, a la que singularmente debería fiscalizar. Cuando más se responda y aclare sobre este complejo universo, las preguntas suspicaces no quedarán en blanco.
¿Como Juanjo?
Si hay esclarecimientos necesarios, uno de ellos roza al Ministerio de Defensa y, más precisamente, a uno de los cuatro secretarios del área: Martín Gras (quien se ocupa de la reforma cultural dentro de las Fuerzas Armadas, entre otras asignaturas). Como se hizo en su momento con la biografía de un legislador y secretario de Estado, Juan José Alvarez, a quien le encontraron una foja con servicios cumplidos dentro de la SIDE, a este funcionario que asesora a la ministra Nilda Garré -a través de una abundancia de mails- le atribuyen tareas similares en el pasado. En rigor, esa vinculación no implicaría ningún demérito, salvo que Gras ha descollado en el área de los derechos humanos y acompañó al especialista de ese rubro, Eduardo Luis Duhalde. Al menos, resultaría paradójico este hecho, ya que a Gras -con material que parece convincente y que, como es natural, apunta a su desprestigio- le imputan haber trabajado en La Paz (Bolivia), entre 1978/79, con un nombre de fantasía en una empresa de publicidad (Alamo) que organizó la campaña presidencial del general Juan Pereda Asbun, un preferido de otro notable militar de la derecha, el general y ex presidente Hugo Banzer Suárez. Con un esfuerzo menor al que se gestó para enlodar a Alvarez en su momento, hoy sería atendible esperar alguna explicación -seguramente una desmentida- del propio Gras.
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