15 de marzo 2006 - 00:00

El sueño es borocotearse al gobierno sin escándalo

Néstor Kirchner, Alfredo Atanasof, Andrés Zotto, Carlos Ruckauf, Ricardo Colombi, JoséMaría Díaz Bancalari y Luis Barrionuevo.
Néstor Kirchner, Alfredo Atanasof, Andrés Zotto, Carlos Ruckauf, Ricardo Colombi, José María Díaz Bancalari y Luis Barrionuevo.
Un personaje como el pastor Giménez no tiene problemas, vive del invento de una fe privatizada con algunos cientos de seguidores. Por eso se proclamó en el semanario «Perfil» impulsor de la candidatura de Néstor Kirchner a la reelección en 2007. Para legisladores chicos y poco conocidos tampoco es difícil borocotearse. El problema es para los que fijaron posición, como Raúl Alfonsín, contra la reforma del Consejo de la Magistratura. Los socialistas tienen ética política, aunque se ven encogiéndose ante menos éticos que exhiben plata para obras por haberse acomodado. Un Eduardo Amadeo, ex mano derecha de Duhalde, dice que se tiró de cabeza hacia el kirchnerismo, pero que un blindex invisible lo rebota. Un Jorge Pereyra de Olazábal teme que resucite Alvaro Alsogaray y lo abofetee si pliega la UCeDé -aunque reducida a un sello- a una economía populista y basada en precios fijados. Los empresarios tienen razones más comprensibles: tienen empresas, accionistas y puestos de trabajo que defender. Además pueden hacerlo firmando acuerdos, sin escándalos como los que desnudan a los políticos. Los mismos intendentes y gobernadores pueden hacerlo con discreción.

Prácticamente todos los días los corrillos políticos se enteran de un nuevo borocoteado. A veces no hace falta el anuncio y basta con comenzar a criticar al que hasta ahora lo cobijó (como sucede ahora con Mauricio Macri y sus ex adherentes y Elisa Carrió, discutida por una parte de su propio partido, o sea los que quieren justificar una próxima o cercana estampida). Los líderes opositores prefieren -tipo Macri- cortar con los borocoteados. Hay puestos para los que se van que pueden recibir vituallas oficiales pero con prestigio menguado. Los radicales -que postergaron los despidos- no saben si pueden reponerlos porque Macri se mueve entre ideas más definidas. El PRO podrá tener matices pero no incluye populistas como los radicales.

Pareciera que la última sorpresa que falta de borocoteados es de Eduardo y Chiche Duhalde.

Esto se acentuará. En vísperas de la elección de 1952 -ya en plena dictadura-, cada deportista que ganaba algo le dedicaba el triunfo «a la reelección de Perón». Un reo ponía una tabla sobre un barril y se venía en equilibrio desde La Plata haciéndolo rodar para dedicarle la presunta hazaña a la «reelección de Perón». ¿Iremos hacia eso? Perón ya no tenía plata para repartir pero sí un carisma excepcional. ¿Se sentirá cómodo Néstor Kirchner con tantos traspasados a la espera de recompensa cuando los cambiaría a todos juntos por cien mil espontáneos reunidos para él en Plaza de Mayo?

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