8 de julio 2002 - 00:00

Charlas de quincho

Empezamos hoy con un quincho de lujo, una cena de gala en un legendario hotel de Londres donde se festejó más al subcampeón que al campeón de Wimbledon. En un asado en La Boca, escuchamos algunas intimidades de un posible futuro presidente (y augurios sobre el próximo exilio de un ex candidateable), mientras que en la presentación de un libro político una insólita discusión equina adquirió sorprendente valor simbólico sobre la interna justicialista. En otra comida, un economista defendió ideas y bigote, y en un quincho de artistas un viejo surrealista español se reveló como todo un libertino. Veamos.

David Nalbandian, finalista en Wimbledon. En una cena en el Savoy de Londres, lo celebraron más que al ganador australiano.
David Nalbandian, finalista en Wimbledon. En una cena en el Savoy de Londres, lo celebraron más que al ganador australiano.
• El sueño de cualquier tenista es la final en el court central de Wimbledon. También la cena posterior de gala -sólo para campeones y subs- en el Hotel Savoy de Londres, como anoche. No «Stompin' at the Savoy» de Benny Goodman, sino cenando una entrada de salmón y espárragos sobre una tostada, luego una sopa de cebollas con croutons de mostaza, para cerrar con un lomo y un cheesecake helado. Salón refinado, obvio, con una arpista que hasta tocó «Don't cry for me, Argentina», a propósito de uno de los invitados principales, derrotado en la final, pero de meteórica proyección: David Nalbandian, un cordobés de Unquillo -la tierra del piquillín, un fruto del monte-, el primer argentino en llegar a la cumbre de Wimbledon y el primer tenista en alcanzar esa instancia en su debut. De smoking, como su entrenador Gabriel Markus -un joven que tronchó su carrera tenística por lesiones-, acompañados por sus mujeres (Victoria y Bárbara), sólo empañados por las hermanas Williams, especialmente Serena (la campeona) tocada con una corona con brillos que le aportó «Irresistible», una peluquería ubicada a una cuadra del estadio. Poca atención al ganador, el australiano Llyton Hewitt, quien curiosamente al terminar el partido fue menos ovacionado que Nalbandian.

• Unas 500 personas con notorias presencias de la nobleza, todas hablando de una criatura de 15 años: la rusa María Sharapova, subcampeona juvenil, alta, rubia y de ojos celestes, pero tan bella que ya la púber ha reemplazado al fiasco de Anna Kournikova (como jugadora, claro). Para el argentino, quien hoy viaja a Suiza para seguir su racha, el sueño dorado ni siquiera imaginado, también para su sponsor Jorge Kohen, empresario de Bolsa que aportó a su hijo Julián en la fiesta. También una sorpresa para la empresa de Eduardo Tozzi (AMG) que este año se ocupó de organizar Wimbledon y aportó a Nalbandian, a las dos Williams y al belga que perdió con el argentino en la semifinal, Xavier Malisse. Comía anoche Nalbandian con fruición: venía desgastado, sólo había probado unos fideos con salsa y queso al mediodía y, en la jornada previa, por los nervios, ni desayunó ni almorzó. Menos tensa e igual de entusiasta había otra argentina: Paola Suárez, también ella llegó a la final en los dobles mixtos.


• Asado en La Boca con ejecutivos de compañías aéreas y turismo que, gracias a otro comensal -Francisco Mayorga, ex titular de Turismo- se convirtió en una deliciosa sesión de actualidad política sobre uno de los candidatos más fuertes del justicialismo: Carlos Reutemann. Como se sabe, Mayorga -mucho antes de su ingreso al entorno de Carlos Menem- fue corredor de autos, campeón argentino, en los mismos tiempos que Reutemann y competían en la misma categoría (éste por Peugeot; el santafesino por Fiat) y con logros semejantes. Además, tienen la misma edad (60 años), armaron sus familias casi simultáneamente y también ambos, luego, se separaron (aunque «Lole», se asegura, podría volver a establecerse con su esposa Mimicha, de quien nunca se separó ni siquiera económicamente por su vinculación con los Bobbio).

• Sorprendía a los ejecutivos (Daniel Rodríguez y Héctor Pericoli de American Airlines; el abogado Ricardo Dealecsandris; Leonardo Szeinmean, Las Leñas; Miguel Trucco, Suez; Carlos Asencio, Mexicana de Aviación) el cariño y respeto de Mayorga por Reutemann, en atención a las diferencias políticas que los pueden separar. Pero, en la tertulia al invitado sólo se le caían elogios sobre su conducta, ya que el automovilismo puede ser más mezquino que la política, se prepara todo tipo de maldades y «en eso el alemán nunca entró». Después, sobre lo que más sabe -las carreras- explicó: «Reutemann siempre fue un piloto 10. Muchos de los 9 se mataron. Cuando a 'Lole' le daban un auto para salir primero, salía primero; cuando era para salir cuarto, salía cuarto. Perfecto».


• Después, en otro tipo de intimidades, contó sabrosas anécdotas. «Era tan indiferente que una vez Mimicha me llamó para contarme. '¿A qué no sabés? Anoche lo sorprendí a Carlos frente a la cuna de las nenas y les decía ajó, ajó. No lo puedo creer'.» Lo más singular, sin embargo, fue un detalle de las carreras, sobre un Mayorga, un «flaco pampeano» que siempre lo volvía loco al «Lole». «Cada vez que se le aparecía en una curva agitando un suéter rojo, al rato Carlos abandonaba. No lo querían ver, mucho menos que tocara los autos. Si hasta una vez Fiat envió los 4 autos de la categoría a una curandera para sacarles la mufa de mi amigo.» Pero, como todo tiene vueltas, cuando Reutemann corría en Fórmula 1, en Buenos Aires, «nos aparecimos con el flaco y 'Lole' quedó demudado. Entonces, le dijimos, no es contra vos, te viene a ayudar. ¿Quién querés que pierda? 'Lole', quien largaba en la tercera fila, no quiso dar nombres y entonces decidimos que el flaco fuera al box del primer clasificado, un francés Jarrier. Luego que tocó el auto, volvió y nos dijo: 'Este no sale'. No se imaginan la cara de Reutemann cuando, en la largada, entraron los mecánicos y empujaron al auto de Jarrier y nunca pudo largar».

• La gente de las compañías aportaba lo suyo, en otros planos, desde que algunas empresas aéreas disponen de un sistema que denuncia el uso de palabras vinculadas al sexo en las comunicaciones por Internet, de modo que si un empleado lo hace se queda sin trabajo. Otro, más viajado, comentaba su reciente periplo por Islandia, tierra a la que Jorge Luis Borges visitó por lo menos dos veces. «Es para ir en una sola ocasión, pero vale la pena descubrir lo bien que viven esas 280 mil personas con pocos recursos y negándose a pertenecer a Europa». Todos se fueron pensando en el «flaco» de Mayorga para que jamás se le ocurra algún tipo de fluido para los aviones de sus compañías.


• Carlos Ruckauf se va, deslizó un confidente y los testigos quedaron alelados. ¿También él renuncia? No, explicó la fuente, se va del país luego de las elecciones. Por no menos de un año -precisó-, y su deseo es instalarse en Italia. Ha pedido a varios empresarios afines (proveedores de la provincia en armas y equipamiento hospitalario durante su gestión bonaerense, naturalmente) que le consigan una beca o algo semejante para volver a la tierra donde fue embajador, enhebró préstamos con la Iglesia (gracias a su alter ego Esteban Caselli) y montó un servicio para los jubilados residentes en el país. Curioso sino el del canciller: hace menos de 6 meses figuraba primero en las encuestas para presidente y ahora piensa en el destierro. Allí se hablaba, como anticipó este diario, que había sido uno de los que convenció a Eduardo Duhalde para convocar a elecciones anticipadas (aunque fue mucho más fuerte la presión, en el mismo sentido, de la esposa del Presidente, quien se niega a que más muertos pesen sobre su conciencia familiar después de los trágicos episodios en Avellaneda).

• Lo curioso es que Ruckauf, en esa opinión, chocó contra la de uno de sus más íntimos, el secretario general Aníbal Fernández (acompañado por Eduardo Camaño), quien sostenía que en ocasiones la falta de autoridad en el ejercicio del poder podía significar una progresiva licuación de éste. Alguien agregó: «Duhalde parece un boxeador medio knockeado en el cuarto round que pide que no le peguen más porque abandona en el octavo». Se aportó otro dato: Roberto Lavagna está contento con el adelantamiento de los comicios, ya que los mercados estarán tranquilos sabiendo que el próximo mandatario Cont. en pág. 4 será Carlos Reutemann o Carlos Menem.


• Esto se hablaba en la presentación de un libro que suponía cierto atractivo internacional. En El Ateneo se lanzó «La identidad de Brasil», texto rubricado por el canciller de ese país, Celso Lafer, con nutrida concurrencia, de Torcuato Di Tella a Vittorio Orsi, de Rosendo Fraga a Victorio Tachetti, encargado del Mercosur en la Cancillería, más una delegación vecina presidida por el ministro de Agricultura, Vinicius Pratini de Moraes, y el embajador José Botafogo Gonçalves (alguien tan parco y, quizás, aburrido, que casi no festejó el campeonato logrado por Brasil a pesar de la fiesta que trataron de organizar los residentes de ese país en Buenos Aires). Si había novedades sobre la política argentina, también las hubo provenientes de Brasilia. Por ejemplo, el pentacampeonato todavía no pudo ser medido, a favor o en contra del gobierno, debido al peso exagerado de la suba del dólar y de los precios. Eso sí: se desmoronó el candidato oficialista, José Serra y también parece sucumbir la imagen de Fernando Henrique Cardoso.

Al respecto, se agregó una información interesante: muchos ya creen que, para la segunda vuelta presidencial, Lula no competirá contra Serra sino contra Ciro Gomes, un socialista que fue ministro de Itamar Franco y ha reformado su partido «a la italiana». Comentaban que este nordestino crece y se propaga, tal vez al amparo de la campaña que hace su mujer, una bella y famosa animadora de la TV brasileña llamada Patricia Pilar. Un humorista, en «Folha» de San Pablo, escribió con sorna a propósito de este matrimonio: «Menos mal que Gomes se la coge a la Pilar, pues eso garantiza que no nos cogerá a nosotros». Sin embargo, este fenómeno de Gomes todavía incierto tiene un costado dramático: la Pilar está afectada por cáncer y habla en todos los actos como si fuera el último de su vida y aparece con la cabeza rapada, de modo que arranca adhesiones del corazón, a las cuales son tan afectos los brasileños.

• Pero si los brasileños deslumbraban con la actualidad de su país, quedaron perplejos cuando -entre intelectuales e historiadores locales- se apeló al pasado argentino para recordar, de acuerdo con las contingencias de los candidatos peronistas, el enfrentamiento de un caudillo santafesino (Estanislao López) con otro riojano (Facundo Quiroga). Interesante además porque sin establecer comparaciones con la actualidad, Quiroga era propenso a rodearse de augures y adivinas, mientras López depositaba su máxima confianza en los medios de transporte (entonces, los caballos). Como se sabe, tal fue la confrontación entre ambos que a López se le atribuye -entre otros- la autoría intelectual del asesinato del Tigre de los Llanos.

• La máxima tirantez entre los jefes federales ocurrió cuando el general Lamadrid se apodera del caballo de Quiroga en La Rioja, llamado «Moro» y al que su dueño le atribuía poderes sobrenaturales y hasta -se decía- consultaba antes y durante la batallas. La jaca en cuestión, contaban, fue recapturada por López luego de un cruce con Lamadrid, pero se negó a devolvérselo a Quiroga, generándose un pleito tan gravoso que hasta debió intervenir -sin éxito- Juan Manuel de Rosas en aras de «la tranquilidad de la República». Hubo intercambio de cartas, y hasta ofertas de indemnizaciones, pero nada cambió a López y mucho menos la furia de Quiroga, quien escribió que «ni el valor que contiene la República Argentina» podía compensar la pérdida de ese equino, ya que «pasarán muchos siglos para que salga un caballo igual».


• Comentaban allí que esa diferencia insalvable entre el riojano y el santafesino hasta es relatada por el general José María Paz en sus imperdibles «Memorias», burlándose sus hombres del caudillo que tenía un caballo como consejero (como Calígula) hasta que intervino un ex oficial de Quiroga, expresando que podían burlarse y reírse, pero que él había sido testigo de cuando Quiroga, antes de la batalla de La Tablada donde fue derrotado, no pudo montar su caballo, ya no que no hubo de «enfrenarlo, tan molesto estaba porque el desprecio que el general hizo de sus consejos». Vuelta al siglo XXI: ¿cual será el caballo o el motivo que distanciará a un riojano de un santafesino?, quedó como interrogante.

• Si Elisa Carrió se indignó por el adelantamiento de las elecciones, y hasta le pidió a Duhalde alguna corrección al reglamentar la nueva ley, tampoco el anuncio le cayó bien a Ricardo López Murphy. Al menos fue lo que dijo en una comida, en la Rural, antes 600 comensales que pagaron 200 pesos cada uno por apenas un pollo con hongos y espinacas y un helado con frutas (lógico, el dinero era para la campaña). «Los períodos -señaló el economista- en la Argentina son por 4 años. Deben cumplirse. El llamado de Duhalde es inconsulto y arbitrario. Si tenía que irse, cuando uno no puede debe renunciar. Si se quiere tomar un tiempo, que lo ceda a las instituciones. Ha hecho lo que dice que le hace el FMI: nos corrió el arco.»

Hubo dos payadores graciosos al comenzar la cena (sobre todo cuando bromeaban acerca de Duhalde y Menem), mientras un grupo numeroso parecía consentir al candidato: Daniel Artana, José Luis Esperte, Angel Perversi, Jorge Aufiero, Felipe de la Balzee, Adolfo Sturzenegger, Juan Luis Bour, Beatriz Nofal, Marcos Aguinis, Enrique Szewach y César García Puente. A todos, imperativo, López Murphy les reclamó: «Salgan a la calle, molesten a los vecinos, consigan firmas» (se requieren 4 firmas por cada mil empadronados en 5 distritos para establecer su partido Recrear Argentina). Luego, como muchos le piden que sonría o que «me afeite el bigote, les digo que no lo voy a hacer. Me resisto al marketing y la situación es tan grave que exige la verdad, el compromiso de que seamos como somos». Como es de imaginar, la concurrencia estallaba. Todos juntos, por un rato, imaginan que pueden.

• Se hablaba de la compra de «Azul Televisión», cuyo principal rostro es Daniel Hadad (anoche, en el Jockey Club, el secretario de Culto festejaba la adquisición invitando a Hadad y a otros colaboradores como si él tuviera que ver con la operación; faltó, eso sí, Mario Montoto, hoy en el negocio del transporte, ex abogado de Montoneros, tan amigo del funcionario) con todas las suspicacias políticas y económicas que siempre genera un traspaso de medios. Nadie olvidaba una confesión del ministro de Economía de España, Rodrigo Ratto, a varios argentinos: Telefónica con los medios no supo defender las inversiones españolas. También del ascenso a la SIDE de Miguel Angel Toma, «Pinky» para los amigos, un legislador que llega para espiar -y disponer de fondos reservados- de la mano de José Luis Manzano y del monopolio «Clarín» (Toma ha presentado y defendido todos los proyectos que le interesan a ese tentáculo periodístico). Otro que festejó, en su casa, con Manzano como invitado principal el viernes a la noche. Como es generoso, también incorporó a otro de la troupe manzanista: el defenestrado Carlos Soria.

Después de tanta política, un alivio artístico: quincho en lo del galerista Daniel Mamam (Libertador y Coronel Díaz) para agasajar a dos huéspedes, el pintor treintañero Gustavo Charif y el dramaturgo español Fernando Arrabal. Es controversial el arte de Charif, pero cuenta con auspiciantes de lujo: el propio Arrabal, Milan Kundera y Umberto Eco. En la cena, Arrabal pareció abandonar el surrealismo de antaño -aunque en la época franquista la única bandera del arte era el surrealismo, una buena forma para escapar de la realidad- y se dedicó a intimidar mujeres con preguntas sobre las medidas (para él, un tema capital, ya que mide menos de 1,60), sobre todo las del pene. Mucha presión sobre esto para ruborizar, por ejemplo, a la galerista Cecilia Caballero. Pero, como todo, la cuestión cambió cuando se puso a cantar María Volonté: le susurró al oído, se recostó sobre él, le entonó obviamente «Melodía de arrabal» y lo escandalizó hasta sonrojarlo con «Ponme la mano aquí, Macorina». Quedó impresionado y, 5 minutos después de la actuación, para recuperarse, increpó a la cantante: «¿Dónde tengo que poner la mano?». Parecía Gabriel García Márquez cuando vino a presentar por primera vez «Cien años de soledad» y, en las redacciones, se sacaba la ropa para amedrentar a las mujeres.

Quien se entretuvo en la charla con Charif fue Pacho O'Donnell, envuelto en indumentaria de estanciero con un saco de cuero de carpincho, en apariencia interesado en la versión de Arrabal de que el pintor era comparable a Xul Solar, Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández. Casi gracioso el invento comparativo del autor de teatro, porque a lo sumo los tres argentinos notables podrían coincidir con Charif en una misma confitería inmutable al tiempo. Otros hablaban del impacto que produjo en Amalia Lacroze de Fortabat la entrevista que mantuvo con Rubén Stella: como discutieron, ella sólo habla del arito del funcionario, al que describe con lujo de detalles y cierta obsesión. Como es de imaginar, buen servicio, mejor bebida y, por supuesto, elegancia hasta en los mínimos detalles: hasta el descuidista que arrebató la Mont Blanc del dueño de casa sin que nadie se diera cuenta.

• Otra comida de lujo, esta vez por los protagonistas. Almuerzo de Eduardo Duhalde en Olivos a Fernando Henrique Cardoso. Buena compañía de las dos partes: Celso Lafer, Pedro Malan, Sergio Amaral, José Botafogo y Vinicius Pratini de Moraes por un equipo, Roberto Lavagna, Carlos Ruckauf, Aníbal Fernández, Alfredo Atanasof, Jorge Hugo Herrera Vegas, Martín Redrado y Juan José Uranga. Quien más habló porque se va antes del poder o, tal vez, porque se va con la misión cumplida, fue el mandatario brasileño. A Duhalde, en cambio, pareció que se le había caído el sistema.
Como el visitante estuvo divertido, contamos ahora dos de sus mejores historias. 1) Me hablan de que el Mercosur encabeza el riesgo-país, pero les recuerdo que de 17 copas del mundo (fútbol) hemos ganado 9, 5 Brasil, 2 la Argentina, y 2 Uruguay. Eso es lo que debe importarnos. 2) La vida política ofrece alternativas que uno ni imagina. El otro día fui a un acto, una agrupación me trajo una bandera, me sacaron una fotografía con ella, hasta me envolví con el estandarte y, cuando la llevé a mi despacho, un colaborador me dijo: «Usted sabe que ésa es la bandera del movimiento gay».

• Vamos a terminar con un chiste breve, uno de los favoritos de Carlos Menem:

Claudia Schiffer naufraga en una isla aparentemente desierta, pero de pronto aparecen dos caníbales, padre e hijo, entre los arbustos. El pequeño antropófago, ansioso porque hace mucho tiempo no tienen qué comer, exclama entusiasmado: «Papá, papá, por fin tenemos algo que llevar a la mesa». El padre mira a la Schiffer, luego a su hijo, y dice. «Sí querido, al fin. Ahora la atrapamos, la amordazamos, la llevamos a la aldea y nos comemos a mamá».

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