23 de julio 2019 - 00:00

Le Parc: un mundo luminoso y placentero, pero inestable

La retrospectiva en el CCK, que define al artista mendocino como "un visionario", atraviesa más de 3.000 metros poblados por 160 obras representativas del universo creado en su trayectoria.

le parc. La larga marcha, 1974. Acrílico sobre tela, 2000 x 200 cm., que forma parte de la exposición integral que le dedica el CCK al artista mendocino de 90 años.
le parc. "La larga marcha", 1974. Acrílico sobre tela, 2000 x 200 cm., que forma parte de la exposición integral que le dedica el CCK al artista mendocino de 90 años.

En la retrospectiva del CCK, “Julio Le Parc, un visionario”, el espectador atraviesa más de 3.000 metros poblados por 160 obras representativas del universo creado por el artista mendocino radicado en París desde 1958. ¿Posee la exposición la capacidad transformadora que se le atribuye a la obra interactiva de Le Parc? Es decir, ¿puede su arte cambiar o, al menos, despertar, la sensibilidad de la gente? Le Parc lleva al espectador a un mundo luminoso, lúdico y placentero pero inestable. Si bien la gente anhela un mundo sólido y estable, es indudable que todos disfrutan de la condición hipnótica, del movimiento y los brillos zigzagueantes de las bandas espejadas. No obstante, la inestabilidad del arte de Le Parc persigue un fin: moviliza la percepción del visitante, lo pone en un territorio poético que no tiene comienzo ni fin, lo involucra en genuinas sinfonías de formas, luces y colores. Su arte es didáctico, para comenzar, enseña cómo acceder al goce y el placer retiniano.

Hoy, a sus 90 años, lúcido, alto y delgado como un junco, cuenta con humildad sus hazañas por el mundo, pero también con orgullo. En una entrevista con la curadora Gabriela Urtiaga, sostiene que la mencionada inestabilidad apunta a “superar la tradicional distancia entre el público y la obra de arte”. Y añade entonces que con el Grupo de Investigación de Artes Visuales (GRAV), comenzó a ir en contra de la obra de arte tradicional. “Desde los años 60 con las propuestas de los laberintos y la acción de la Jornada de un día, donde proponíamos diferentes acciones en distintos lugares de la ciudad de París, trabajo en propuestas desestabilizadoras como los juegos”.

Los manifiestos sobre el espectador activo, principio rector de un artista tan preocupado por la producción como por la recepción, también los redactó junto al GRAV. En 1966 ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia y la consiguiente consagración internacional. Pero la fama llegó en 2013, cuando expuso sus obras en el Palais de Tokyo y deslumbró a los franceses que desde entonces lo idolatran. Luego conquistó el Metropolitan de Nueva York, la Serpentin Gallery y varios museos del mundo.

La retrospectiva del CCK es la más extensa realizada hasta la fecha y descubre la dimensión de su obra. “Si una persona entra en la exposición y participa de los juegos o las encuestas, para mí es suficiente si sale con la sensación de que el arte le ha provocado cambios”, sostiene Le Parc. Su aspiración no es poca, quiere que la gente se apodere de la energía que emana de su obra. Su objetivo consiste en facilitarle al hombre una vía de acceso para percibir el mundo. Y así lo explica: “A lo mejor alguien puede proceder de otra manera en otro momento de su vida con esa energía ganada”. Y cuando reflexiona sobre la misión del artista, conjetura: “Si un espectador advierte que es tomado en consideración, porque las obras expuestas le dicen y le dan algo, quizá pueda decir después: ‘¿Por qué en otros lugares yo no recibo esto?’”.

La vertiente conceptual del arte contemporáneo suele resultar hermética, a veces sólo accesible a quién sabe de antemano cuál es su significado. Por este motivo, la obra y la teoría de Le Parc resultan tan gratificantes. Para decodificar la obra no se precisan intermediarios. El propio espectador percibe el misterio del arte. Le Parc expresa francamente la necesidad de crear obras que faciliten la comunicación. Y en los hechos, al ver la gente en las salas, sobre todo en la Terraza y la Gran Lámpara, su teoría funciona. El visitante demuestra el gusto y su sensibilidad, cualidad crucial para nuestro artista. “El ser humano sensible, entiende y participa más del mundo. Cuando el espectador sale del museo y llega a la calle, va a sentir que a su alrededor hay algo un poco diferente”. Aquí reside el poderoso concepto político de Le Parc que, desde ya, trasciende las pinturas gigantescas dedicadas a la representación de escenas de tortura realizadas junto al grupo Denuncia en los años 70.

La revolución de Le Parc es algo vital, no necesita mostrar el drama ni ocultar la belleza, por el contrario, su grandeza se pone en evidencia con la atracción que ejercen sus obras. A la extensa exposición homenaje se suma el Museo Nacional de Bellas Artes, donde se expondrán obras tempranas y, por iniciativa del secretario Pablo Avelluto, se cobrará la entrada. Yamil Le Parc, hijo del artista y director artístico de las muestras, cuenta que se instalará una obra en el Teatro Colón, que su padre intervendrá el Obelisco y que, finalmente, esta inmensa movilización quedará registrada en un libro de 400 páginas.

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