Profusamente, Coca-Cola informa por televisión sobre su próximo campeonato infantil de fútbol que se disputará entre mediados de octubre y fines de noviembre, para chicos entre 12 y 15 años. Inclusive, en su abultada publicidad televisiva, advierte que «el 10 de octubre vence la inscripción» para participar. Esto genera, es obvio, enormes expectativas entre los chicos porque además se los tienta con que «la final se jugará en la cancha de River», o sea, el estadio de los partidos internacionales y del mundial, nada menos.
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Mucha gente concurre a averiguar con apuro por la anotación, dada tremenda publicidad. Ahí se entera de que no pueden anotar a sus chicos. El citado concurso, en efecto, está referido exclusivamente a 170 escuelas de Capital Federal y Gran Buenos Aires preseleccionadas no se sabe con qué criterio. Pueden presentar dos equipos, «A» y «B». Los 170 «A» de cada escuela van directo al campeonato. Los restantes 170 «B» van a un concurso aparte de donde salen sólo 22 que se sumarán al total de 192 cuadros que entran en la disputa. Los «B» tendrán poca chance porque ante la posibilidad de no ser sorteados entre los 22 para participar las escuelas privilegiadas por la designación vuelcan todos sus buenos jugadores en el equipo «A», el que entra seguro, y el resto de lo que poseen al equipo «B». Estos -más débiles en consecuencia-aparentemente serían los destinados a enfrentar a los equipos de las escuelas «A» que los organizadores quieren que pasen a segunda rueda y que corresponderían a las escuelas de alumnos con familia de mayor poder adquisitivo de productos. Eso era ayer el comentario en los numerosos corrillos de frustrados concurrentes al lugar de la anotación, en Suipacha 268 de Capital Federal.
Que Coca-Cola discrimine torneos como quiera y entre quienes quiera pero ¿por qué hace abundante propaganda televisiva de un concurso acotado, sin libre acceso al público ilusionando a tantos chicos inocentes? Muy mal ¿o no?
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