Un balance del 2025 muestra que fue un año con volatilidad financiera reflejada en las subas y bajas del riesgo país, que osciló entre los 600 y un pico de 1.500 puntos, en las reservas bajo ataque y en el que el nivel de actividad muy probablemente no muestre crecimiento respecto de los niveles de diciembre del año pasado. En cuanto a la inflación se detuvo el ritmo descendente que empezó en enero de 2024, y en la segunda mitad de este año está redondeando un 2.2% mensual, por encima de los objetivos del gobierno.
El año que tensó los mercados y reacomodó el tablero político
Un año de sobresaltos cambiarios, riesgo país en vaivén y tensiones políticas cerró con señales de alivio y expectativas de estabilidad para 2026, aunque persisten desafíos clave.
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La mejor inversión del 2026
Economista, Director Ejecutivo de Econviews.
Pero el año termina con un panorama alentador, y con la expectativa de que en 2026 se consoliden la estabilidad macroeconómica y el crecimiento.
A lo largo de 2025 hubo varios cimbronazos que amenazaron la marcha de la economía y que testearon la capacidad del Gobierno de sostener la política cambiaria. El gobierno enfrentó los momentos más difíciles a partir de mediados de año cuando se terminó la liquidación de la cosecha de soja, y que coincidió con el comienzo del período electoral y con reveses importantes en el Congreso. Fueron los meses en los que el gobierno tuvo que vender dólares y subir las tasas de interés para sostener el tipo de cambio y evitar que se escapara el dólar, y en los que sufrió una fuerte suba en el riesgo país. El panorama se complicó cuando el 7 de septiembre sufrió una derrota por casi 15 puntos en la elección de la provincia de Buenos Aires, a sólo 50 días de la elección nacional que el gobierno visualizaba como un plebiscito de la gestión de Milei.
A mediados de octubre, ya próximo a las elecciones, la situación se había tornado crítica porque las reservas estaban bajando a niveles preocupantes y se hacía cada vez más difícil al Banco Central mantener el tipo de cambio dentro de la banda. Fue en ese momento cuando apareció el apoyo del Tesoro de EE.UU., anunciando un swap de monedas por 20.000 millones de dólares y comenzó a intervenir en el mercado cambiario vendiendo dólares y comprando pesos. Este apoyo se sumó al del FMI, que se había dado en abril con un desembolso inicial de u$s12.000 millones, destinados a apoyar el cambio del régimen cambiario del crawling peg a la banda cambiaria.
El traspaso a precios y el ancla cambiaria
Un dato relevante del año es que el salto cambiario de niveles de 1.100 a 1.500 pesos que se dio entre junio y octubre (una depreciación del 35%) tuvo muy poco impacto en la inflación. Fue una grata sorpresa, celebrada por el gobierno porque mostró que se había roto el traspaso mecánico dólar-precios. A pesar de este bajo pass-through, el Banco Central no tiene aún la confianza necesaria para liberar el tipo de cambio, que sigue controlado con recelo por temor a un rebrote inflacionario. El gobierno parece insistir en usar el tipo de cambio como ancla nominal, en un contexto donde las expectativas de inflación están más controladas que en programas anteriores.
La pata más floja del programa por ahora ha sido la recuperación inicial de la economía. Si bien al principio se hizo alarde con el famoso “p.. de buzo”, el rebote inicial se agotó desde principios de año porque el nivel de actividad en su conjunto muestra un estancamiento del cual aún no ha podido salir. Aunque sectores como energía, agro y minería crecen, el consumo masivo y buena parte de la industria continúan en recesión. El crecimiento preocupa y se agravó este año por el apretón monetario de mediados de año, que afectó al consumo y la actividad en general.
Lo que viene: estabilidad, reformas y riesgos
Mirando hacia adelante, aparecen más luces que sombras. El resultado favorable de las elecciones y el apoyo financiero del gobierno de Donald Trump mejoraron las perspectivas económicas y financieras. El swap de monedas se anunció como el instrumento que asegura el pago de la deuda externa hasta 2027, reduciendo significativamente el riesgo de default.
La estrategia oficial es continuar con el modelo actual cuyo principal soporte es el equilibrio fiscal, necesario para mostrar un quiebre con el pasado de inestabilidad y para permitir que la inflación siga bajando y que Argentina pueda volver a los mercados internacionales de deuda. El segundo eje son las reformas estructurales, apuntadas a mejorar la eficiencia de la economía: desregulación, apertura económica, una reforma laboral aún incierta y una reforma tributaria que reduzca la carga impositiva y la informalidad.
En un contexto de tasas de interés más bajas, aumento del crédito y mejor clima de negocios, debería verse una mejora en el nivel de actividad y una lenta recuperación del consumo.
Un elemento central es seguir reduciendo la inflación, especialmente luego de observar que la tasa mensual aumentó de 1,5% en junio a 2,3% en octubre. Lo más probable es que veamos una caída gradual durante los primeros meses de 2026.
La pata floja del modelo continúa siendo la fragilidad de las reservas, insuficientes para dar tranquilidad sobre el pago de la deuda externa y para resistir eventuales cisnes negros. Es un reto pendiente, incluido en las metas del FMI.
En conclusión, termina un año difícil, en el que el gobierno tuvo que enfrentar desafíos financieros y políticos. Tras las elecciones de octubre hubo una mejora notable en las expectativas, reflejada en la baja del riesgo país, la reducción de tasas de interés, una mayor estabilidad financiera y un repunte en la confianza. Ahora el desafío es aumentar reservas, sostener la estabilidad y lograr pasar de la reactivación al crecimiento económico.





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