28 de febrero 2019 - 00:01

La actividad anotó en 2018 su mayor caída desde 2009: 2,6%

El EMAE bajó en diciembre un 7% interanual. Pese al buen arranque del año (+3,9% en el primer trimestre), los efectos de la sequía, de la crisis cambiaria y de la inflación atentaron contra el índice.

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La actividad económica se contrajo un 2,6% durante 2018, por encima de lo que esperaban el oficialismo y las consultoras privadas, y anotó el peor resultado desde 2009, informó ayer el INDEC. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) disminuyó en diciembre un 7% interanual, desacelerando la caída del mes anterior. Además, en la medición desestacionalizada, el indicador avanzó un 0,7% con respecto a noviembre.

Entre las principales caídas de diciembre se destacaron Comercio Mayorista, minorista y reparaciones (-15,7%), seguido por Industria Manufacturera (-14,2%) y Construcción (-12,7%), que completaron el podio. El otro sector que anotó una caída superior a la del nivel general fue el de Impuestos netos de subsidios (-8,2%). Por debajo se ubicaron Electricidad, gas y agua (-6,8%), Pesca (-4,8%), Transporte y comunicaciones (-4,1%), Hoteles y restaurantes (-3,5%), Intermediación financiera (-3,4%), Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (-2,1%), Otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales (-1,9%), Explotación de minas y canteras (-1,8%) y Administración pública y defensa (-0,9%). Entre las subas se destacaron Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (+4,7%), Enseñanza (+1%) y Servicios sociales y de salud (+0,4%).

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Vale recordar que a principios de 2018, el oficialismo proyectaba un crecimiento cercano al 3% para todo el año y se esperaba romper con la maldición de los años pares gracias a un buen comienzo de año y al elevado arrastre estadístico positivo que dejaba 2017. Pero los efectos de la sequía, que afectó a diversas regiones del país, de la crisis cambiaria y la consecuente aceleración de la inflación, por la suba del tipo de cambio y de los precios de tarifas, generaron un cambio de 180 grados en esta postura. Esto llevó a que el Gobierno debiera alcanzar un acuerdo con el FMI por u$s56.300 millones, que lo obligó a acelerar el recorte del gasto público y profundizó la recesión.

Debido a la aceleración inflacionaria, y para contener al tipo de cambio, el Banco Central decidió cambiar el esquema de metas de inflación por uno de control de agregados monetarios, en el cual la tasa de interés se convirtió en una variable endógena (definida a partir de la oferta y demanda de dinero). Con este mecanismo, en el cual se definió un objetivo de crecimiento nulo de la base monetaria y una zona de no intervención para el tipo de cambio (con un crecimiento en línea con la inflación esperada), el organismo que conduce Guido Sandleris logró contener al dólar y generar una mayor estabilidad dentro de la plaza cambiaria.

En esta línea, la consultora Ecolatina indicó que “comparado con el pico de actividad de la era Macri (el primer trimestre de 2018), la economía se desplomó 7% en términos desestacionalizados para volver a niveles de 2010”. Y anticipó que “la contracción dejará un arrastre estadístico en torno al 3% para este año”, en un marco en el cual “la recuperación de la economía será lenta”, en medio de la incertidumbre política ante las elecciones presidenciales. Para 2019 se espera “una mayor cosecha agrícola y un repunte de la mayoría de los sectores transables (traccionados por la mejora de la competitividad cambiaria y las expectativas de crecimiento de la economía brasileña)”. Sin embargo, “el resto de las actividades (dependientes de la demanda doméstica) seguirán en retroceso producto del desplome del mercado interno”, agregó. Con los componentes de la demanda interna (consumo e inversión) debilitados, la consultora proyectó una caída del 1% para este año, encadenando dos años recesivos por primera vez desde el bienio 2001-2002, aunque habría una recuperación parcial de la actividad en términos desestacionalizados.

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