2 de enero 2018 - 23:49

Las reformas deben ser consistentes para poder crecer

• El marco para la producción en Argentina
Es la primera vez en décadas que en lugar de parches hay instrumentos razonablemente coherentes.

Las reformas deben ser consistentes para poder crecer
Ya tenemos Presupuesto discutido y con valores razonables. Van dos años seguidos, algo que no ocurrió en los anteriores 15 años. Es un avance notable que evita discrecionalidad, pone pautas y brinda un horizonte de planificación. Con la reforma fiscal y (mini) reforma previsional se comienza a dar coherencia al marco para la producción en Argentina. No es que no hubiera normas, sino que no eran coherentes entre sí.

Un gran avance que debe ser muy apreciado es que las reformas laboral, fiscal, previsional, el mercado de capitales y el presupuesto deben ser compatibles y consistentes entre sí. Así se han presentado y analizado. Es la primera vez en décadas que en lugar de parches hay instrumentos razonablemente coherentes. Por supuesto el trámite parlamentario conlleva cambios y puede dejar algo rengo a algunos de los cambios, pero lo importante es que se camina en una dirección determinada ¿Cuál es esa dirección? La que empieza a dar no sólo previsibilidad sino incentivos para aumentar la productividad.

Los costos en Argentina son elevados tanto en términos nominales, respecto de otros países, como - más importante- respecto de lo que se logra incurriendo en esos costos. La productividad es lo único relevante para decidir si un insumo es caro o barato. En Suiza, Alemania o Japón el valor de la mano de obra por hora es muchísimo mayor que en Argentina y su población vive mejor. Y es porque trabajan con productividades muy diferentes.

Al viejo argumento de cavar un pozo con una pala o una retroexcavadora debe agregarse la forma de organización. La ley de reforma laboral comienza a tratar esos temas. No es lo mismo, ni para la empresa ni para el empleado, si puede haber flexibilidad de horarios, de tareas, de responsabilidades, de instrumentos. Imagine un director de orquesta que no puede modificar los instrumentos. Es más, imagine si uno de ellos fuera un clavicémbalo, tecnología de hace 400 años. Sólo podrá tocar cierto tipo de música con repertorio limitado. Distinto es si puede modificar los instrumentos, y por lo tanto los instrumentistas. Habrá más opciones para todos, incluyendo a los oyentes.

Tener más opciones es mejor: los supermercados superan a los almacenes de barrio porque tienen más variedad y otros beneficios, aunque no necesariamente sean más baratos. Lo mismo es con el trabajo. Para el empleado tener más opciones es mejor, y deja de ser un "esclavo del siglo XIX" cuando no puede cambiar de trabajo por temor a perder su antigüedad o días de vacaciones. Tampoco tiene incentivos para perfeccionarse porque de todas maneras no se modificará su puesto o su remuneración. Si en cambio pudiéramos acercarnos - aunque sea parcialmente- a que tanto empresa como empleado tengan un poco más de libertad, al menos algunas personas estarán mejor, sin perjudicar a los demás.

Los cambios tecnológicos son avasalladores: desde energías renovables a robots, desde medios de comunicación al tiempo que duran los alimentos en la heladera. Adaptar la producción a esos cambios, o mejor, liderar esos cambios, permite a las empresas poder crecer, aumentar empleo, pagar más y mejor. A quienes trabajan, les da la oportunidad de mejorar sus ingresos o, al menos, de llegar más temprano a su casa. Si las leyes absurdamente impiden el cambio tecnológico, lo único que lograrán es eliminar el trabajo.

Para muchos estas leyes son insuficientes, para otros son demasiado. Pero lo importante es que sean consistentes y parece que hay un gran esfuerzo para lograrlo. Los que critican se refieren a puntos aislados, obviamente en aquello que les perjudica directamente, obviando lo que son beneficios. Como dice la Biblia, "por sus hechos les conoceréis".

Cuando hay múltiples restricciones, eliminar solamente algunas no necesariamente mejora el bienestar colectivo. No digo nada nuevo, esto fue demostrado fehacientemente por Lipsey y Lancaster en 1956, explicando la teoría del Second Best. Es decir, buscar el óptimo en un tema aislado puede ser difícil y hasta contraproducente. Repito: una reforma aislada es insuficiente. Aplaudo entonces que se encaren todas las reformas (casi) simultáneamente.

(*) UCEMA Economista (*)

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