Mirado desde el ángulo de las reivindicaciones profesionales, el ascenso de Jorge Telerman al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es una reivindicación de esa rama tan expandida de la política en la última década: la de los voceros. Por primera vez, uno de ellos accede a una posición de gobierno como titular de una administración, es decir, en un cargo equivalente al de un gobernador.
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Por eso es comprensible que, la noche en que se produjo esa conquista, sectorial, el máximo vocero del gobierno, Miguel Núñez, festejara. Concurrió a un lugar adecuado para la ocasión, el hotel El Porteño, que asocian con el nuevo alcalde quienes bromean con que «Telerman es el Faena de la política». Por lo «cool», claro.
Tal vez fue menos oportuna -para la estética oficial, claro- la compañía de Núñez, a quien se vio animado aquella noche, al punto de desmentir su presunta sordomudez: pasó una noche divertida con Fernando Zceresesky. Otro vocero, esta vez de Alberto Kohan, a quien secundó en el ejercicio de la función pública. Zceresesky no expresa ahora las posiciones de Kohan ni lo excusa en sus problemas judiciales. Es la coartada de Núñez: su compañero cambió de entorno y sirve a la divulgación de Charly García.
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De todos modos, tal vez la compañía de Zceresesky y los interiores de «el Faena» hayan sido mejor sede esa noche que la cercanía del Presidente. Nadie mejor que Núñez para explicar la conducta de Helio Rebot, el diputado que defenestró con su voto decisivo a Aníbal Ibarra. Es que el vocero presidencial llegó a los Kirchner de la mano de Jorge Argüello, el jefe y presunto inspirador de Rebot.
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