Nuestro país se encuentra ante el desafío de volver a crecer durante dos años consecutivos, como no ocurre desde hace catorce años. Todos los pronósticos apuntan a que eso ocurrirá, sobre todo descansando en la premisa de que será un año de reformas estructurales. Es cierto que el oficialismo llega muy bien parado a la escena parlamentaria para poder pasar estas reformas y eso genera entusiasmo, pero son menos las preguntas sobre si, en efecto, el diseño de esas reformas que se tratarán son las que volverán a poner a Argentina en la senda del crecimiento sostenido.
La economía acelera, pero el verdadero desafío está por venir
La economía avanza con proyecciones alentadoras, aunque dependerá de reformas acertadas, mayor productividad y un programa macro que impulse sectores clave sin perder estabilidad.
Director y socio de Invecq.
Voy un paso atrás. En los últimos días, se desató polémica tras los números de crecimiento económico que arrojó el INDEC para el mes de septiembre, donde se corrigió la serie hacia atrás, mostrando que la economía tuvo una mejor performance en el segundo trimestre del año de lo que se había evidenciado en los reportes anteriores. La polémica surge por dos razones fundamentales: la primera es que el INDEC estuvo intervenido muchos años en nuestra historia reciente y esa experiencia traumática abre la posibilidad de que podamos poner en cuestionamiento si el organismo está teniendo nuevamente algún tipo de intervención. Esto no es así, y ojalá no vuelva a serlo nunca. Es difícil dimensionar el daño que ha causado aquella intervención a la credibilidad local e internacional.
El desconcierto entre datos y sensaciones
El segundo factor por el cual el dato se cuestionó es porque varios meses que habían arrojado números negativos contra el mes inmediato anterior fueron revisados, cambiando su signo a positivo, en un contexto donde muchos datos —y quizás los palpables por la sociedad— no están arrojando mejoras. Para poner un ejemplo, es entendible que, si la morosidad bancaria está en un pico máximo de los últimos quince años, surja la pregunta de cómo puede coexistir eso con una economía que se recupera e incluso crece al 5% anual. Posiblemente esa pregunta sea menos recurrente en una población que hoy se encuentra viviendo en la Pampa húmeda con niveles de cosecha récord y commodities al alza, con menores retenciones.
Lo que quiero afirmar con lo anterior es que usualmente tenemos sesgos a escuchar la realidad con la que convivimos, pero eso no necesariamente describe lo que está pasando en el consolidado de la economía. Es decir, la economía sí está creciendo a un ritmo del 5%, lo que no significa que mes a mes se esté creciendo, sino que el promedio contra el año anterior es superior.
Un esquema macro en plena transición
Lo que está pasando en esta economía es que, en vistas de consolidar un proceso de estabilización, el ordenamiento macroeconómico implica tareas que cambian el eje de los negocios. El cambio de precios relativos, necesario para la desinflación, implica que los costos (tarifas, prepagas, transporte, combustibles y otros) suban más que el promedio de los precios de la economía, al tiempo que la posibilidad de trasladar aumentos al consumidor se achica. Esto comprime márgenes y obliga a las empresas a reducir estructuras o ganar nuevos clientes, locales o externos.
A su vez, vamos hacia una economía más abierta, que reduce aranceles y aspira a nuevos acuerdos comerciales en un mundo más reticente a comerciar que hace diez años, donde cada país busca proteger su propia industria.
Frente a este contexto, las actividades con mayor demanda global —minería, energía, servicios basados en el conocimiento, economías regionales— serán las que lideren el crecimiento, y el resto acompañará. No vamos hacia un escenario de aumento del consumo basado en precios máximos, subsidios o programas como tarjeta alimentar, sino que traccionará primero el consumo en los segmentos ligados a los sectores líderes. No es casualidad que desde 2017, mientras los salarios reales caen cerca del 12% en el sector privado, solo Neuquén y la Ciudad de Buenos Aires lograron que los ingresos de su población crecieran.
Este crecimiento más lento del resto de los sectores puede dinamizarse si las reformas que necesita la economía no solo son aprobadas en el Congreso, sino que además son efectivas y mejoran la competitividad.
La informalidad estará en el centro de la agenda por dos razones: genera competencia desleal e incentiva a aumentar el empleo y la actividad informal; y existe una relación bidireccional con la productividad. Las empresas informales son menos productivas, invierten menos en capacitación, tienen menor acceso al crédito y reducen sus posibilidades de inversión.
Algo relevante: cualquier reforma que no sea coordinada entre Nación y provincias está destinada al fracaso. Si Nación reduce la carga tributaria y las provincias la aumentan, el resultado puede ser incluso peor.
Por último, me animo a aconsejar que corren tiempos de mirar la empresa hacia adentro más que las señales que vienen desde el Estado. El gobierno tiene el objetivo de estabilizar y abrir la economía, posiblemente con un tipo de cambio en la zona baja, no de hacer políticas productivas o de consumo. Saber en qué cancha se está jugando sirve para pensar estrategias dentro del campo de juego propio.





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