17 de diciembre 2018 - 00:01

Llevará tiempo poder cicatrizar las heridas que dejó la crisis económica

La dureza de la escalada cambiaria de 2018 superó hasta los pronósticos más pesimistas. Sorprendió la magnitud del "castigo" sobre el precio del dólar y el riesgo país, pese a las vulnerabilidades evidentes.

Christine Lagarde y Mauricio Macri.
Christine Lagarde y Mauricio Macri.
Foto: NA

El 2018 seguramente quedará en la historia como el año en el que la Argentina sufrió la crisis que no debería haber ocurrido. Si bien es cierto que las crisis no piden permiso para aparecer, era impensable un año atrás que podíamos sufrir una suba del tipo de cambio de más del 100%, un fuerte aumento de la inflación a alrededor de 45% y que el PBI iba a caer un 2,5%. La dureza de la crisis cambiaria superó hasta los pronósticos más pesimistas.

Sin duda que había vulnerabilidades como resultado de los déficits gemelos (fiscal y de cuenta corriente del balance de pagos) que dependían para su financiamiento de los inversores externos, pero lo que sorprendió es que el “castigo” sobre el tipo de cambio y el riesgo país fuera de la magnitud de la que fue.

El disparador de la crisis fue una conjunción de factores internos y externos que conspiraron contra el desempeño económico. Entre los factores externos el más importante fue la suba de las tasas de interés de largo plazo en EE.UU., que comenzó a principios de año y que generó un fortalecimiento del dólar a nivel mundial, y un menor apetito por activos de países emergentes que a la Argentina la afectó mucho más que a otros países de la región.

Entre los factores domésticos a la cabeza de todos se encuentra el déficit externo en la cuenta corriente del balance de pagos, que en gran medida fue el detonante de la corrida cambiaria. Argentina desde hacía unos años experimentaba déficits gemelos (fiscal y en cuenta corriente). La gran diferencia entre ambos es que el primero se puede financiar en pesos en el mercado local (incluso con impuesto inflacionario), mientras que el segundo sólo se puede financiar con dólares, o sea, con financiamiento externo.

Existe una regla no escrita que establece que cuando el déficit en la cuenta corriente llega niveles de 5% del PBI se prenden todas las alarmas y aumenta el riesgo de una crisis cambiaria. En la Argentina llegó a ese nivel a fines del 2017 y no por casualidad en ese momento comenzó la escalada del tipo de cambio.

Impacto del 28-d

La fórmula tradicional para corregir un déficit en la cuenta corriente es una baja del gasto (o sea una reducción del déficit fiscal) y una depreciación del tipo de cambio. En última instancia lo que viene haciendo el gobierno desde principios de año.

El otro problema fue que, a partir del 28 de diciembre y como resultado de una conferencia de prensa en la cual se anunció una suba en la meta de inflación de 10 % a 15%, el Banco Central perdió la brújula de la política monetaria, la política de metas de inflación se debilitó y no se dieron señales claras sobre lo que se pretendía hacer con la tasa de interés y con el tipo de cambio. El cambio en la meta no ameritaba una baja en las tasas de interés, ya que la inflación del 2017 terminó siendo 25%.

El gran problema en el caso argentino fue que la depreciación de la moneda, especialmente a partir de abril, generó un círculo vicioso en el que subas del tipo de cambio eran acompañadas por caídas de reservas internacionales y aumentos en los precios que a su vez agudizaban las presiones en el tipo de cambio y en el riesgo país.

Luego de varios intentos fallidos, la corrida cambiaria finalmente se pudo frenar en octubre con un fuerte apoyo financiero de alrededor de 57.000 millones de dólares del FMI. El programa fue de claro corte ortodoxo e incluyó un límite al aumento en la cantidad de dinero hasta junio de 2019 lo que llevó a una fuerte suba de tasas de interés. En la práctica el tipo de cambio ha flotado desde octubre, pero se lo ha logrado estabilizar dentro de una banda de cambiaria que se anunció en el programa con el FMI.

Mejora en fundamentals

Como resultado de las medidas adoptadas a lo largo del año han mejorado los “fundamentals” económicos. Ha habido una importante reducción del déficit fiscal y para el año 2019 se espera que luego de muchos años se logre un equilibrio de las cuentas fiscales antes de intereses (déficit primario cero), lo que ayudará disminuir las necesidades financieras del sector público para los próximos años y mejorar la solvencia. Al mismo tiempo se ha logrado también que se espere que se pueda mantener un tipo de cambio más competitivo y evitar que nuevamente se sufra un atraso cambiario.

Además, en el 2019 la Argentina contará con un amplio apoyo del FMI lo que asegurará que el país cuente con los recursos necesarios para cubrir los vencimientos de los próximos años sin tener que recurrir al mercado internacional de capitales, y con reservas internacionales suficientes para afrontar posibles salidas de capitales.

¿Qué podemos esperar para el 2019? Sin duda que la mejora en los “fundamentals” sienta las bases para que la Argentina tenga un mejor desempeño que en el 2018.

Sin embargo, llevará tiempo que cicatricen las heridas que dejó la crisis en la economía. Todo indica que la caída en el nivel de actividad está llegando a un piso y que en el primer trimestre deberíamos ver un rebote que se consolidará en el segundo trimestre con la cosecha gruesa y en el tercero con las menores tasas de interés y las mejoras en el poder adquisitivo del salario. Pero no debemos esperar un año de crecimiento exuberante, sino más bien una recuperación pausada que se irá consolidando en el tiempo y que será liderado por las exportaciones. El consumo se espera que repunte, y que a partir del 2019 tenga un rol más preponderante el crecimiento que en estos años.

También esperamos una fuerte baja en la tasa de inflación, que luego de un año en el que llegó al 47% anual bajaría a tasas más cercanas al 28/30% anual. Esta reducción estaría sustentada en menores aumentos de las tarifas de servicios y público y en un tipo de cambio que no sea mucho más estable que en el 2018, y ayudará a también bajen las tasas de interés.

Este escenario de mayor crecimiento, menor inflación y de un tipo de cambio más estable en gran medida depende de que no sea afectado por el proceso electoral. En los años de elecciones suele haber más volatilidad en el tipo de cambio y en el riesgo país. Pero también es cierto que esta vez la economía va enfrentar este desafío con buenos fundamentals, con más reservas internacionales y sin necesidad de buscar fondos en el mercado internacional de capitales.

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