La noticia absorbió ayer toda la tarea del gobierno
El edecán aeronáutico, Juan Alberto Macaya, ingresó a la sala de situación de la Casa Rosada y habló en el oído de Fernando de la Rúa, quien escuchaba en ese momento -las 10 y 10 de la mañana- cómo Domingo Cavallo exponía algunas generalidades sobre la situación económica. El Presidente le pidió al edecán que comentara lo que estaba ocurriendo. «Dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York y no se sabe si fue un atentado o un accidente.»
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De ese modo se enteró el gobierno de los hechos que conmovieron ayer a todo el mundo, con centro en Nueva York y en Washington. Una vez recibida la información, De la Rúa suspendió la sesión y se encerró en su despacho, frente al televisor, con Chrystian Colombo, Carlos Bastos, Rafael Pascual, Nicolás Gallo, Domingo Cavallo, Horacio Chighizola, Patricia Bullrich y Horacio Pernasetti. Hicieron zapping, mientras el Presidente se comunicaba con Adalberto Rodríguez Giavarini, quien asistía en Lima a una reunión de la OEA. «Transmitíle a Colin Powell nuestras condolencias que yo, por mi parte, estoy por redactar un mensaje para Bush», instruyó el Presidente al canciller.
Giavarini informó que en la reunión a la que asistía se acordó un texto básico para que las cancillerías del continente se expidan sobre el ataque terrorista. En efecto, ese mensaje fue emitido más tarde por el Palacio San Martín. Mientras tanto, De la Rúa redactó de puño y letra una carta para el presidente de los Estados Unidos (ver en págs. 16 y 17). El borrador fue remitido a la secretaria de Política Exterior, Susana Ruiz Cerruti, quien lo devolvió al despacho principal de la Casa Rosada con variaciones mínimas para ser enviada.
Mientras el resto seguía asombrado con los informes televisivos, De la Rúa, Colombo, Gallo, Horacio Jaunarena y el secretario de Seguridad, Enrique Mathov, hicieron un aparte para disponer rápidamente el estado de alerta sobre eventuales objetivos de ataques terroristas (estadounidenses, judíos o musulmanes), además de medidas de refuerzo al control migratorio. Carlos Ruckauf fue el primer gobernador peronista en comunicarse con el gobierno: habló con el Presidente y recibió la información de que al día siguiente (por hoy) habría una reunión del Consejo de Seguridad Interior.
• Camdessus
Para esa altura de la mañana, ya cerca del mediodía, llegó a la Casa de Gobierno Michel Camdessus, a quien el Presidente recibió junto a Cavallo. Pero antes de hacerlo mantuvo una comunicación con James Walsh, el embajador de los Estados Unidos, quien ayer se encontraba en Salta. «Vamos a recuperarnos de esto y lo vamos a resolver», apostó Walsh, después de que De la Rúa le diera sus condolencias.
Después de conversar con Camdessus, De la Rúa almorzó con Colombo, Gallo, Juan Pablo Baylac y Carlos Becerra, con quien el mandatario había estado comunicado durante todo el día. Fue mientras comía que el Presidente habló con el cardenal Jorge Bergoglio y lo invitó a presidir una ceremonia de pedido por la paz, que se celebró hacia las 4 de la tarde. De inmediato, De la Rúa se comunicó con su esposa Inés para invitarla a ese oficio. Después habló con Guillermo González, el embajador en Washington, y con su amigo Arnoldo Listre, el cónsul general en Nueva York: a los dos les dio la misma instrucción, es decir, que se pongan a disposición de las autoridades y de las comunidades de ambas ciudades en medio de la crisis.
Una vez celebrada en la capilla Cristo Rey de la Casa Rosada la ceremonia religiosa, De la Rúa envió a Cavallo y a Bullrich a representarlo en el lanzamiento de dos planes de competitividad: «No los podemos suspender, es gente que vino del interior del país...», se justificó el Presidente.
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