Kirchner dice lograr apoyo de Blair y más de Schröder
Ansioso y eufórico salía ayer Néstor Kirchner de sus entrevistas con el alemán Gerhard Schröder y el británico Tony Blair. «Tengo el teléfono abierto, me van a ayudar con el FMI», revelaba con optimismo contagioso. Como si ya la Comunidad Europea, y Londres mismo, no hubieran contribuido a que la Argentina lograse un «waiver» del Fondo Monetario Internacional (lo que sí parece imposible, en cambio, es que vuelvan a insistir por otro «waiver»). Por lo visto, ya Kirchner no tiene las dudas de su antecesor Eduardo Duhalde, quien, con Roberto Lavagna, por instantes, ni pensaba pasar por el organismo internacional. Aun así, con respaldos para la negociación, igual Kirchner -cuando tuvo que hablar- se hizo espacio para castigar al FMI, el peso de la deuda, otras miserias y hasta a Carlos Menem. Como si en esa internacional socialista interesara, en esta década, la gestión Menem. Pero Kirchner no resiste la posibilidad de echar culpas, hasta las inventa si es necesario, casi un estilo que no es el más propio de los gobernantes modernos. Mucho discurso, mucha reunión, agitaciones varias y negocios precisos: documentación de Siemmens, torpederas, pesca y, también, el reclamo por Malvinas que, indulgente, Blair respondió con un: «Comprendo». Hubo exposiciones de la primera dama, un desayuno con Ricardo Lagos y Lula, encuentro que nadie sabe si afirma o no el Mercosur, pero sí garantiza la presencia de los tres en Nueva York dentro de unos meses. La ventaja de viajar una vez es que, después, se vuelve a viajar. Casi como otras actividades.
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• Servicios públicos
Kirchner terminó su visita a esta ciudad anoche con una nueva recorrida por las calles de Londres -«Le interesa el funcionamiento de los servicios públicos y del rol del Estado en su manejo», justificó un secretario cuando explicó por qué el Presidente iba a subirse de nuevo a un subterráneo. Como si el uso de ese medio le fuera a revelar alguna clave de gobernabilidad, progresista o no.
Su entusiasmo al hacer el balance ante este cronista lo justificó también en la serie de reuniones que mantuvo ayer en la cumbre de la tercera vía de la cual consideró el logro principal que el inglés Tony Blair y el alemán Gerhard Schröder le hubieran prometido apoyo a la negociación de un plan de largo plazo con el FMI.
Eso lo habló primero Kirchner con Schröder, a quien el Presidente recibió tras remolonear un rato con el argumento de que quería volver de Surrey -donde se había la Cumbre de la tercera vía- a Londres. Cuando se sentaron junto al embajador Federico Mirré y un traductor a hablar en una terraza del Pennyhill Hotel, el argentino respiró aliviado cuando Schröder le adelantó que venía en son de paz: «No voy a hablar de la deuda, vengo a invitarlo a visitar mi país».
Kirchner le retrucó con otra invitación, lo que motivó el recuerdo de Schröder de cuando fue a Buenos Aires en tiempos que Eduardo Duhalde llevaba dos meses en su cargo. «El año pasado vi una crisis tan grande en su país que creíamos que no saldrían», señaló. Recordó también una visita a Olivos donde mantuvo una charla áspera con Duhalde a propósito de la actitud del país frente al pago de los bonos en manos de ahorristas alemanes. Como tampoco había traído ninguna respuesta sobre la caída del contrato para los DNI de la Siemens (volteado por el gobierno De la Rúa y que sigue en Tribunales), Schröder reconoció que la impresión que se había llevado de Buenos Aires había sido pésima.
Kirchner, como los curas, llevan una medallita a cada reunión; lo de él es una carpetita y aprovechó para el tirón de manga: el destino del contrato que tienen los armadores de las fragatas de tecnología alemana MECO en el astillero de Río Santiago donde se termina la última de cuatro y amenaza con el cierre.
El mandatario dijo conocer una propuesta del presidente del Parlamento alemán de llevar a cabo en Río Santiago el reacondicionamiento de dos corbetas que ha comprado en Alemania el gobierno de Chile y que podría hacerse en la Argentina y no en Hamburgo.
«Sería una manera de asociarnos con los armadores alemanes aportando lo que tenemos, que es tecnología y además competitividad». Es decir, sueldos bajos y tarifas congeladas, explicó el Presidente. Tenía fresco el informa que le llevó Daniel Scioli cuando regresó de Europa de cómo había interés en inversores italianos -que tienen baja competitividad por el valor del euro- en asociarse con países que pueden aportar insumos y servicios a precio bajo, lo cual ha motivado ya la creación de 12 mil sociedades mixtas de capital italiano en Rumania.
Schröder escuchó también la propuesta de que esa refacción de barcos de guerra chilenos ayudaría a una mejor relación regional y, además, que podría reflotar el programa de construir en el país cuatro corbetas más también con tecnología alemana por un valor de $ 120 millones.
• Reiteración
Kirchner le hizo el relato otra vez de la recordada cena en Olivos con Horst Köhler, director del FMI, donde le había pedido que le dijera cuáles eran las condiciones para firmar un acuerdo de largo plazo con la Argentina. Le reiteró el contenido de la carta donde el funcionario le tomaba la palabra -enviada el jueves pasado a Buenos Aires- y allí Schröder prometió dejar la línea abierta para que sus representantes en el FMI le dieran una mano al país.
Con Blair el diálogo fue similar en el segundo encuentro, que pidió el inglés -según Kirchner- porque se había quedado impresionado por el speech de la sesión de ayer del presidente argentino.
Cuando le había tocado hablar ante los demás jefes de Estado de la tercera vía, Kirchner había desplegado el mismo sermón que el universo escuchó durante año y medio en boca de Duhalde: que la Argentina estuvo al borde de la disolución, que había comenzado la reactivación, que la seguridad jurídica debe ser para inversores y «para la gente», que la prioridad es sacar a la gente de la pobreza y la marginalidad.
Reivindicó, sin mencionarlo, el pacto con talleristas de Duhalde y el lema de fabricar en el país las porquerías que antes se importaban cuando dijo que su gobierno estaba comprometido con la reactivación por sustitución de importaciones.
• Clásico
Parte de ese rap fue la clásica crítica al FMI, que dijo, era corresponsable de la crisis argentina porque había paseado al modelo Menem por el mundo como un ejemplo a seguir. Algunos anotaban, lo cual hizo creer a los acompañantes del Presidente que se sumarían a las críticas, pero no ocurrió a la hora de los comentarios. Nadie de la tercera vía está dispuesto a sumarse a las críticas al FMI del ultra conservadorismo republicano de los EE.UU., que busca directamente su abolición. Después de todo, esta tercera vía no es más que la sala VIP de la Internacional Socialista, reservada sólo a quienes están en el gobierno y para evitar las contaminaciones populistas que llevaron a esa internacional los latinoamericanos en la oposición como Simón Lázara o Guillermo Estévez Boero.
Y, para rematar, que las islas Malvinas son argentinas. Para esto retomó la mención de la Resolución 2.062 de la ONU que ordena hablar de soberanía y de que se trata de una cuestión de descolonización. Era la segunda vez que hablaba de Malvinas, algo que llamó la atención en medio de la crisis del gobierno laborista, ya que esa ha sido una bandera del thatcherismo y su mención como una guerra inolvidable no le viene nada bien al baleado Blair, por cuya permanencia en el gobierno nadie da mucho por aquí.
Apenas dejó de hablar Kirchner, Blair, ante los demás mandatarios, se permitió una dulce venganza, contando algo que presentó como un chiste. «La última vez que lo vi a De la Rúa -seguramente se refirió al encuentro en Iguazú, cuando el premier inglés pasó por Brasil- le pregunté cómo estaba y me respondió: la recesión no se va, el sistema bancario está colapsado, mi popularidad está en 4% y a mí me acaban de operar del corazón». Espero, le dijo a Kirchner entre las risas contenidas de los demás, que su país ya haya superado los problemas.
Cuando lo corrió en la salida de la sesión, seguramente Blair quiso decirle «todo bien, ¿no?». Kirchner empató recordándole también la buena cena con Köhler y la necesidad de apoyo para llegar a algún acuerdo con el FMI. «Tengo el teléfono abierto para lo que haga falta», replicó.
El discurso del Presidente mereció otro comentario, esta vez del sueco Persson, que se interesó por la política cambiaria, ligado al programa de sustitución de importaciones. «¿Van a tocar el tipo de cambio para mantener eso?». No, le respondió Kirchner: mi gobierno va a dejar flotar el tipo de cambio sin anclarlo. Siempre, dijo el Presidente, he sostenido esto, y también cuando se elogiaba el tipo de cambio fijo por caja de conversión.
• Promesa
Kirchner remató la respuesta con una frase para retener junto a la promesa de Blair y Schröder de empujar un acuerdo con la Argentina: «La Argentina -se lo aseguro- va a salir del default».
El final del último día de la cumbre se había iniciado con un desayuno regional con Lula Da Silva y Ricardo Lagos (se cuenta aparte). Antes de viajar a Londres, pasado el mediodía, el Presidente lo pasó charlando con otros mandatarios. Recordable el diálogo que mantuvo con el primer ministro sueco Goran Persson -con quien Kirchner habló de su programa de no poner trabas al juzgamiento de los delitos cometidos en la represión clandestina de las guerrillas-. Persson encabeza un gobierno que se ha interesado por algunas cuentas pendientes ante anteriores gobiernos.
Para la miscelánea fue la charla con la primera ministra de Nueva Zelanda, la única dama presente en esta cumbre de la tercera vía, cuyas aficiones conocía el Presidente. Helen Clark es una aficionada al turismo aventura y al trekking, además de haber tenido una pasión que ya se le pasó por la alta montaña. Por ejemplo, subió sola el Aconcagua y caminó días enteros por cimas y quebradas de la Patagonia austral. Como el Presidente se lo recordó sin que ella dijera nada; a la australiana le encantó, aunque no se le notó mucho porque es una dama áspera, con un vozarrón de unidad básica y que evita en su atuendo y accesorios los tipismos de su género. A lo mejor por eso ha llegado donde llegó.
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