31 de octubre 2019 - 00:00

Deuda externa y FMI: ¿renegociar o dejar de pagar?

El gobierno de Mauricio Macri, el nuevo presidente electo Alberto Fernández, todos los economistas (sean oficialistas u opositores), los consultores del establishment económico local e internacional, el propio FMI, todos, sin excepción, afirman que es imposible pagar los próximos vencimientos de deuda externa.

bcra fmi.jpg
NA

Hay un punto donde el acuerdo es unánime. El gobierno de Mauricio Macri, el nuevo presidente electo Alberto Fernández, todos los economistas (sean oficialistas u opositores), los consultores del establishment económico local e internacional, el propio FMI, todos, sin excepción, afirman que es imposible pagar los próximos vencimientos de deuda externa. Es algo que siempre sostuvimos desde la izquierda, pero que ahora se hace tan patente, que ya nadie lo niega. Es verdad: la Argentina tiene vencimientos en los próximos años por 150.000 millones de dólares (entre ellos los u$s 45.000 que ya entraron del acuerdo con el Fondo). Y hasta podemos precisar más aún en el tiempo el problema: en los próximos seis meses vencen 30.000 millones de dólares (15.000 en dólares y la otra mitad en pesos).

Si a esto le agregamos que Fernández llegará a la presidencia con reservas casi nulas y un montón de bonos y letras en pesos con vencimientos “pateados” para adelante por el macrismo, es más que obvio que no existe ninguna posibilidad de pagarlos. Por eso ya están abiertas todas las vías de negociación. Los economistas del Frente de Todos afirman que ya se reunieron con los acreedores más importantes y tienen un pre-acuerdo para correr para adelante los próximos vencimientos de capital, garantizando a cambio pagar en tiempo y forma el 100% de los intereses y no hacer ningún tipo de quita. Los acreedores felices: las cotizaciones actuales de esos bonos (y el riesgo país), demuestran que ellos aún tendrían ganancias con una quita de hasta el 40%.

Pero esta negociación, que se la denomina “a la uruguaya”, porque se busca mostrarla como similar a la que realizó ese país en 2003, obligará a nuestro país a un ajuste aún mayor al actual para garantizar esos pagos de intereses. Poniéndolo en números: si hoy, tras el fuerte ajuste requerido por el FMI, tenemos un déficit fiscal de -1%, para poder hacer sustentable este reperfilamiento será necesario pasar a un superávit de 3%. En números: un ajuste de 16.000 millones de dólares: ¡más de un billón de pesos!

Pero este acuerdo tiene otro problema: el FMI no acepta ninguna negociación donde no sea “acreedor privilegiado”. Inclusive acepta que a los bonistas privados se les haga una quita, si es necesario para que primero cobre el Fondo. El FMI, por supuesto, también acepta una renegociación que haga correr hacia adelante sus propios vencimientos. Pero sus exigencias para acordarlo son pasar del actual stand by a un “crédito de facilidades extendidas”, donde el gobierno argentino se comprometa a poner en marcha un ajuste aún mayor, una reforma laboral y otra previsional.

Como vemos, ya sea que se termine negociando “primero” con los acreedores privados y luego con el FMI o, al revés, primero con el Fondo y después con los bonistas, en cualquiera de los dos casos se vendrá un feroz ajuste contra el pueblo trabajador. No existe ninguna posibilidad que se lleve adelante estas negociaciones y, al mismo tiempo, que haya mejores salarios, más empleo o más plata para salud, educación y vivienda. No habrá “reactivación económica”. El gobierno de Fernández terminará, de esta forma, siendo el nuevo administrador del ajuste. La opción es de hierro: o el FMI y los acreedores o las necesidades de los trabajadores. Es imposible pagar las dos cosas a la vez. Por eso, si de verdad se quiere resolver las más urgentes necesidades populares, la única salida es romper el acuerdo con el FMI, suspender inmediatamente los pagos de deuda externa y, entonces sí, se tendrán los recursos necesarios para hacerlo.

(*) Economista. Dirigente de Izquierda Socialista.

Dejá tu comentario

Te puede interesar