2 de agosto 2019 - 10:53

El ocaso del "modelo Leliqs"

El Banco Central está en el centro del debate, en medio del estancamiento de la economía y el deterioro social.

La gente se desprende de los pesos y persigue los dólares.

La gente se desprende de los pesos y persigue los dólares.

La propuesta básicamente se enfocó en un descenso de los intereses de dichos instrumentos financieros, lo que permitiría un ahorro, dentro de un manejo distinto de la política económica general, orientándola al crecimiento del mercado interno, con llegada a las pymes, reeditando el círculo virtuoso de una economía tirada por la demanda. Desde el gobierno salieron a cruzar la propuesta, acusándola de meter ruido intencionalmente a pocos días de las PASO, tratando de ligar al candidato opositor a una especie de declaración de default que perjudique al país o de querer generar una corrida cambiaria.

En primer lugar, para evaluar y analizar lo que está en el centro del debate, hay que dejar en claro que una disminución de los tipos de interés de ninguna manera significa que las Letras de liquides no vayan a pagarse. La debilidad de la economía argentina hay que buscarla en la liberación total de los mercados financiero y cambiario implementada por el gobierno, una política que ni siquiera establece cuándo los exportadores tienen que liquidar sus ventas, y que ha demostrado ser un estrepitoso fracaso para controlar el dólar y la inflación. La interminable fuga de capitales, que ha dilapidado el esfuerzo del país en volver a endeudarse en los mercados internacionales y con el FMI, ha vuelto a poner al dólar en el núcleo del éxito o fracaso del actual modelo.

Así, para contener el precio de la moneda estadounidense, el Banco Central ha elevado los intereses con un doble objetivo: que los activos en pesos no se vayan a la moneda norteamericana y que la contracción de la economía sirva para bajar la demanda. Lo que otrora eran las Lebacs, ahora son las Leliqs, cuyo stock no para de crecer y actualmente se ubica en $1,18 billones, equivalente al 40% de las reservas o al 85% de la base monetaria, con una tasa de interés anual cercana al 60%. Semejante combinación ha significado una erogación para las arcas públicas que solo en el mes de junio insumió unos $56.944 millones y en los primeros 6 meses del año llegó a $297.000 millones.

La posibilidad de bajar las tasas de Leliq para expandir la economía y mejorar la situación social debe entenderse dentro de un programa económico general

La política de contraer la expansión monetaria con intereses más altos es muy contraproducente y riesgosa, porque restringe la masa dineraria actual a costa de un mayor circulante en el futuro, es decir, solo patea el problema para más adelante, esperando una solución milagrosa, léase que mejore la economía y las finanzas públicas, lo que nunca ocurre en este modelo contractivo. Se va generando un efecto de olla a presión que tarde o temprano termina por explotar, como sucediera con el salto del tipo de cambio en 2018, que creció más del 100%. Si bien los intereses de las Leliqs los paga el Banco Central y no el tesoro, eso solo es un aspecto contable a la hora de evaluar la sustentabilidad de la política macro. En ese sentido, también existe un feed back en la causalidad del problema: si las tasas son altas por la falta de confianza; las tasas altas no ayudan y contribuyen al derrape de la economía, en una encerrona que el gobierno no sabe, no puede o no quiere salir.

La posibilidad de bajar las tasas de Leliq para expandir la economía y mejorar la situación social debe entenderse dentro de un programa económico general. La baja de los intereses no es riesgosa si va acompañada de un programa expansivo, que devuelva la confianza en la producción y no en la especulación financiera. Si el sector productivo es más atractivo que el financiero, los capitales no se dirigen al dólar como moneda de refugio. Al bajar las tasas, se liberan fondos para invertirse en pymes y comercio, estimulando la economía real. Esto tiene que ir en conjunto con una defensa de la producción local, en el plano del comercial internacional y a una política tarifaria acorde a la realidad del país. Además, disminuir la expectativa de devaluación es un paso adelante en esa tarea.

La implementación de un mercado cambiario distinto al actual, con regulación adecuada a los peligros en que la actual política ha dejado al país, que no significa “volver al cepo” puede ayudar a ello. También va de la mano con la necesidad de renegociar los vencimientos de la deuda para el próximo mandato. Solo al FMI se le van a tener que pagar U$S 46.000 millones. Si todo el nuevo esquema de funcionamiento se aceita, coordina e implementa adecuadamente, la disminución de la tasa de las Leliqs no solo no significa un peligro, sino que es parte natural de la solución.

El aumento a los jubilados o los medicamentos gratuitos se vuelve una realidad sin comprometer las arcas del Estado, simplemente cambiando el foco del funcionamiento económico. Para dimensionar lo que se debate, solo lo que se lleva pagado de intereses de Leliqs en esta parte del año, alcanzan para financiar 34 años de medicamentos gratis para todos los jubilados. A ello habría que sumar otro tanto de los intereses del resto de los bonos de Estado, como las Letes por ejemplo.

La nueva política económica permitiría, al controlar más el dólar, disminuir la inflación. El descenso de las expectativas de inflación permitiría que los ahorristas no requieran altas tasas para preservar sus ahorros dejando de lado la posibilidad de una corrida. Hoy, la masa dineraria de las Leliqs es un ahorro improductivo que no se vuelca a la actividad económica real, sencillamente porque los sectores con alto potencial, pymes y comercio, no son rentables y que trasfiere recursos de los sectores productivos al capital finaciero, que no trabaja ni produce. Solo es un dique de contención para frenar el dólar a costa de las fábricas y el empleo. Lo que necesita el país es simplemente dar vuelta el switck para ir de la economía real hacia el resto de los sectores.

(*) Director de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda, e integrante del Colectivo Economía Política para la Argentina (EPPA)

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