1 de diciembre 2003 - 00:00

Charlas de quincho

Teléfonos recalentados: de eso se habló en los quinchos de este fin de semana. Son los de diversos despachos oficiales, que recibieron llamadas desde lugares tan distantes como China y París (en un caso para pedir disculpas, en el otro para provocar remordimientos). Hubo visitas a dos bellísimos palacios, uno en Kyoto, el otro en Recoleta: en éste se conversó de la charla que mantuvo el Presidente con su antecesor. Lo más importante: el mandatario pidió el despido de funcionario bonaerense clave. Un hombre esencial de gobiernos pasados convocó a un desayuno en hotel céntrico, donde un politólogo explicó el porqué de un resonante nivel de popularidad y las similitudes con otros anteriores. Veamos.

El canciller Rafael Bielsa estrecha la mano de su colega japonesa Yoriko Kawaguchi. El ministro debió dar explicaciones por dichos suyos a un compañero de gabinete y al propio Presidente.
El canciller Rafael Bielsa estrecha la mano de su colega japonesa Yoriko Kawaguchi. El ministro debió dar explicaciones por dichos suyos a un compañero de gabinete y al propio Presidente.
• Nunca el gobierno gastó tanto en llamadas. Las más calientes las cruzó Rafael Bielsa desde Tokio para aclararle a Roberto Lavagna que nunca quiso desautorizar su elogio de la devaluación, a la que el ministro de Economía había alzado como la más exitosa de la historia. Bielsa venía de cerrar la gira a Japón con diplomacia: eludió en la conferencia de prensa mención alguna a la deuda privada. «No es tema de la Cancillería, vengo en viaje comercial.» Al salir, lo interceptó un periodista del diario «Nihon Keizai Shimbun» (del grupo Nikkei que hace el conocido índice de Bolsa) y le dijo al canciller: «Usted es el representante de un país, la Argentina, y entre los acreedores de los bonos de su país hay jubilados, panaderos, gente humilde. ¿No tiene nada que decirles, aunque no sea ministro de Economía?». Bielsa titubeó -según le confesó a Lavagna por teléfono- y fue cuando dijo: «A gente así yo tendría, como argentino, que pedirle perdón por el default».
Lavagna escuchó la disculpa con frialdad, y Bielsa se vio forzado a redoblar las explicaciones: le contó que venía muy motivado con el relato que le había hecho el diputado Eto, experto en la Argentina y que había viajado a la asunción de Néstor Kirchner, sobre la posguerra en ese país. El emperador Hirohito había pedido perdón a sus súbditos y al mundo, en un discurso en 1945 por haber embarcado a su país en una guerra horrorosa que había terminado con millones de vidas, de destrucción y dos hecatombes nucleares. «Ese discurso fue el comienzo del Japón moderno.» «O sea que vos quisiste marcar el comienzo de la nueva Argentina», le bromeó Lavagna riendo. «Estaba muy motivado por ese cuento», seguía disculpándose Bielsa.

• Algo parecido le dijo también a Kirchner, a quien llamó el mismo viernes y quien recibió la explicación ya con carcajadas, como si cualquier esmeril sobre el ministro de Economía le produjera una secreta alegría. Kirchner, en ese momento, estaba saliendo de Buenos Aires con Felipe Solá rumbo a Benito Juárez e instruyó al canciller de su principal proyecto internacional: viajar el año que viene a China encabezando una misión de empresarios de todos los países del Mercosur, aprovechando que entre enero y julio próximos la Argentina presidirá el Mercosur. Por eso, desde hoy, lo que tiene que lograr Bielsa en la gira que inicia en China es que le pongan fecha a esa visita del Presidente. «¿Cuánto tarda el avión hasta allá?», se interesó Kirchner. «Treinta y seis horas...», le respondieron. «Qué lindo...», musitó Kirchner, que tiene una relación de amorodio con los aviones.
Le tiene miedo al vuelo, tanto que los pilotos tienen orden expresa de eludir tormentas y turbulencias por el pánico que causan en el Presidente los barquinazos en vuelo. Pero ama estar en el aire, como lo demostró este fin de semana en que fue desde Benito Juárez hasta Río Gallegos sólo para dormir y regresar el sábado (por problemas en el Tango 01, debió volverse a esa cuidad en pleno vuelo e ir a Buenos Aires en el avión de la gobernación). Es decir, ocho horas de vuelo en el lapso de un día sólo para dormir en su colchón, hablar con amigos; quizá sea cierto lo que comentan algunos entornistas: que Kirchner ama los vuelos largos porque aprovecha para estar solo y durmiendo, más en el Tango 01, donde tiene una amplia cama en la suite que se hizo construir allí Carlos Menem.

• A los empresarios que lo acompañaban, entre ellos, Daniel Elsztein (IRSA), Julio Werthein, Antonio Estrany i Gendre (Bridas), les explicó Bielsa con más tranquilidad: «Una cosa es que el gobierno diga que la culpa de los '90 es del FMI o de los grandes especuladores, pero no podemos salir a culpar a las amas de casa y a los panaderos japoneses». Esto lo escuchaban cuando llegaron ese mismo sábado en tren bala a Kioto, para visitar el viejo palacio imperial, maravillados por el lujo y la velocidad de ese tren que es un insulto a los empeños tercermundistas del gobierno por reflotar líneas caras, que tardan más que cualquier otro medio y que dejan a los pasajeros a medio camino para terminar el trayecto en ómnibus. Mientras repasaban noticias en las PC con Internet que hay en cada vagón de ese tren, el canciller seguía pidiendo perdón por las palabras que lo hacen pelearse con Lavagna en otro asunto más.
Mojados por una lluvia bíblica, Bielsa y los empresarios recorrieron el palacio milenario y escucharon los relatos miliunanochescos de la guía que contó con encanto y su medio español cómo los antiguos Shoguns (jefes militares que disputaban el poder terrenal a los emperadores que representaban al poder divino) podían ser polígamos para poder asegurarse descendencia masculina fecundando a varias esposas. Ante las sonrisas criollas, la guía remató: «Eso era antes, porque en Japón las mujeres ya hemos dejado de servir a los hombres». Observó que Bielsa llevaba un ejemplar de una novela exitosa que, dice, repasó para prepararse en el viaje, «Shangai Baby», de Wei Hui, y le advirtió: «Ojo, que esa novela está prohibida en China, país adonde ahora va».

En efecto, el relato narra una historia de fuerte erotismo que motivó la prohibición en China por «decadente, viciosa y esclava de la cultura extranjera». Pese a eso, en China circulan más de 2,5 millones de copias clandestinas, por lo cual Bielsa se amparó en el pasaporte diplomático e ingresó su ejemplar en ese país. Recordó, ante quienes lo recibieron, que algún día el tango también fue algo tabú, prohibido en algunos niveles sociales de la Argentina, porque arrastró ayer a su comitiva (el sábado, en realidad, por el cambio de hora) a ver en el teatro principal de Pekín el espectáculo «Tanguera», producido por Alejandro Romay e interpretado por su nuera, la bailarina Mora Godoy, que está en una gira exitosísima por Oriente y tiene teatros completos en Pekín desde que llegó. Por cierto que hoy animará el cóctel que ofrecerá Bielsa a los funcionarios chinos en la embajada argentina.
Al salir, supimos que Bielsa, por una indicación de Buenos Aires, es decir, de Kirchner, llamó ayer por teléfono a la canciller de España,Ana Palacio, para darle el pésame personal por los muertos en Irak. «¿Por qué personal?», le preguntaron los empresarios. Porque la Argentina no tiene tropas en Irak y tampoco debate esa ocupación, respondió palabra más palabra menos.

• Sobre los llamados: este cruce sólo fue superado por el que hizo Cristina Kirchner el jueves pasado desde París para controlar la conducta, hora a hora, de los senadores que enjuician a Eduardo Moliné O'Connor. ¿Qué temía? Al peso de la conciencia de los senadores que llevan adelante ese proceso, empujados por la estrategia del Kirchner de ocupar espacios en la Corte para el oficialismo, pero que los obliga a escenas como las de ese día: aguantar en un silencio sepulcral los argumentos fortísimos de la defensa de Moliné, el abrazo con su padre y sus hijos llorando en el recinto al terminar el alegato final, los legisladores en sus bancas mirándose con gesto de «qué estamos haciendo». Ninguno de ellos olvidará esa tarde final del juicio que termina esta semana y que Cristina de Kirchner siguió por teléfono preguntando cómo había sido la conducta de cada senador del oficialismo.

«A los parientes hay que aceptarlos como son», habrá pensado el nuncio apostólico Adriano Bernardini, antes de abrir las puertas de su residencia para agasajar al controvertido Esteban Caselli, quien fue incorporado a la «familia laica» del Papa como «Gentiluomo di Sua Santitá». Otra jugada rioplatense de Angelo Sodano, secretario de Estado, amigo de Caselli y figura clave en la inusual protección eclesiástica otorgada al banquero Francisco Trusso. A propósito de este respaldo, estaba monseñor Héctor Aguer entre los obispos que agasajaron a Caselli, unido a Rubén Di Monte (Mercedes-Luján), Carlos Malfa (Chascomús) y Martín de Elizalde (9 de Julio). Hubo también laicos, claro, como la condesa Sielecky, el abogado Norberto Frigerio, Juan «Tata» Yofre, Diego Guelar y una legión de militantes de otra liga, la Soberana Orden de Malta, de la que el hijo mayor de Caselli, Antonio, representa en la Argentina como embajador (otro recuerdo de Sodano). Sólo faltó otro devoto: Carlos Ruckauf, cuya relación casi fraternal con Caselli se interrumpió cuando ambos dejaron la Cancillería. Antes habían administrado, junto con sus hijos, un suculento negocio de publicidad que se enfrió, al igual que la amistad.

• Recuerdos y prospecciones de todo tipo en las charlas, que se interrumpían a cada rato para admirar el magnífico palacio. Es que la casa del nuncio es una de las joyas de la arquitectura de estilo francés que se conserva en Buenos Aires. Fue proyectado por el parisino Edouard Monnier, quien antes de llegar a Buenos Aires participó en la construcción de Belo Horizonte y diseñó algunos edificios en Curitiba, en Brasil. La casa donde se agasajó a Caselli, en Montevideo y Alvear, fue construida para el matrimonio de José Antonio Fernández y Rosa de Anchorena en 1907.
Nunca la habitaron porque en aquel año viajaron a París y decidieron radicarse en esa capital. Con el tiempo, le ofrecieron a Marcelo Torcuato de Alvear, embajador en Francia y ya electo presidente, que adoptara la mansión como residencia presidencial. Pero sólo consiguieron deshacerse de ella cuando la vendieron a la muy pía marquesa pontificia María Adelaida Harilaos de Olmos, quien a su muerte la donó a la Curia romana. En esa casa, Eva Perón negoció las condiciones de su viaje a la Santa Sede, gracias a las cuales la viuda de Ambrosio Olmos (ex gobernador bonaerense que dejó en herencia 200.000 hectáreas de campo) consiguió un permiso especial para que la entierren en una iglesia (la de Las Esclavas, donada por ella, frente a la Plaza Vicente López), donándole a Evita su bóveda en la Recoleta.

Estos detalles, que llamaban la atención de los laicos presentes, llevaron a otro recuerdo: el de otro «Gentiluomo» del Vaticano que conoció Buenos Aires, el italiano Giancarlo Elia Valori, quien se balanceaba entre la Santa Sede y la Masonería y consiguió para Perón la recuperación del cadáver de Evita. Valori, igual que el jefe de la P2, Licio Gelli, formó parte de la selecta delegación que trajo a Perón en el avión del retorno, desde Roma. Hoy Valori vive en Roma y conserva su poder: por eso lo llaman «el inoxidable», uno de los pocos protagonistas de la primera república italiana que logró sobrevivir en la actual, Mani Pulite mediante. Amigos del arzobispo Aguer auguraban un ascenso para el diocesano y, en su defensa, argüían: «Tanto se asombran por la garantía dada por monseñor y nadie mira hacia el lado de Gustavo Béliz, quien vivió durante mucho tiempo de los Trusso y hasta le atribuyen gestiones en la Corte a favor del procesado».Antonio Boggiano, ministro del Tribunal que también bebió del licor de Bernardini, no abrió la boca al respecto. Como tampoco habrá de querer hablar de este espinoso tema el nuevamente diputado Federico Storani, de quien Trusso dijo haber manejado fondos hace un par de meses en un programa de TV (le atribuyen a gestiones de Storani, contrarias a las de Béliz, o sea, entorpecer la liberación de Trusso).

• En esa celebración, si se la puede llamar así, se conocieron detalles de la charla de esa tarde de Néstor Kirchner con Eduardo Duhalde, donde el Presidente confesó su deseo de que se lo aparte a Eduardo Menem de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. «No puede ir por el mundo un Menem representando al país que gobierno yo», es el argumento del Presidente que Duhalde acepta. Los dos coincidieron en que el mejor reemplazante es Ramón Puerta, a quien Duhalde llamó para confirmarle el proyecto. Puerta es amigo de Duhalde, pero a Kirchner le complace la picardía de distanciarlo de Eduardo Menem, con quien Puerta tuvo siempre mejor relación que con el propio Carlos Menem, ya que compartieron viajes como delegados a cumbres parlamentarias internacionales.
Kirchner no se animó a decir que tampoco puede ir por el mundo representando al Congreso del país que él gobierna un Carlos Ruckauf, porque es el hombre que ha impuesto Duhalde como presidente de la misma comisión en la Cámara de Diputados. Es porque conoce los límites de la relación con su antecesor en el cargo, que con el mismo énfasis impuso a Alfredo Atanasof como presidente de la comisión bicameral del Mercosur (es la oficina que usará Duhalde para tener medios para sufragar su secretaría del Mercosur). Nadie le discute en público esas elecciones que encuentran resistencia entre los diputados peronistas que admitirían de buena gana sólo para Chiche Duhalde. Pero el ex presidente intenta preservar para su gente la cuota de mayor poder posible, aunque fuera la biblioteca del Congreso, adonde va Daniel Chicho Basile, que salió ayer 9º corriendo en la categoría Ford Fiesta y cuyos premios entregaron Daniel Scioli y el ministro saludable Ginés González García en la última fecha del Turismo Carretera en el Autódromo de la Capital Federal.

Eso hablaron Kirchner y Duhalde en una larga reunión ese jueves por la tarde, que tuvo otro tema que será noticia desde hoy: el Presidente pidió el despido de Juan José Alvarez. Cree que es responsable de acusación del procurador Eduardo de la Cruz sobre uso de teléfonos del gobierno nacional en llamadas a criminales. «No le tengo confianza», fue el mensaje, que el viernes transmitió Duhalde al «Juanjo» bonaerense: «No te tiene confianza». Ahí tocó otro límite Kirchner: sabe que a «Juanjo» se lo puso Duhalde a Solá y ahora le pidió que se lo saque. Lo hará antes del 10 de diciembre, es decir esta semana.
Luego de esta charla se produjo la coincidencia de los dos con Teresa Solá, asistente a un acto de reactivación de estaciones de trenes (ella auspicia que se los convierta en centros culturales). Cuando Kirchner advirtió su presencia se le acercó, la tomó del brazo y le pidió: «Vení, chusmeemos un rato». La llevó al cuarto que une la sala de situación con el Salón Blanco, detrás de la puerta espejada, y le preguntó sobre su esposo Felipe Solá. «Los aprietes son terribles, no sabés lo que presionan los duhaldistas a Felipe.» Kirchner hacía gestos de «qué puedo hacer» sin animarse a decir nada. Salvo que le había dicho a Duhalde ya que «Juanjo» no va más. Cuando estaban en esto se les apareció Duhalde, que venía de otra reunión con Juan Carlos Mazzón en su despacho contiguo al del Presidente. «¡Uy -exclamó Teresa- ahí vienen más aprietes!». Duhalde escuchó esto con la boca torcida pero se venció cuando la «Colorada» -así la llaman los amigos a la primera dama provincial- lo tomó del brazo y dijo: «Me lo llevo a ver si me aprieta a mí también».

• Este relato, fresquísimo esa tarde, se terminó de contar en el grupo de invitados a la algarada de Caselli, que se fue corriendo al acto donde le entregaban premios de la comunidad árabe entre otros a los músicos Domingo Cura y Estela Rabal, al escritor Jorge Asís y al ex funcionario y hoy legislador electo en Buenos Aires Haroldo Lebed. Era en el Palacio de la Legislatura porteña, el más hermoso de la Ciudad quizá, y llegaron a tiempo porque las entidades demoraban el comienzo por una señal de Casa de Gobierno de que se cruzaría el propio Néstor Kirchner a entregar el premio post mortem a Envar El Kadri, musa del cine insurgente de los '70 pero que terminó como productor fashion en París con ese gran éxito que fue «Tangos, el exilio de Gardel», de Pino Solanas. Kirchner, se decía, quería entregar él mismo el galardón en recuerdo a «La hora de los hornos», que produjo en los '70 con Solanas.
Nunca llegó, demorado por los trenes, por Duhalde y por Teresa Solá, y pudieron festejar sueltos de cuerpo Jorge Asís y quien le entregó el premio, el ex director de Aerolíneas y presidencial primo Abdo Menem, festejados también por el lote que integraban Diego Guelar, Juan Yofre, Moisés Ikonicoff y el ex gobernador José «Tati» Vernet. Asís incurrió en una rareza en estos actos de comunidades que fue el aire intelectual de su discurso de aceptación del premio que le dieron los dirigentes de entidades árabes como hijo dilecto de esa etnia: dedicó la pieza al intelectual palestino-americano fallecido hace poco Edouard Said, uno de los polemistas más brillantes de los Estados Unidos contra los halcones que llevaron a ese país a la guerra en Irak.

Esa tarde del jueves era de mucho nervio hasta que estallaron los hinchas de Boca en festejos por el campeonato tras el triunfo sobre Arsenal, que se conoció al caer el sol. Muchos preguntaban dónde festejaban Mauricio Macri y su gente la victoria. Nadie supo nunca nada, salvo una instrucción: ordenó postergar toda efusión porque sabía que en horas más un juez de la Capital postergaría hasta marzo las elecciones de la nueva conducción. Se conoció el viernes y fue tras una presentación del principal avalista de Carlos Bianchi, el sindicalista del tabaco Roberto Digón, contra una segunda reelección de Macri. Digón, distanciado hoy de aquél, se quedó afuera del cierre de la lista única que iba a inaugurar el mes que viene el tercer mandato del ex candidato, impugnó desconociendo la reforma al estatuto que lo permite y logró esta postergación que le arruinó el festejo a un sector de la directiva.
En la nueva cúpula que arma Macri hay novedades como el ingreso del empresario Julio Pérez (hoy presidente del grupo editorial Planeta), de colocar a Orlando Salvestrini como titular de la empresa cautiva Boca Crece (comercializará el merchandising del club) y del dirigente sindical del SUPE Juan Crespi, llamado «acción de oro» porque bajo el menemismo ocupó una silla en el directorio de YPF en representación de los empleados. Algo que emparda otra designación en la otra ribera, la de Antonio Cassia, titular del SUPE y menemista ultra, desde el mes que viene como miembro de la comisión de fútbol de River Plate.

• También tuvo hora para celebración el lote setentista que alberga la secretaría de la Presidencia, en una secuencia de cumpleaños seguidos con diferencia de pocas horas pero casi con los mismos invitados. Primero cumplió el «Flaco» Carlos Kunkel, el principal «facilitador» de la tarea del presidente Kirchner: es quien dialoga con todos los funcionarios y empresarios antes de ingresar al despacho presidencial para formar el criterio de Kirchner en cada entrevista importante o que vaticine algún conflicto. Este Kunkel, que fue funcionario durante el menemismo en la intendencia de Florencio Varela, fue el hombre que inició en la JP de los '70 al joven Kirchner y es también jefe histórico del otro «facilitador presidencial», el secretario de la Cancillería Marcelo Fuentes, también iniciado en la JP de La Plata cuando Kunkel era hombre importante en la tendencia peronista de aquellos años.
Festejó su cumpleaños en la terraza del Círculo de Legisladores de la calle Bartolomé Mitre (él mismo fue diputado nacional en los años '80) y llevó a casi los mismos invitados que fueron horas después a Parrilla Rosa, restó que reabrió en el barrio Las Cañitas, al festejo de su fundadora, la ex periodista Elena Goñi. Estaban en los dos cumpleaños Juan Gullo, Marcelo Fuentes, la animadora Lía Salgado -el mismo sector, la misma época- el operador kirchnerista en elecciones transversales José «Pepe» Salvini y el infaltable Dante Dovena, delegado hoy del Presidente en el directorio de Papel Prensa.

Agregó Goñi en el suyo a los empresarios Orlando Salvestrini, Cristiano Rattazzi, a los hijos del funcionario peronista y mito agrario Armando Palau (nada menos que quien introdujo la primera soja al país que hoy vive de la soja), Martín Matzkin (abogado y sobrino de Jorge, ex ministro) y el dúo de los Borges. ¿Quiénes son? Graciela Borges y el actor Jean-Pierre Noher, que desde que hizo la réplica del escritor en la película de Javier Torre, se ha mimetizado con el personaje y anda por la vida haciendo de Borges. Le ofrecen una porción de torta e imitando al fallecido escritor, titubea y simula: «Torta... sí... torta... su amabilidad me conmueve... pero torta... no sé si mamá me dejará... pero no sé, a lo mejor... Fanny quiere torta». Carcajadas generales que terminan cuando le dice a Graciela Borges «¿Todavía sigue honrando mi apellido?». Esta frase responde a la realidad porque Graciela Borges, nacida Zavala, cuando era la protégé de Leopoldo Torre Nilsson y Beatriz Guido en una reunión donde estaban ellos, Borges y Bioy Casares, contó que su padre le prohibía usar como actriz el apellido. El escritor, enamoradizo como pocos, le dijo que la autorizaba a usar el «Borges» que aún hoy utiliza la actriz.

• Igualmente feliz estuvo Eduardo Bauzá que logró juntar a 200 asistentes a un desayuno el martes en el Caesar Park Hotel bajo el lema de su fundación Conapas. La mayoría, gente del comando de campaña para escuchar tres exposiciones, una de economía de Ana Kessler, otra de temas laborales de Carlos Torres y un panorama político de Rosendo Fraga que dejó datos que consolaron a los asistentes del esmeril del poder que ya no tienen: Néstor Kirchner, a los seis meses de estar en el cargo, tiene el mismo nivel de aceptación que los anteriores presidentes (Menem y De la Rúa) y que eso tiene explicación no tanto en la personalidad de Kirchner o en las medidas tomadas. Lo beneficia que a diferencia de otros presidentes entró al cargo en un ciclo de crecimiento económico, algo que no le había pasado ni a Menem (lo heredó al Alfonsín de la hiperinflación) ni a De la Rúa (heredó al Menem de la recesión).
Eran mesas separadas y estaba la mayoría de los ex ministeriables de Menem (iban a ser ministros si ganaba las elecciones): Pablo Rojo, Francisco Susmel, Rogelio Frigerio II, Diego Estévez. Todos estos, además, preparan un libro en el que van a exponer la plataforma económica que hubiera instaurado Menem de haber ganado, algo que dicen conserva plena vigencia hoy día. También se los vio a Pedro Pou y al senador Alberto Telle. La paternidad de Menem se llevó parte de la charla en las mesas en las que distribuyeron los asistentes que ocuparon el salón de convenciones. Supimos que como chileno consorte que es el ex presidente ya alquiló un chalet en el balneario de Zapallar, sobre el Pacífico, para pasar el mes de febrero junto al mar y su familia. Ese balneario ha sido un santuario de la clase media alta chilena y tiene los más bellos paisajes de ese país. Allí radicó su casa durante algunos años el ex tenista José Luis Clerc.
  
Hubo lágrimas, videos, discursos y regalos: casi como en una boda pero era un divorcio. Fue la despedida del economista Marcelo Mindlin que se va del grupo IRSA después de quince años de compartir el timón con Eduardo Elsztain. Estuvieron todos quienes ejercieron altas responsabilidades en la compañía en todo ese tiempo, aún los que la dejaron hace años. También invitados: economistas como Miguel Angel Broda, Carlos Melconian, ex futbolistas como Claudio Marangoni, financistas como el CEO del Deutsche Bank Luis Caputo, la presidenta del Banco Hipotecario, Clarisa Lifsic, y, obviamente, Saúl Zang, el nuevo «número dos» de IRSA/Cresud. Se trató de una fiesta casi íntima: no hubo más de 90 personas, entre ellas la esposa de Mindlin (una de las mejores golfistas amateurs de la Argentina) y sus hijos. El encuentro fue en el Museo Renault, debajo del ex Palacio Chrysler, el primer edificio «notable» que compraron los entonces representantes del magnate George Soros. Curiosamente (o no), Mindlin mudará las oficinas de su fondo Dolphin a la Torre Bouchard, a pesar del amplio portafolio de edificios con los que cuentan sus ex socios.
Hubo sushi «casher», sándwiches (todos sin jamón), pastas y lomo strogonoff, todo self-service. Al final, como corresponde, mesa dulce con tortas y helados. En el ínterin pudo saberse que Mindlin y sus flamantes asociados (Rogelio Pagano, su hermano Dante) se quedaron con el fondo Dolphin Latin America, y el Dolphin plc, con sede en la isla de Man, permanecerá dentro del portafolio del grupo que comanda Elsztain. En tono más mundano, se habló de la pelea de dos hoteles cinco estrellas en Punta del Este por un balneario. El flamante Cipriani (en la Barra, a 500 metros del mar, y que provoca la cada vez más fuerte ira de los vecinos del lugar por el ruido y el movimiento que generará el casino en una zona absolutamente silenciosa hasta ahora) quiso comprarle a Editorial Atlántida el parador que hasta este año explotaba Movicom. Hubo acuerdo entre las empresas, pero no contaban con los ediles de la Barra de San Carlos, quienes anularon la operación aduciendo que debía pasar por una licitación pública. Cuando convoquen a concurso, uno de los participantes será el Conrad, que está a 15 kilómetros de ese lugar, pero que tratará de quedarse con el parador para complicarle las cosas a su competidor en el negocio de las apuestas.

• Cerramos con una humorada verdaderamente genial que algunos han revivido en estos días en nuestro país porque se está editando en Estados Unidos. Es sobre hombres muy feos. Están los chistes criollos sobre feos y los estupendos de Woody Allen cuando todavía era sólo argumentista de televisión y hacía presentaciones en café-concert (tipo de humorista que los norteamericanos llaman «stand up comedian»). Veamos el humor criollo sobre feos: «Cuando en carnaval me iba a comprar una careta, me miraban... y me vendían sólo los piolines». Otro enormemente feo dice: «Por la calle la gente me gritaba efervorizada '¡Delon...! ¡Delon...! ¡Délon vuelta!'». Ahora sumemos este monólogo de Woody Allen frente a su público. Se titula «Memorias de un feo»:
«Cuando nací, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre: 'Hicimos lo que pudimos... pero nació vivo'. Mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta. Como era prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados. Mi madre nunca me dio el pecho porque decía que sólo me quería como amigo. Así que en vez de darme el pecho, me daba la espalda. Es por eso que debo haber quedado petiso, tan petiso que en lugar de ser enano, soy profundo. Yo siempre fui muy peludo. A mi madre solían preguntarle: 'Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?' Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venía cuando la compró. Pronto me di cuenta de que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran una radio y una tostadora eléctrica. Una vez me perdí; le pregunté a un policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres. Me contestó: 'No lo sé; hay un montón de lugares donde pudieron haberse escondido'
Y para colmo era muy flaco, tan flaco que un día metí los dedos en el enchufe y la electricidad erró la patada. Era realmente flaco: para hacer sombra tenía que pasar dos veces por el mismo lugar. Pero mi problema no era ser tan flaco sino ser feo. Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo. Sí, amigos, yo soy feo, tan feo que una vez me atropelló un auto y quedé mejor.
En una oportunidad me secuestraron, y mandaron un dedo mío a mis padres para pedir rescate; mi madre les contestó que quería más pruebas. Un día me llamó una chica y me dijo: 'Vení a mi casa que no hay nadie'. Cuando llegué, no había nadie...
Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. 'De acuerdo, además de loco es usted muy feo', me dijo. Cansado de tanto oprobio, intenté suicidarme tirándome desde la terraza de un edificio de 50 pisos; mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: 'En sus marcas, listos...'. El último deseo de mi padre antes de morir fue que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica...»

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