7 de enero 2019 - 00:04

La recesión que (todavía) no fue y la alegría de Wall Street

El mercado debe revelar si la va de bear o de bull. Powell dijo que no hay prisa para actuar y se tomará todo el tiempo necesario para evaluar la marcha de la economía.

Sonrisa. Powell no querrá perderla. Ya consiguió lo suyo.
Sonrisa. Powell no querrá perderla. Ya consiguió lo suyo.

¿Qué recesión es capaz de crear 312 mil puestos netos de trabajo en apenas un mes? Ninguna. O, si se quiere, una que empiece en 2020. Llevaba razón el presidente Trump, nobleza obliga, cuando decía que la economía de los EE.UU. no tiene ningún problema. Estaba equivocado, eso sí, cuando en el mismo tuit hacía la amarga salvedad de la Fed de Powell. Se entiende, Trump es un deudor infatigable y el alza de tasas nunca le sentó bien. Pero la economía, pese al cuadro brumoso de los informes regionales, la sobrelleva con decoro y hasta un atisbo de aceleración salarial. ¿Falsa alarma? Si no hay recesión, ¿qué hacer con el mercado bear? Cash is king, el efectivo es rey, pero quema los bolsillos cuando, desde afuera y en pijama, se observa otra vez el paso de los toros.

Los osos no pudieron dar la dentellada letal cuando cundió el pánico, y la definición se les complicó. Enero -con su proverbial carga estacional- puede resultar traicionero. Parecía, el miércoles tarde, que Apple iba a facilitar el mordisco. Está de moda echarle la culpa a Beijing, y Tim Cook, su director ejecutivo, anticipó a inversores (y empleados) que habrá que podar los ingresos del primer trimestre tras una merma “inesperada” en las ventas de iPhones, sobre todo en China. La acción, el jueves, patinó el 10% y la Bolsa, por las dudas de que se tratase de un percance de origen macro, un 2,5%. Todo cambió con el informe laboral y la avalancha de flamantes empleos. Quizás con la lectura de los salarios por hora trepando el 3,2% anual quedaba todavía la carta de una Fed agresiva (aun si no hay recesión, el banco central puede fabricarla en su afán por mantener a raya una inflación también ausente). Y el jefe, Jerome Powell, estaba agendado para hablar en Atlanta junto con sus dos predecesores inmediatos, Janet Yellen y Ben Bernanke, como si fueran Los Tres Mosqueteros (el cuarto, Alan Greenspan, les aconsejó a los inversores huir a lo seguro y, dicho y hecho, no salió de su madriguera). Powell, villano dos semanas atrás, se convirtió en el héroe del capítulo. Acertó el pleno del mercado de trabajo, y esta vez fue magnánimo. Será paciente, dijo. La data es sólida, aclaró, pero los mercados dicen otra cosa. No hay prisa para actuar y se tomará todo el tiempo necesario para evaluar la marcha de la economía. Se verá, no hay una hoja de ruta establecida de antemano. ¿Lo preocupa, acaso, el leve corcovo de los salarios? No, tampoco la inflación. ¿Qué más se podía pedir? Un día antes, Robert Kaplan, de la Fed de Dallas, quien tiene voz pero no voto en las decisiones de tasas, abogó por una pausa hasta que la incertidumbre amaine. Powell guardó silencio de radio sobre el particular, pero a buen entendedor... La Bolsa escaló el 3,5% en un día memorable. Claro que si algo identifica a los mercados bear es que, créase o no, ellos engendran los rallies puntuales más feroces. Son trampas cazabobos. Nada más bear que una crisis grave de gobernanza, y un Trump sacado lo dejó en evidencia durante las fiestas (de hecho, el cierre parcial del Gobierno se prolonga por el capricho del muro mejicano). En la misma inteligencia, pues, nada debiera ser más bull que corroborar que Powell aprobó su primer examen de estrés y lo hizo por más perspicaz que los mercados, que Trump y que un coro creciente de críticos. Ningún presidente flamante de la Fed se libra de esta prueba de fuego. Todos deben pagar el derecho de piso, y en su caso no es una frase hecha: Trump estuvo verdaderamente dispuesto a serrucharle el piso. Una vez más, el que ríe último, ríe mejor. No obstante, la película continúa, y el suspenso. China se enfría, aunque los chinos se calientan y ya despacharon otra ronda de recortes de encajes (después de las tres de 2018). Trump y Xi Jinping, ambos exhaustos, retomarán conversaciones para consagrar la tregua comercial pero todavía no se ponen de acuerdo. El “brexit” promete un final ominoso (o más bien, un alivio agónico); el BCE tuvo que intervenir un banco mediano en Italia (¿quién si no?); se produjo un flash crash en las monedas y la disparada de las tasas de repo, avisos todos de que la colisión puede asomar en cualquier parte. Powell no querrá perder la sonrisa. Ya consiguió lo suyo: la suba de tasas de diciembre está en el bolso. Con la tasa de fed funds en el piso del rango neutral podrá deshojar la margarita hasta entrado marzo. Y que el mercado le revele si la va de bear o de bull.

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