20 de marzo 2020 - 00:00

Una crisis rampante y las cacerolas activan, por fin, a Bolsonaro

Convocó a un gabinete de emergencia y cerró las fronteras, salvo con Uruguay, por 15 días. Su hijo provocó un roce severo con el Gobierno chino.

La protesta de los aislados. Las cacerolas sonaron fuerte en las últimas noches en las principales ciudades de Brasil contra lo que muchos ciudadanos entienden como una actitud ligera del Gobierno ante la pandemia.

La protesta de los aislados. Las cacerolas sonaron fuerte en las últimas noches en las principales ciudades de Brasil contra lo que muchos ciudadanos entienden como una actitud ligera del Gobierno ante la pandemia.

Brasilia - Tras sufrir el miércoles una segunda noche de cacerolazos en varias ciudades de Brasil y en medio de un alarmante crecimiento de los casos de coronavirus, con las primeras muertes reportadas, el presidente Jair Bolsonaro parece haber reaccionado por fin. Así, poniendo coto a su actitud desaprensiva hacia los efectos de la pandemia, a la que inicialmente calificado como “una fantasía de la prensa”, ordenó en cierre de las fronteras por quince días con todos los países, con excepción de Uruguay.

En San Pablo, Río de Janeiro y otras ciudades, los cacerolazos fueron intensos, más el miércoles que el martes, un reproche de muchos brasileños a lo que consideran una actitud despreocupada del Gobierno en el inicio de la emergencia sanitaria.

Además de sus declaraciones negacionistas, causó un fuerte impacto la actitud de Bolsonaro del domingo, cuando violó la cuarentena a la que estaba sometido para saludar a los asistentes a una manifestación convocada en su favor y en contra del Congreso y el Supremo Tribunal Federal. Además de desoír su aislamiento, el mandatario se mezcló con la multitud, estrechó manos, dio abrazos y manipuló teléfonos ajenos para sacarse fotos.

Ante los crecientes cuestionamientos políticos, mediáticos y ciudadanos, el ultraderechista pareció cambiar de actitud el miércoles cuando reconoció por primera vez en una rueda de prensa con varios de sus ministros, todos con barbijos de protección, que la pandemia es un asunto “grave”.

Tampoco eso, sumado a la conformación de un gabinete de emergencia, surtió el efecto esperado. La conferencia de prensa, que no dio lugar a ningún anuncio, fue considerada por numerosos comentaristas como una “puesta en escena patética” orquestada por un Bolsonaro que no paró de ponerse y sacarse la mascarilla hasta dejarla colgando de una oreja.

También su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, provocó controversia. Este, vinculado a grupos de la ultraderecha mundial, acusó el miércoles por la noche a China de haber ocultado información vital sobre el Covid-19 y comparó esa actitud con la de las autoridades soviéticas en el desastre nuclear de Chernóbil en 1986.

“Más de una vez la dictadura prefirió esconder algo grave a exponerlo sufriendo un desgaste, pero que salvaría innumerables vidas”, escribió en Twitter Eduardo Bolsonaro. “La culpa (de la pandemia) es de China y la libertad de expresión sería la solución”, prosiguió.

China, primer socio comercial de Brasil y gran inversor en el país sudamericano, no tardó en replicar.

“Sus palabras son sumamente irresponsables y nos suenan familiares. No dejan de ser una imitación de sus queridos amigos. Al volver de Miami, contrajo, desafortunadamente, un virus mental, que está infectando las amistades entre nuestros pueblos”, indicó en la red social la embajada china en Brasilia.

Brasil pidió ayer una “retractación” del embajador chino en el país por publicaciones “ofensivas” contra el presidente Bolsonaro.

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