6 de octubre 2018 - 13:28

Llega una campaña frenética y con una retórica más dura

Jair Bolsonaro.
Jair Bolsonaro.
Brasilia (enviado especial).- Como se esperaba, en las elecciones brasileñas ganó, de modo resonante, Jair Bolsonaro y, con él, el sector de la población que literalmente odia al PT y que se intoxicó con las novedades sobre las corruptelas de la izquierda. Sin embargo, como se esperaba también, hay otro Brasil que logró resistir esa ola intensa, básicamente lo que queda del voto del Partido de los Trabajadores, que logró colar a Fernando Haddad en el segundo turno del domingo 28. ¿Cómo reaccionará el país ni-ni que quedó preso del naufragio electoral de las terceras vías? ¿Qué fobia predominará en él, la que le inspira el lulismo o la de un futuro de libertades posiblemente recortadas y retorno de un aggiornado partido militar? Llega el tiempo de optar.

Con Bolsonaro, además del antipetismo crece un movimiento que plantea un nuevo orden en el que primen los valores conservadores, una economía de mercado irrestricta y la mano más dura que sea posible con la delincuencia organizada. Los mercados festejarán.

Las últimas encuestas, conocidas el sábado, acertaron bastante el resultado; la mayor cosecha de votos de Bolsonaro puede atribuirse al efecto de "voto útil" que desencadenaron esos mismos estudios, sobre todo a expensas del conservador Geraldo Alkcmin.

Se puede, entonces, dar por relativamente buenos, como punto de partida, los escenarios de segundo turno que esos mismos estudios dieron a conocer: 45% a 41% a favor de Bolsonaro según Ibope y 45 a 43 según Datafolha. Todo dentro del margen de error.

Se abre desde hoy una nueva y frenética campaña de tres semanas en la que todo puede pasar.

La fuerte ventaja que sacó Bolsonaro, si bien se quedó corta para darle la mayoría absoluta, hace que el futuro se presente más llano para él. Por eso, ya dio muestras ayer mismo, minutos después de haber votado, que seguirá trillando el surco que le dio resultados hasta ahora: no habrá alianzas, no dialogará con partidos ni con candidatos y buscará los votos de sus rivales derrotados con sus modos bruscos.

Bolsonaro apunta a romper con todas las líneas de diálogo conocidas, a descolocar el propio sistema de partidos. Resulta significativo, en ese sentido, que ya haya recibido el apoyo de los 200 diputados de la llamada bancada ruralista, que pertenecen a distintos partidos pero que coinciden en defender en el Congreso al agronegocio. Lo mismo pasó con los 92 legisladores evangélicos.

La suma de las bancadas "del buey" y "de la Biblia", además del seguro respaldo de la de "la bala", a la que pertenece el propio diputado Bolsonaro, le aseguran, en caso de llegar al poder una mayoría confortable, que lo pondría a tiro de las mayorías especiales necesarias para sacar adelante reformas como la previsional.

Haddad, en tanto, ya salió a cortejar a Ciro Gomes, Marina Silva y hasta al ex banquero central Henrique Meirelles, con quienes dijo haber "trabajado muy bien" cuando todos fueron funcionarios de Lula da Silva. Convocará, seguramente, a una alianza republicana contra la extrema derecha, pero no le será tan fácil sumar las voluntades que le faltan.

Convendrá, para el análisis, dejar ya de pensar en los índices de rechazo que muestran las encuestas. La polarización hizo que votar a Bolsonaro o al PT ya no sea un tabú para más de la mitad de los ciudadanos, por lo que ese indicador pasa a ser inocuo.

Si bien "El Capitán" o "El Mito" logró un éxito resonante, convendrá observar a su entorno. Su vice es un general de cuatro estrellas, Hamilton Mourão, que habló de derogar el aguinaldo y las vacaciones pagas y que, llamado a silencio por Bolsonaro, simplemente lo desobedeció e insistió públicamente con la cuestión. Tal vez no sea tan fácil que ese general y otros que formarían parte del gabinete de ministros obedezcan mansamente a un ex capitán de paracaidistas.

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