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El contexto internacional
Es la pregunta que hoy más se escucha en la Argentina. Es lógico, en víspera de unos comicios donde se renueva todo el Senado nacional y la mitad de la Cámara de Diputados. Se la formulan a los economistas, a los políticos -estos entre sí- y a los periodistas. Se tiende a eludirla por lo difícil. Un diario no puede hacerlo. Efectuó muchas consultas Ambito Financiero y las expone a sus lectores. Pero no se puede dar un pronóstico de la evolución económica y política del país, tras ese acto comicial del próximo 14 de octubre, sin tres enfoques. Primero es en qué marco inter-nacional deberá desenvolverse la Argentina desde esa fecha en adelante. La segunda, en qué marco político resultante de esas elecciones actuará la nueva conducción institucional. Recién entonces se puede hacer una proyección económica y consecuentemente social. De ahí que se torne difícil responder porque se fundamenta todo en muchas incógnitas, inclusive cambiantes día a día. Con el resguardo que da el máximo de consultas que un periodista puede hacer se publica hoy la primera de tres notas.

George W. Bush/Tony Blair/El ataque/Osama Bin Laden
Este tipo novedoso de «guerra» se definirá, fundamentalmente, por espionaje e infiltraciones dentro del territorio enemigo, algo que ahora sólo hicieron con impunidad los terroristas, aprovechando las ventajas que da el mundo libre, sus democracias, su respeto a la vida y existencia de fanatismos sólo minoritarios y aislados. Una nueva «guerra», entonces, poco basada en perfeccionamientos tecnológicos y mucho en formación de hombres, de espías, de cadenas de vigiladores, de cuerpos de inteligencia, de coordinación internacional de datos, de organismos especializados en pronosticar. Más allá de las primeras represiones, habrá un estado de guerra preventivo como se impuso modernamente en medicina para no ir detrás del estallido de la enfermedad.
En plena era tecnológica esta «guerra» será a la antigua, casi artesanal, basada en hombres mucho más que en computadoras, que pierden su endiosamiento en avance y se quedan en su lugar de complemento de la acción humana, sin poder solucionar por sí cuestiones de fanatismo, misticismo o inmolaciones en nombre de la fe o el «nacionalismo».
¿Qué puede hacer, más que complementar, la computación frente al fundamentalismo islámico? El catolicismo del siglo XVI y XVIII, con la aberrante Santa Inquisición y negando el cientificismo innovador de un Copérnico, por caso, se vería hoy como una religión de avanzada frente a un islamismo que contiene principios como que las naciones que caigan en modernismos deben ser destruidas y también quienes los adopten.
El concepto de «modernidad», que tanto irrita al islamismo, es superior al de cualquier pobreza extrema latinoamericana porque ésta se siente, aun en su mal, dentro del esquema de Occidente y porque muchos -desde mexicanos a haitianos- tienen chance de emigración. También muy superior a la pobreza de gran parte de Africa, por más simpleza en la pobreza de este continente y en ninguno de los casos citados existe el aditamento del fanatismo religioso. Pero el «rencor ante la modernidad» es gravitante en el conflicto. Lo muestran los norteamericanos en la majestuosidad de sus edificios -precisamente atacados los dos principales del World Trade Center- a diferencia de Europa, que mantiene buena parte de la vieja estructura edilicia. Europa sería la segunda alternativa, quizá, para herir a un EE.UU. superprevenido contra el terrorismo. Que ha demostrado alta capacidad a un país que no cuidaba lo interno sino que pensaba en un «escudo espacial» que parará hoy poco creíbles misiles.
Además, el cine norteamericano -con sus héroes siempre triunfantes y soberbios- tiene mucha culpa en esa irritación externa que se deriva en violenta en los fundamentalistas. Aunque lo piensen, no claudicarían los productores de Hollywood, donde el lucro predomina y es valorado como principio. En el capitalismo los límites se diluyen ante la inexorabilidad de la competencia y el progreso inseparable para sustentar el presente.
Esta irritación de masas por medios sólo aparentemente inocentes lo vive, por caso, la Argentina con su exitoso fútbol. Es parte considerable, por ejemplo, del rencor latinoamericano.
Tendrá que entenderse esa mentalidad porque en Occidente, sin ser islámicos, mucha gente piensa que se está degenerando hacia excesos en formas de vida. Ese aislado recato de algunos -sin duda útil, como el accionar de las religiones para moderar y escurrir los avances- se cuadruplica, quintuplica, en el Islam. Es la exageración pero de algo comprensible.
Si usamos hasta los números arábigos no puede invocarse, como hizo el premier italiano, Silvio Berlusconi, el predominio de la cultura occidental sobre la islámica. No estamos midiendo «ciencia» o «tecnología», aunque nos cueste desprendernos de un motivo de orgullo. Estamos midiendo modernidad en culturas diferentes. No se puede aspirar a que el islamismo acepte, frente a su religión acendrada porque nunca tuvo Luteros ni Calvinos, el estilo de vida de Occidente, el cual hasta los que lo gozamos sabemos que tiene excesos.
También cualquier habitante del mundo de este lado deberá comprender, para el tiempo que viene, que la Yihad, o sea la «guerra santa» del islamismo, puede ser invocada, como ahora, cuando se busca atacarlos pero, en realidad, no es defensiva sino normalmente reactiva contra esa modernidad, por el solo hecho de que Occidente la haya alcanzado y la muestre.
No se podrá guerrear hasta exterminar a un enemigo místico. Apenas si se podrá llegar a podar los extremos de un extremismo.
Por eso frente a ese enemigo que ataca lo defiende hoy mejor, al menos primero, un analista profundo que una PC, la Web o un misil. En lo único que intervino la mejor y más moderna tecnología del mundo en el cruel pero exitoso atentado en Estados Unidos fue en reservar los pasajes en los aviones a tomar por Internet y en no todos los tickets usados. Ni teléfonos para comunicarse emplearon.
Es comprensible que todo vuelva a centrarse en el hombre como defensa clave del hombre en este tipo de «guerra». No se puede poner de pivot una máquina frente a quien al inmolar su vida se sustenta en que no es suicidio sino martirio. Que la vida en la tierra es sólo un purgatorio del cual se sale más rápido inmolándose. No todos piensan igual, por eso hay ya siete millones de refugiados afganos en Pakistán que huyeron buscando salvar, precisamente, su vida. No son ni quieren los brotes del extremismo islámico. Pero quieren al Islam.
Los norteamericanos han definido bien y muy gráficamente el tipo de «guerra» que viene: más espías en la tierra que satélites en el espacio representan hoy la seguridad, dicen.
Curioso observar la desubicación de políticos argentinos, hoy en plena campaña proselitista, al justificar el ataque en Manhattan y al Pentágono por el silencio norteamericano a la última táctica antiterrorista israelí y ahora todo Occidente se encamina a defenderse de la misma manera. Los israelíes dedicaron semanas, meses, quizá años, a filtrar espías junto a los líderes terroristas y luego resuelven en una hora, con un helicóptero y un misil. Todo lleva a pensar que se peleará así, pero en escala mayor.
En esta «guerra» el enemigo tiene un arma que Occidente jamás poseerá para enfrentarlo: el desprecio a la vida inmolándola. Un arma casi perfecta contra todos los científicos del más avanzado perfeccionamiento bélico.
De hecho, los atentados del 11 de setiembre no costaron, se calcula, más de 500.000 dólares (pasajes, alquileres, cursos de aviación, alimentación y vivir diario durante menos de dos años con extrema moderación). Es sólo costo de un departamento ni siquiera lujoso en Manhattan. Más preocupa porque se puede hacer terrorismo para grandes daños con bajo costo. Así se provocaron destrozos por miles de millones y demandó hasta ahora 6.500 víctimas norteamericanas. Además, lo hizo en escasas 2 horas y provocó 10% de las vidas que, al mismo país, le demandó la guerra contra Japón durante 4 años.
Vayamos ahora a la clave de lo que aquí analizamos. ¿Cómo afectará la economía, las finanzas, el jornal o el ahorro y el sueldo del hombre común más el drama del desempleo? Lo vamos a referir fundamentalmente a la Argentina, encuadrada en el nuevo panorama económico mundial.
Hay que tener en cuenta: 1) La nueva «guerra» al terrorismo, si se da como se la ha descripto, será más cara para los países que cualquier guerra pasada. Países de derecha o de izquierda donde Fidel Castro no es distinto, salvo menos importante como objetivo ahora que George W. Bush. En La Habana también se cuidan porque saben que los talibanes surgieron precisamente combatiendo a la ex URSS aún comunista, que invadió Afganistán en 1979 y perdió en 1989. Lo es desde que un portaaviones no vale lo que un edificio en Manhattan destruido. Desde que encontrar y formar un buen espía -con técnica, normas de autodefensa, dominio de comunicaciones, de idiomas nada comunes en Occidente, de estructurarse psicológicamente a un enemigo poco conocido y habitual- es no menos de 10 veces más caro y difícil de reponer que formar un soldado, cuando en éste basta la aptitud física, enseñarle a disparar y alguna técnica especial (pilotos, expertos bélicos). Desde que transportar y mantener a costo común de vecino en destino especial a un espía es más caro que llevar 100 soldados en un transporte militar a vivir en barcos o carpas.
Será más prolongada -por no decir directamente sin término- por el tipo de enemigo religioso. No detectable con facilidad. No con fuerza sino con paciencia. Porque, se dijo, será una «guerra» más artesanal. Con la tecnología, frente al aporte humano, casi reducida al uso de comunicaciones, identificaciones, planos y archivos. Una « guerra» donde la más rápida computadora estará esperando los datos de un hombre al cual le llevará meses y quizá años infiltrarse en una polvorienta carpa del desértico suelo afgano, o ser aceptado como vecino en un villorrio de Sudán o Somalia. T ambién será más prolongada por que, como toda guerra, arranca con deseos de represalia y enardecidos rencores mutuos y luego concluye de cuatro formas: A) Por derrota del adversario. Casi imposible contra un terrorismo religioso y fanatizado alimentando la mejor carne de cañón de cualquier país, el desprejuicio y necesidad de acción e ideologización de permanentes sectores jóvenes. B) Por la creación de maquinaria bélica o formación de coalición de naciones u organismos internacionales que logra un adversario y termina por atemorizar al otro. Posible más en una coalición, pero difícil en esta «guerra» con tanto misticismo. Las vidas inmoladas por poderío bíblico, como fueron las de quienes tomaron los aviones, acrecientan enormemente el fanatismo y crean incomodidad a otros jóvenes del mismo credo. C) Porque un contendiente logre vol tear la cabeza conductora del adversario o la elite de su conducción política. O destruya su economía. Esto es más probable.
La «bomba de los coroneles», como se intentó contra Hitler, las decenas de atentados fallidos de la CIA contra Fidel Castro o el plan nazi de inundar Inglaterra con libras ester-linas falsas impresas en Berlín, durante la Segunda Guerra Mundial, son ejemplos distintos de eso.
Pensemos que la normalidad en Es paña le lleva ya casi 20 años de lucha y no ha derrotado el terrorismo de la ETA pese a que la búsqueda se circunscribe al territorio vasco-sur francés. El nuevo terrorismo con base en el islamismo tiene al mundo por campo de batalla. Esta «guerra» se asemeja más a la que se tiene contra la droga -permanente, pequeños logros, extinción de jefes y su rápida sustitución-que a la efectiva y filmable que esperan tantos corresponsales junto a militares desconcertados en Pakistán y bases próximas.
Es lo primero que están organizando EE.UU. e Inglaterra, captura o muerte de líderes, entorpecimientos bancarios. Muy posible que se logre pero imposible que concluya esa «guerra» por el mismo factor de que el islámico puede estar conducido por líderes pero está atado por el profeta. D) Termina también una guerra cuando ambas partes, o una, han sacrificado tantas vidas, han provocado tantos sufrimientos a sus propias poblaciones, han enlutado o empobrecido a tantas familias que los belicosos, líderes o simples terroristas y aun suicidas, terminan perdiendo sustento y hasta generando repudio en su propia gente y eso los retrae.
Un caso así fue Japón en el año 1945, luego de tantos contrastes bélicos y recibir dos bombas atómicas. También lo es hoy la lucha entre Israel y sus vecinos. Si el país con mayoría judía no sufre más víctimas y sobrelleva más enfrentamientos de los que tiene es por la ferocidad de sus represalias que ahora, inclusive, piensa extender a las familias de los terroristas suicidas cuando inmolan sus vidas para cercenar las de judíos.
E sta eventual paz lejana que provenga del hastío del enfrentamiento prolongado implicará masacres aunque no sea en el inicio, que mostraría insensatez de venganza. Pero todo análisis de panorama futuro no puede dejar de tomar en cuenta que todo contendiente no despreciará, en algún momento de la lucha, masacrar a su adversario no sólo para desmoralizarlo y vencerlo sino para acortar la lucha que ahorre vidas propias. Hiroshima en Japón es ejemplo aunque extremo.
L as naciones desarrolladas han creado tanta desigualdad -para algunos, la izquierda por ejemplo, injusta y para otros inevitable porque el progreso necesita autoalimentarse en crecimiento casi diariamente o entra en crisis- que tienen consecuencias insoslayables. Una es que generan bienestar de vida que hace a sus clases laborales ir abandonando los trabajos más rudos y viles, que es donde caen las inmigraciones. Europa pierde más: sus ciudades están saturadas, por emigración, de quienes respetan a Alá y al Corán y rezan 5 veces por día. Estados Unidos imanta con sus progresos a pobres latinoamericanos. Estos proveen la mano de obra indispensable con un catolicismo como base o nada. Los musulmanes pobres que cubren necesidades de Europa traen el islamismo, potenciados por su crecimiento demográfico, que contrasta con el envejecimiento de la sociedad europea. Pueden ser -en la inmensa mayoría lo son- buenos trabajadores. Pero también son en la propia casa el caldo de cultivo ideal del terrorismo. Los líderes del fundamentalismo los tienen al alcance de la mano ya impregnados en el islamismo y con la pobreza que se hace más evidente y rencorosa en contraste con el vivir diario de los logros, tecnología y hasta lujo del capitalismo.
P or tanto, es una lucha que siempre será desigual en cuanto a lograr adeptos. Siempre fue así en la historia en cuanto a que el más desarrollado atrae a masas del subdesarrollo. Los esclavos negros africanos en los 3 últimos siglos, los inmigrantes europeos a América tras sus guerras, pero con la gran diferencia hoy del fanatismo religioso en cuanto a la emigración islámica.
P or eso, destruir «jefes» del fundamentalismo, ataques a sus bases operativas, misiles, no son más que etapas de una larga lucha donde lo más que se puede lograr es que los gobiernos vigilen en sus territorios la formación del extremismo, traten de disuadirlos o no simpatizar con él al menos. Podrá lograrse un Estado palestino más amplio para restar focos de iracundia. Pero el afán de exterminio de un místico o nacionalista requiere una vigilancia constante porque el éxito de la barbarie de las Torres Gemelas los alentará. Este lunes pasado, 1 de octubre, a sólo 20 días de los atentados en Nueva York y Washington, cuando se organiza la acción antiterrorista en gran escala de lo más poderoso de Occidente, hubo tres atentados con coches bomba en un solo día. Uno en Jerusalén, otro del ETA en España y el tercero en Cachemira por paquistaníes protalibanes que mató a 30 personas e hirió a otras tantas.
Saber que la guerra contra el terrorismo y el más peligroso bioterrorismo será larga implica conocer también que será descorazonante. Y que lo central de esa guerra será, en rigor, un cambio importante en el régimen de seguridad de las naciones.
¿Q ué sucede, qué afecta, entonces, en la vida de un país latinoamericano, en este caso la Argentina, si una «guerra» contra el terrorismo como, ciertamente, ya está en marcha será CARA Y LARGA.
L o explicaremos en la tercera nota sobre la derivación económico-financiera. En esta primera presentamos el panorama internacional en que se desenvuelve nuestro país ahora pero fundamentalmente desde el 15 de octubre, que es cuando más interesa saber.
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