14 de noviembre 2019 - 00:00

Mar del Plata: sobresale un melodrama brasileño

La vida invisible. Karim Ainuz logró otro melodrama de espíritu clásico, estilo personal y un elenco intenso.

La vida invisible. Karim Ainuz logró otro melodrama de espíritu clásico, estilo personal y un elenco intenso.

Mar del Plata - Transcurrió ya la mitad del 34° Festival de Cine de Mar del Plata, que termina este lunes con la exhibición de las películas premiadas y algunas otras. Poca difusión, pocas figuras y, peor aun, pocas películas de veras relevantes en la Competencia Internacional. Ahí la más destacable, por ahora, es la brasileña “A vida invisíbel”, de Karim Ainuz, que ha gustado a tirios y troyanos, modernosos y tradicionalistas, varones y mujeres, sobre todo a las mujeres. Sobre la novela de Martha Batalha “La vida invisible de Euridice Gusmao”, que cuenta los padeceres de dos hermanas en los años ’50 –la reprimida y la repudiada-, Karim Ainuz hizo hábilmente un melodrama de espíritu clásico, estilo personal, actrices intensas y moraleja contemporánea. Con eso logró su mejor obra hasta el momento (recordemos “Madame Satá”, “El cielo de Suely”, “Playa del futuro”), y la mejor de la competencia.

Le siguen la gallega “O que arde”, de Oliver Laxe, sobre un infeliz que vuelve a su aldea tras purgar una condena por piromanía (coguionista, el argentino Santiago Fillol); bastante más lejos la neoyorkina “Black Magic For White Boys”, de Onur Tukel, rescatada del Festival de Tribeca 2017, y pare de contar. Entretanto, fue bien aplaudido en la Competencia Argentina el drama de Delfina Castagnino “Angélica”, sobre una mujer que, trastornada por las amarguras que está viviendo, se refugia en la casa natal a punto de ser demolida. Quizás habría sido bueno poner esa obra en la Internacional. O ver dónde se refugia la gente del festival que imprimió menos catálogos de los debidos. No hay para la venta al público ni en el mercado paralelo para los coleccionistas. Se trata de una torpeza evidente por parte de los organizadores, pero desafortunadamente no es la única, ni siquiera la más grave.

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