25 de abril 2019 - 00:03

Mercados, entre el fantasma de la quita y el efecto Isonomía

Fue una jornada complicada para los activos argentinos. El peso y el real, los más castigados. Se enrareció el clima y hay señales de preocupación.

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Cuando el número de órdenes de venta supera ampliamente a las de compra, como ayer, los operadores hablan de pánico. Eso fue lo que se vivió en el mercado de deuda emergente con los activos argentinos y catapultó el riesgo-país a niveles de 950 puntos (+10,5%).Cierto es que también el escenario externo colaboró con señales desfavorables, sobre todo para los emergentes. Por ejemplo, el índice dólar (Dollar Index Spot), un termómetro para los emergentes, trepó ayer a 98,173, coqueteando con los máximos. Señal de que los inversores buscan refugiarse en cash. Además, en Wall Street la temporada de resultados parece no venir del todo bien y temen por el bienestar de los índices bursátiles. Y a Europa no le va mejor. O sea, un combo externo complicado. Bajo esta lupa los inversores evalúan el caso argentino.

Sin embargo, como ocurrió con el blindaje de De la Rúa a fines de 2000 o incluso sobre el epílogo del Gobierno de Alfonsín, los inversores parecen descreer de la eficacia de los gobernantes de turno para salir de la crisis y paran los oídos a todo tipo de rumor y trascendidos. La actual coyuntura parece tener algunas semejanzas. Ni el mega salvataje del FMI, ni la mejora de los números fiscales, ni la corrección del déficit de la cuenta corriente, parecen surtir efecto sobre las expectativas de los inversores.

La dinámica que están teniendo las cosas ya inquieta demasiado. Sobre todo porque se retroalimenta. La clave de todo el esquema diseñado para navegar las turbulentas aguas electorales requiere anclar las expectativas inflacionarias y desacelerar la tasa de inflación. Pero cada salto del tipo de cambio nominal casi impone un cotidiano “volver a empezar” y “barajar de nuevo”. O sea, se vuelven varios casilleros para atrás confundiendo la toma de decisiones de los agentes económicos que se cuestionan si el Gobierno perdió la brújula.

Ayer, además de los duros datos financieros, hubo rumores y trascendidos para todos los gustos. Desde Nueva York un grupo de portfolio managers criollos en road show por la Gran Manzana replicaban rumores de que políticos cercanos al kirchnerismo y al peronismo no K, se habían reunido con fondos y bancos de Wall Street y hablaron de la próxima quita de la deuda. Incluso dicen que se tiró un número, en torno del 30%. Sobre esto se tejieron innumerables especulaciones. Nadie dio la cara.

Pero el chivo expiatorio por excelencia, a nivel local, en todas las mesas de operaciones sigue siendo la última encuesta de la consultora Isonomía que da a Cristina como la próxima presidenta. Sobre llovido, el adelanto del libro de la expresidenta vino a aderezar los temores de que Cristina finalmente será candidata. Así lo leyeron, tiernamente, los inversores. Quizás como otra rústica excusa. Pero la verdad que pensar que una tan temprana encuesta, a cuatro meses de las PASO y seis de la primera vuelta, determine los ánimos de los inversores como para liquidar fuertes posiciones y asumir duras pérdidas, sirve más de pretexto que para entender claramente el porqué. Pero todo sirve a la hora de justificar. Ahí el temor a un nuevo default viene como anillo al dedo. Aunque en el mercado ya operan pensando que, gane quien gane, alguna reestructuración podrá encarar.

Con relación a la mencionada encuesta, desde el laboratorio de campaña del oficialismo creen que Macri va a mejorar, sencillamente, porque más abajo de lo que dio Isonomía ya es muy preocupante. La lectura política dice que el Gobierno se está quedando sin argumentos y sino le pone un freno a la inflación estará en problemas. “Si la inflación no tiene piso, Macri tampoco”, es la advertencia de un experto encuestador. Los recientes anuncios le pueden hacer recuperar algo de la caída, pero lo preocupante es que es fácil caer y subir rápido, sobre todo caer, pero cuando se está en valores de desaprobación de dos tercios seguir cayendo es porque la gente manifiesta sentir “dolor” con la inflación (un mes de casi 5% y un trimestre de 12%). La inflación y el dólar son los termómetros que miran los argentinos, quienes piensan que van detrás perdiendo todos los días.

Como se está viendo, según los últimos datos del BCRA, la dolarización electoral parece haberse adelantado unos meses, poniendo en jaque los pronósticos no solo de los “carritreidistas” sino del mismo Gobierno y BCRA. Ayer a nivel cambiario el dato que inquietó fue el volumen de la demanda local a pesar que sigue el torniquete monetario y están los dólares del Tesoro y los de los agroexportadores. Ello obligó al BCRA a operar en el mercado del dólar futuro para estabilizar el “spot” o contado. A su vez, los apostadores del “carry trade” reconocen que el escenario se complicó, ya no es apto para cardíacos, por lo que reducen exposición. Y si bien el Gobierno tiene unas pocas herramientas para estabilizar al dólar (aún es muy temprano para pensar en que el FMI ceda y deje al BCRA intervenir libremente en el contado) no tiene ninguna para el mercado de deuda. Por eso el economista Norberto Sosa, de IEB, cree que el riesgo-país, lamentablemente, puede seguir subiendo y la pendiente de la curva puede seguir empinándose. Ayer, en paralelo con los rumores de una nueva quita de deuda, los operadores parecieron transar ayer teniendo en mente ese 30% que circuló entre WhatsApp y mails. Claro que nadie puede soslayar que la mayoría de los tenedores de bonos y accciones argentinos, ni hablar de los de pesos, han perdido mucha plata el año pasado, y otro tanto en lo que va de 2019. Por eso las grandes manos del mercado se preguntan dónde está el piso de todo esto. Un operador de un banco norteamericano respondía a esto diciendo que los bonos argentinos podrían seguir ajustando hasta llegar a paridades cercanas al 70%, en línea con los rumores de la quita del 30%. Pero todo aún está por verse.

Se tienen entonces, aparentemente, ingredientes del pasado, como por ejemplo gente de la oposición susurrando a los inversores de que el Gobierno está acabado, como dicen que el entonces diputado Domingo Cavallo hizo con Raúl Alfonsín, y una administración que parece no dar pie con bola en pos de generar credibilidad y revertir la crisis de confianza. Las últimas medidas son una prueba acabada de esto. Nadie cree en ellas ni en sus resultados.

Si las chances de Macri dependen en gran medida de que baje la inflación, y debe convivir con un dólar flotando por las amplias bandas de la zona de no intervención, el panorama no luce sencillo. Con los recientes saltos del dólar todo se retroalimenta. “Se ha entrado en un círculo vicioso donde sube el dólar, suben los precios, la gente se asusta y compra dólares, y todo vuelve a empezar, como algo medio imparable”, ejemplificó el actual escenario un legendario gestor de fondos de bancos internacionales. Nadie se atreve a hablar de “game over” pero reconocen que el tema está difícil.

Ayer la Argentina sufrió por factores idiosincráticos como Isonomía y demás condimentos criollos y por factores externos al estar atado al tren emergente. Claro que la debilidad argentina hace que sufra más que el resto. Pero en el medio de los malabaristas electorales y los tenedores de deuda, la población sufre en carne propia los desaciertos oficiales, los egoísmos opositores y la avaricia de los especuladores.

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