13 de junio 2017 - 08:38
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Miguel Ángel Solá: Es todo copyright. Asociado a empresas que mandan el copyright. Todo es dinero. Es muy triste. El periodista nació para otra cosa. No veo buenas formaciones en los chicos.
M.A.S.: Desconfío de todo lo que leo en los diarios. Antes leía a los columnistas con devoción y hasta atravesaba sus pensamientos. Pero ya no necesito ir al papel. Veo que la televisión está hecha para zombies. Es repugnante. Manifiesta todas las formas de violencia que existen y confronta todo al extremo por lo que no puede existir una convivencia.
P.: ¿Pero cuánto de lo que ve en los medios considera cierto?
M.A.S.: La convivencia te la dicta la Ciudad. Con las baldosas sueltas, con el peligro para los niños. Esta Ciudad, que ensucian y prostituyen 20 millones de personas a diario, te da la pauta de cómo viene la mano. Y los medios hacen reflejos de la realidad. Que en realidad es la resaca de la realidad, porque esa no era nuestra realidad. Teníamos otra cultura y capacidad. Ahora somos un país que va a pagar caro el haber crecido tanto intelectualmente en 200 años para terminar bajando de esta manera.
P.: ¿Se identifica con algún partido político?
M.A.S.: Lo veo a Luis Zamora y veo a un tipo normal ante la vida. Con convicciones. Pero no se trata de votar. Maldigo a los que nos roban para toda la eternidad. Si hay reencarnaciones, quiero que sean sapos. Que se arrastren. Que sean cucarachas. Y ahí no distingo a hombres de mujeres. Todos los que sean malas personas.
P.: En la obra sí hay una diferenciación entre hombres y mujeres. Paula Cancio, su pareja, interpreta a una subdirectora que debe luchar por su cargo con el machismo de por medio. ¿Se considera una persona machista?
M.A.S.: Para nada. Mis padres no me criaron así. Siempre me trasmitieron el respeto hacia el otro. Con los hombres, incumplí esa palabra. He roto alguna nariz en algún momento. Pero con las mujeres no se me ocurriría. Me gustan las mujeres, las quiero. Las que no me gustan, son las malas personas. Y esas no distinguen de género. Lo que privilegio es la capacidad. La posibilidad de mostrar el talento. No me meto en luchas ni de clases, ni de género. Eso sí, voy a ir con la pancarta en contra de la violencia porque si se mata a una mujer por día estamos hablando de una locura. Es algo brutal.
P.: En un momento su personaje dice "la única manera de que nos llegue la juventud es por contagio". Esa frase se adapta a su vida. Tuvo parejas bastante más jóvenes y ahora a Paula le lleva 35 años y tiene una hija de cuatro años. ¿Se siente rejuvenecido?
M.A.S.: Es una felicidad hermosa que me dio la vida. No creí que me iba a enamorar, y me pasó. Trabajamos y hacemos nuestro camino, juntos. Que vaya comprendiendo las claves de este trabajo es mi forma de agradecimiento a todo lo que hace por mí. Por eso pedí hacer esta obra con ella. Porque algunos directores le iban a negar ciertas cuestiones. Y de esta manera aprendió a actuar en libertad. Y es valioso, porque hay muchos boludos dando vuelta.
P.: ¿Es tan miserable el mundo del teatro?
M.A.S.: Es que algunos se creen pintores y piensan que hacen un cuadro. Hay que rehuirles porque pese a que son conceptos que en determinado momento sirvieron, ya no. Hay mucho vedetismo: buena gente, buenos profesionales y también nabos. La libertad arriba del escenario es buscar el mejor espacio para el compañero.
P.: Sus últimos trabajos en teatro siempre fueron con sus parejas, ¿por qué?
M.A.S.: Porque no tolero a otra. No sé obedecer, ni sé mandar. Quiero que quien trabaje conmigo sepa generar el espacio para el otro sin molestar, sin lastimar. Con una simple búsqueda y con buenas ideas, se tiene que convencer. Salvo a los tontos. A esos no se los convence con nada.
P: Es uno de los actores más respetados de Argentina y España. ¿Por qué no se lo ve en más obras?
M.A.S.: Porque la idiotez y la maldad no se combate con nada. La incapacidad de darse cuenta entre quien genera verdad y quien genera mentira, tampoco. Muchos quieren guita y cuando hablás de una obra, se preguntan: ¿es comercial? Hace 20 años que no estoy. Y parece que por no estar, tendría que no estar otros 20 años. Como si hubiera renunciado a mi nacionalidad. Como si no hubiera existido. Que haya pelotudos que te nieguen el lugar con mucha fuerza de atracción hacia la gente, es problema de los pelotudos. Yo voy a venir todas las veces que sea necesario. No soy un turista. Sigo la ruta del trabajo. No tengo bienes económicos. Tengo tres hijas a las que le voy a dejar honestidad, fuerza, capacidad y talento. Ese va a ser mi regalo. Lo demás es lo de menos.
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