15 de enero 2020 - 16:42

Inflación en la era Macri: la demostración de tu incapacidad para gobernar

La espiralización del problema de precios de los últimos años respondió a tres grandes errores de diagnóstico, combinados con una notable obcecación ideológica, que anuló la posibilidad de maniobra ante la evidencia del fracaso.

El expresidente Mauricio Macri.

El expresidente Mauricio Macri.

Foto: NA

Cerró la mayor inflación desde 1991, acelerando de forma galopante a partir del piso de 2017. La inercia hacia delante es importante. No resulta lógico pensar un escenario de reducción rápida e, incluso, puede ser contraproducente y desestabilizante para los equilibrios macroeconómicos.

La espiralización del problema de precios de los últimos años respondió a tres grandes errores de diagnóstico, combinados con una notable obcecación ideológica, que anuló la posibilidad de maniobra ante la evidencia del fracaso.

El primer problema fue el error seminal de considerar que los precios de fines de 2015 estaban ajustados al dólar paralelo. Bajo esta valoración, la liberación del tipo de cambio no iba a tener mayor impacto sobre los precios internos.

Muy por el contrario, buena parte de los insumos productivos en aquella época se compraban al dólar oficial de $9,85, y el salto hasta $14,5 no pudo más que trasladarse a precios. Así, el primer semestre de Gobierno de Mauricio Macri promedió una inflación del 4,5%, con pico de 6,5% en marzo (IPC-CABA). Lejos estaban los precios de encontrarse arbitrados al Blue o al CCL.

El segundo problema tuvo que ver con la subestimación del impacto de las tarifas de servicios públicos, y otros regulados sobre el costo de vida. Gas, electricidad, agua, transporte, peajes, prepagas. En todos los casos, incrementos muy por encima de cualquier otro índice y de una evolución justa y razonable.

Pero los tarifazos no solo tuvieron efecto directo, por el impacto de las boletas que llegaban cada mes a los hogares. Semejantes aumentos sobre la producción y el comercio, no podían ser más que trasladados al consumidor final, disparando efectos de segunda ronda. La mirada simplista de la administración anterior, soslayó los canales de transmisión de los servicios básicos al resto de precios de la economía.

El tercer desatino (el más permanente) fue validar la teoría monetaria ortodoxa como única fuente para explicar —y atacar- la problemática de precios en Argentina. Esa letanía neoliberal, encapsuló la política anti inflacionaria en el Banco Central, que eligió a la tasa de interés como única herramienta válida y suficiente. Bajo esta lógica, un incentivo de tasas superlativo, iba a inclinar la balanza en la decisión ahorro-consumo, motivando que el exceso de liquidez se aplique en instrumentos de ahorro, y esto reste presión sobre los precios internos. Nada de eso ocurrió.

La tasa exorbitante solo alimentó al monstruo de la deuda, vía inflación de costos con empresas que no podían soportar sobre sus espaldas el incremento del costo financiero diferencial. Más aún, este arreglo macroeconómico profundizó la recesión, porque el impacto de la tasa elevada a la actividad interna fue inmediato. La política de tasas, derivó en el peor de los mundos con más inflación y más recesión: estanflación.

A lo largo de estos años, la subestimación de la inflación fue supina. Empezaron con un optimismo exacerbado sobre las veleidades de las metas de inflación, pasaron a una confianza ciega al régimen monetario estricto de Sandleris y terminaron culpando a nuestra cultura inflacionaria histórica, con el cinismo de Hernán Lacunza, mostrando cálculos flojos de papeles para justificar que el promedio histórico de la inflación argentina es superior a este indigno 55%.

No hay fórmulas mágicas. Posiblemente el mejor aprendizaje que se puede llevar la nueva administración es que grandes problemas requieren de tratamientos parsimoniosos y sin atajos. Sin proyecciones grandilocuentes. Pisando en concreto. Utilizando una batería de instrumentos, y sin casarse ideológicamente con ninguna cosmovisión totalizante. Pragmatismo y muñeca para adecuarse a nuevos escenarios. El Acuerdo Económico y Social, parece una tecnología novedosa, en ese camino. Permitirá englobar al problema de la inflación en un todo más amplio, que es la distribución del ingreso, coparticipando a los actores reales de la discusión política.

“La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”, dijo Macri. Y eso fue. Un incapaz.

(*) Economista y docente, UBA y UNdAv.

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