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No hubo, se da -o se debería dar- por hecho, una pizca de especulación en torno a la fatalidad del boliche de Once. Pero ante el desastre, la maquinaria que se activó para escudar a Ibarra en su peor hora, tuvo a Duhalde como un protagonista tan silencioso como estelar.
No pasó inadvertido para los bonaerenses. La solidaridad que ante la crisis Néstor Kirchner encontró en el ex presidente, refuerza la proclama sobre el buen vínculo entre ambos y, a la vez, abona la idea de un Kirchner dependiente de Duhalde que fascina a los escoltas de éste.
Duhalde además intercedió ante Mauricio Macri y llamó a sus leales porteños -Jorge Argüello, por caso- para congelar la interpelación a Ibarra. Un dato: el argüellista Helio Rebot rehusó avalar la maniobra a pesar de sumar al macrismo.
Los gestos de Duhalde apaciguando la furia contra Ibarra (luego, en público, dijo que el porteño debe hacerse responsable de lo que le corresponde) le valieron un agradecimiento del jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
¿Si -se preguntan los duhaldistas- en Capital contribuyó a la gobernabilidad, Kirchner puede creer que atentará contra lo institucional en la provincia? Es el argumento para desmerecer el espanto que siembra Solá cuando advierte sobre un intento para desestabilizarlo.
La reacción ante la tragedia aceitó la sintonía entre Kirchner y Duhalde lo que, por el momento, daña la expectativa de Solá sobre un expreso acompañamiento del Presidente a su sedición en el PJ de Buenos Aires.
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Pero mientras la Ciudad de Buenos Aires ardía por la tragedia, en La Plata se ponían en marcha otros procesos, consecuencia del desafío que el gobernador encaró contra Duhalde.
Un funcionario provincial presentó su renuncia: se trata del asesor general de gobierno, el duhaldista Gastón Guarracino.
Ese sillón, que asiste al gobernador en cuestiones legales, se convirtió en una brasa. Antes de Guarracino la ocupó Carlos Díaz, también eyectado por ruidos políticos.
Díaz cayó en diciembre de 2003 por el forcejeo entre duhaldistas y felipistas por la definición del vice del Senado provincial. Duhalde impuso a Antonio Arcuri sobre el candidato de Solá, Hugo Corvatta, quien hoy como Díaz -vaya coincidencia- ocupa un cargo en el BAPRO.
Pero lo relevante no es el renunciante sino su protector: Gerónimo «Momo» Venegas, jefe de las 62 Organizaciones.
Venegas, patrón del gremio de los peones rurales, construyó un vínculo fiel con Solá en los años de secretario de Ganadería y Pesca de la Nación. Pero Venegas es, ante todo, duhaldista. Solá calculó mal que sería su aliado en el duelo contra Duhalde y hasta contaba a Guarracion como soldado propio en la Quinta Sección, junto a la Tercera, la más hostil al gobernador.
Con el ring político dividido, y a pesar de que Solá quiso retenerlo, Guarracino renunció. Volverá al Senado, lo que pone a Ricardo Buiraz -quien ocupó la banca que dejó vacante el ex asesor- a un paso de aceptar la oferta del gobernador para asumir como director de Loterías y Casinos.
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A la urgencia duhaldista por purgar la administración Solá, a la que Chiche Duhalde se suma minimizando el poder de fuego del gobernador para enfrentar a su esposo -»no tiene chances», dijo el fin de semana-, tendrá esta semana un capítulo más caldeado: el veto de Solá a la ley de Presupuesto votada por los legisladores que responden al ex presidente.
Antes del viernes, Solá deberá resolverlo porque ese día vence el plazo formal para refutar lo votado por el Parlamento. Por estas horas, analiza si aplica un veto total o parcial.
Si anula de plano el texto aprobado, será una decisión inédita en la historia de la provincia que lo obligará a prorrogar el Presupuesto 2004 para preservar las facultades discrecionales que le quitó el duhaldismo, una herramienta invaluable de cara a la cinchada contra Duhalde.
Así y todo tendrá que hacer número sobre propios y ajenos en la Legislatura donde la vice Graciela Giannettasio se muerde por la lluvia ácida que el felipista Florencio Randazzo le tiró encima acusándola de promover el derrumbe de Solá. Dolida, Giannettasio guarda silencio.
La protección corrió, entonces, por cuenta de Arcuri, que comparte playa con Duhalde en Uruguay. Desde allí, el senador defendió a la vice: rememoró que asumió en Seguridad cuando estalló la escalada de secuestros y que fue un canal para que a Solá le voten cada una de las leyes que pidió.
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