El presidente argentino Eduardo Duhalde prometió el pasado viernes que entregará a su sucesor «un país más ordenado» el 25 de mayo del año que viene. Ante 600 alcaldes peronistas que había convocado a su residencia de Olivos en Buenos Aires, Duhalde pidió tiempo para acabar las reformas y corroboró que las elecciones presidenciales se celebrarán el próximo 30 de marzo.
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Faltan más de ocho meses para llegar a esa fecha, un plazo demasiado largo para que un presidente que no ha sido elegido por las urnas pueda hacer frente a los graves problemas del país. Duhalde carece de carisma, apoyos políticos y legimitidad para continuar en el cargo. Argentina saldría ganando si las elecciones se celebrasen en octubre o noviembre, sobre todo, porque Duhalde ha sido incapaz de frenar el deterioro de la economía y de alcanzar un acuerdo con el FMI.
La caída del PIB en los cuatro primeros meses del año se acerca a un 20%, un dato que ilustra la magnitud de la crisis argentina.Pero el Gobierno que preside Duhalde ha sido incapaz de enderezar el rumbo de esta desastrosa situación y de inspirar una mínima confianza a los invesores. La Banca Nazionale del Lavoro (BNL) anunció la pasada semana que se retira del país, poco antes de que se conociera el fracaso del canje de depósitos inmovilizados en el impopular corralito por bonos del Estado. Acabado el plazo, los argentinos sólo han canjeado el 23% del total de los depósitos confiscados. Más de 20.000 millones de dólares siguen bloqueados, a la espera de lo que decidan los jueces. Ayer, el propio Duhalde reconoció que la respuesta a su plan había estado muy por debajo de lo esperado, aunque afirmó que se había dado «un paso hacia adelante».
Pero el Gobierno argentino no ha logrado tampoco hasta la fecha un acuerdo con el FMI, que le exige que pague puntualmente los 5.700 millones de dólares que vencen este año antes de conceder nuevos créditos. Para colmo de males, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el gobernador del Banco Central, Aldo Pignanelli, están abiertamente enfrentados sobre la estrategia a seguir con el FMI. Ello evidencia la falta de autoridad de Eduardo Duhalde, que se aferra al cargo a pesar de la evidencia creciente de su impotencia para sacar al país de la quiebra política y financiera.
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