26 de abril 2004 - 00:00

Charlas de quincho

Hoteles y restoranes albergaron lo más saliente del fin de semana. En el microcentro, dos ministros conversaron con ejecutivos de una petrolera sobre la crisis energética. Pero pocos días antes, en el Bajo Belgrano, el presidente de esa empresa tuvo que escuchar de manera involuntaria inquietantes revelaciones. En el comedor de un banco en Washington se habló, claro, de otro de los grandes temas de la hora: la renegociación de la deuda, pero hubo tiempo para contar una divertida anécdota que involucra a dos ceniceros, una carambola estrepitosa y un encumbrado funcionario. En Puerto Madero, una empresaria convocó a artistas plásticos para hablar de renuncias y traiciones en el organismo que presidía. Y exhibió una curiosa imagen que la acompaña a todos lados. En histórica pizzería céntrica hubo que esperar el reinicio de un concierto por amenaza de bomba (falsa). Veamos.

El Beso, de Gustav Klimt. La empresaria y ex presidenta del Fondo Nacional de las Artes, Amalia Lacroze de Fortabat, lleva una reproducción de esta obra en su cartera, tal su gusto por el artista austríaco. / Aníbal Fernández y Cristina Kirchner presentaron en la Biblioteca Nacional tres volúmenes con los discursos de Eva Perón. La senadora dijo preferir a la Evita crispada. / El misionero Ramón Puerta, de viaje por México, le regaló puros de su provincia al presidente Fox. Además de las me
"El Beso", de Gustav Klimt. La empresaria y ex presidenta del Fondo Nacional de las Artes, Amalia Lacroze de Fortabat, lleva una reproducción de esta obra en su cartera, tal su gusto por el artista austríaco. / Aníbal Fernández y Cristina Kirchner presentaron en la Biblioteca Nacional tres volúmenes con los discursos de Eva Perón. La senadora dijo preferir a la "Evita crispada". / El misionero Ramón Puerta, de viaje por México, le regaló puros de su provincia al presidente Fox. "Además de las me
• Comedor del hotel Jousten, casi donde nace Corrientes y pegado al edificio Comega, que en su último piso, según las leyendas, los nazis en la Argentina transmitían informaciones clasificadas a su gobierno durante la Segunda Guerra. Eran tiempos de Perón, claro; ahora, en tiempos de Néstor Kirchner, las reuniones no son tan secretas, aunque suelen ser reservadas. Allí, por ejemplo, almorzaron los directivos de Repsol YPF con dos ministros del gobierno, con el gas como tema dominante. Menú a elección y magro, al mejor estilo de la nouvelle cuisine -allí se aconsejan los pescados- con el recién llegado Alfonso Cortina, Ramón Blanco, Alejandro McFarlane y, del lado oficial, Julio De Vido y su colega Aníbal Fernández.
Sorprendía a muchos que el titular del Interior participara en cuestiones de nuevos gasoductos (tal vez, uno de Neuquén a Chile), aunque nadie ignora su relación con Angel Abasto, ex legislador, quien lo inició en extraños paseos en auto por el conurbano y fue titular de la Comisión de Energía en la provincia de Buenos Aires. Pasión de Fernández por la energía -aunque menos poética que su inclinación por «Los redonditos de ricota»- ya que fue auspiciante de un proyecto para reconvertir 400 mil vehículos de gran porte a GNC en 2002, justamente lo que hace poco cuestionó y reprochó el Presidente a Eduardo Duhalde como si hubiera sido una iniciativa «non sancta». El santacruceño, en ocasiones, ni siquiera repara en lo que tiene a su lado.

Amable encuentro, aunque en la previa existían rispideces típicas por la crisis del gas. Interesaban otras. Por ejemplo, Cortina ya había comido en «Sucre» con otro colaborador y, a sus espaldas, en otra mesa, un ex funcionario de Transporte (era duhaldista) y allegado al sindicalista Hugo Moyano, Guillermo López del Punta, le comentaba a un par de periodistas -casi como una denuncia- operaciones presuntamente irregulares en el área de Transporte (la cual, claro, controla De Vido). Era tal la información que volcaba López del Punta, que Cortina, casi con poca educación, acomodó la silla varias veces, para escuchar mejor. Aunque tal vez la falta de educación hay que imputársela a López del Punta, que hablaba de De Vido a los gritos. Por su parte, De Vido -quien sabe que Cortina vino al país no sólo para presentar a Repsol YPF como sponsor del notable motociclista argentino Sebastián Porto- no se había privado de escuchar versiones sobre la estabilidad del titular de la compañía, ya que el cambio de gobierno en España supone desplazamientos en las cabezas de las empresas de servicios públicos. Sin embargo, no ignoraba que Cortina casi con seguridad se mantendrá otros dos años al frente de Repsol YPF, aunque hombres del socialismo español ya ingresaron en ese complejo como influyentes. La preocupación, en todo caso, reside en la situación de hombres cercanos al rey (Cortina, por su hermano y primo, es de la intimidad de la Corona), ya que esta semana se considera como segura la prisión para Manuel Prado y Colón de Carbajal, un manco de origen venezolano, quien acompaña al monarca a todas partes (sobre todo en las aventuras de caza), quien integra un grupo de empresas que no pueden explicar el desvío de ciertos fondos, casi seguramente hacia el Estado.Y parece que esos fondos no eran reservados. De la charla importó un dato: los cortes de energía -que este mes disminuyeron en relación con el mes anterior- parece que no serán graves en lo que resta del año. Como dice De Vido, cuando aparece el dinero, también aparece el gas. Y las tarifas ya comenzaron a enmendarse.

• Festival de salmones en el comedor del Banco Mundial, en Washington, adonde invitó Héctor Torres, el delegado argentino en el Fondo Monetario Internacional. Almuerzo de camaradería con Roberto Lavagna, Alfonso Prat-Gay, Guillermo Nielsen, Pedro Lacoste, Alieto Guadagni, Leonardo Madcur y el alter ego económico de José Octavio Bordón, Eugenio Díaz Bonilla. Hay entusiasmo en esta cúpula por la situación económica, tanto que la reunión fue distendida y hasta se comentó el incidente de Nielsen en el Florida Garden antes de viajar a los Estados Unidos. Es que el encargado de negociar la deuda fue a este lugar para un almuerzo fugaz con otro alto funcionario y, desde el primer piso, se cayó un cenicero, el que hizo carambola con otro estacionado en la mesa de Nielsen, con el estrépito e inquietud que supone una explosión de vidrios. El otro funcionario partió enseguida y Nielsen, en broma, debió soportar que algunos vecinos le dijeran que eso le pasaba porque no pagaba los bonos. Todo fue casual, en broma, casi con seguridad.
Prat-Gay hablaba de que volvía a Buenos Aires (llegó anoche) y esta misma semana regresa a Nueva York para compartir con John Snow un panel en el Council of the Americas. Lavagna, a su vez, evitaba discutir si había problemas con Kirchner, quien les anunció a sus sindicalistas de ATE (De Gennaro & Cía.) que el 25 de mayo aumentaba el sueldo de los estatales mientras el titular de Economía sostuvo que no habrá incrementos. Más preocupado estaba por su reunión con James Wolfensohn, del Banco Mundial, el que le suspendió la financiación y le dijo que es decente honrar las deudas. Todo el grupo argentino, unido en apariencia, reconoce que ya nadie le reclama por la negociación de la deuda (se está negociando) ni por la buena fe: ya se convencieron de que la Argentina avanzará en este tema porque le conviene. No en vano, la mitad del almuerzo pasó en polémicas sobre la fecha en que la Fed aumentará las tasas de interés.

Formalidad extrema y presunta lealtad para Amalia Lacroze de Fortabat: el directorio en pleno del Fondo Nacional de las Artes la invitó para decirle -y preguntarle opinión- sobre la novedad de que Torcuato Di Tella les propuso a todos ellos continuar en funciones a pesar de haber echado a la señora del cemento que, justamente, había designado previamente al elenco completo. El solo interrogante a la mujer ya implicaba una traición, obviamente, por más que se disimulara con necesidades personales, el favor de seguir sirviendo a la patria e índices de desocupación que agobian a la Argentina. Ella, bastante alejada de las querellas locales, les dijo que agradecía el requerimiento y, por supuesto, los dejaba en completa libertad de acción para que decidieran en forma individual. «Encima que no se van conmigo, todavía pretenden que les diga que hacen bien en quedarse con Di Tella», podría haber reflexionado. Y, como si fuera Ceausescu fuera del poder, dos días más tarde se interesó por saber quiénes habían decidido permanecer bajo la tutela oficialista y quiénes habían partido protestando contra esa tutela oficialista y, naturalmente, en solidaridad con ella.
De esto habló largo y puntillosamente Fortabat con un grupo de artistas plásticos, entre los que estaban Luis Benedit, Nicolás García Uriburu y Rogelio Polesello. En «Il gran Caruso», hasta se repasó la lista de «éticos» por un lado y, por el otro, de los que habían procedido con otra conducta (para no calificarla), mientras devoraban un abadejo con verduras sin primer plato. De aquel obsecuente directorio, entonces, sólo tres marcharon por la ruta cementera, mientras el resto prefirió mantener las costumbres en la alfombra «K». No se dice «Di Tella» porque nadie arriesga por su futuro: desde la Casa Rosada lo bombardean a diario y, si todavía no lo despidieron, es porque en la agenda el tema cultura se distanció de las urgencias.
Sólo Alberto Nicolini, Horacio Sanguinetti y Benedit rechazaron la oferta de permanencia, quienes hasta por razones prácticas se retiraron con cierta elegancia: «¿Para qué prolongar una estadía» -aseguraba el propio Benedit- «si, como se advierte, la avidez por los cargos es demasiado exigente y, con seguridad, en poco tiempo todos serán desplazados?». Además, como se reconocía antes del postre -un sorbete de limón-, luego de que el directorio se pronunciara con tanta vehemencia a favor de la Fortabat, volver ahora que ella no está parece un papelón. Pero el país recoge infinidad de estos episodios de deslealtad hasta consigo mismo.

• Hubo, claro, infidencias menores del Fondo. Por ejemplo, la incorporación de una contadora (apellido Carracchia) que tiene como mano derecha a un antiguo empleado que, justamente, había sido despedido en la administración Fortabat, acusado en apariencia de hacerse autopréstamos como si fuera un banco titulándose a sí mismo como artista. Ahora, Di Tella se nutre de estos remanentes (recordar que el funcionario hizo renunciar a la empresaria porque ésta había pagado cara la casa racionalista de Victoria Ocampo, en Barrio Parque, y que con esos fondos se hubiera podido solventar una publicación que difundiera el fenómeno piquetero a nivel mundial). La Fortabat, en la charla, sostuvo que su pasión por el austríaco Gustav Klimt es tan intensa que viajó a Viena sólo para ver una retrospectiva del pintor y, como ejemplo de esa devoción, de su cartera sacó una estampa de la obra «El beso» que lleva como una creyente religiosa.
Cuestionable opinión: Klimt bien podría nutrir las paredes de cualquier hotel alojamiento (de buen gusto, claro) y, en todo caso, en la cartera femenina se recomendaría llevar una estampa cualquiera de Velázquez. Pero, naturalmente, sobre gustos cada uno tiene opinión y, lo que importa, es que en el almuerzo la Fortabat anunció que el proyecto de su Museo en Puerto Madero -espléndido edificio hoy parado en el Dique 4- será retomado el año próximo, cuando se incorporarán las obras artísticas. Para dejar constancia de que los comensales pintores que estaban con la señora también hablaban, el gracioso Polesello señaló -de su último viaje a Nueva York- que en el ascendente y remozado barrio de Tribeca (algunos Kennedy ya se instalaron allí) descubrió que en «Novu», el restorán del actor Robert De Niro, quien lo administra es un japonés que hace pocos años tenía un local de comidas en Avenida del Tejar, cerca de Belgrano «R».

Casamiento en el Hípico incluyendo la ceremonia del civil que, como nota infrecuente, mostró el ingreso de una perrita (PP, puro perra, callejera) que se acercó a los novios y, en su collar, llevaba la cajita con los anillos. Era la boda de la hija del ex diputado Héctor Siracusano, hombre dilecto de Alvaro Alsogaray y tan callejero como la perra (autor del tango «El diputrucho»), con Marcelo Illobre. Soberbia y caliente recepción con mollejas al verdeo, arroz con mariscos, lomos de varias carnes, pinchos con jamones y langostinos, todo bien regado, para luego pasar a las mesas y reempezar con crêpes de verdura y, como plato fuerte, un pollo salseado. Hubo quienes ni llegaron a este plato.
Había cierto ambiente ucedeísta, aunque el más connotado era Rodolfo Rossi, aquel meteórico titular del Banco Central. Después, los que amenizaron la reunión, algunos periodistas y tres embajadores de la mejor época de Carlos Menem: Jorge Asís, Juan Bautista Yofre y Humberto Toledo. Es de admiración el conocimiento de Asís sobre el horóscopo chino -promete un libro al respecto-, versación que subyuga al mundo femenino y también al político: nadie dejó de interesarse en sus observaciones sobre el año del mono (Daniel Scioli) y lo mal que este animal se lleva con el tigre (Néstor Kirchner). A propósito, también es mono Elisa Carrió, a quien los sectores de centro ahora comienzan a observar con otro criterio, más racional y consolidada en sus críticas. En contra, claro, del teorema de Baglini.

• Se habló entre los periodistas sobre si había que esperar una ofensiva del kirchnerismo contra Scioli (hay todo tipo de información al respecto) y, naturalmente, la mayor parte de los diálogos se los llevó Juan Carlos Blumberg. Unos que, para seguir en cierta estela esotérica, recordaban los anticipos de Solari Parraviccini quien profetizó la llegada del «hombre gris» que, en estos tiempos, terminaría con el circo de algunos políticos. Muchos interesados en estas cuestiones, aunque lo mejor fue el testimonio directo de un cercano a este hombre al que le mataron al hijo y convoca multitudes. Reveló que duerme y come poco, que lo asisten y aconsejan otros padres del mismo colegio que albergó a su hijo, que hay mucha gente que lo acompaña y hasta se queda a pasar la noche en su casa (lo que convierte al lugar en una sobria romería). Muchos se asombran de que en las madrugadas Blumberg está pegado a la PC o revisando informes, le insisten para que tome vitaminas y que, de todos los que han ido a las marchas, el mayor estupor colectivo es cuando se pide silencio: entonces hay unción, nadie siquiera respira y casi un loco -por la adversa reacción colectiva- se atrevería a hablar por su celular. Es un dato esta evidencia en un universo de 80 o 100 mil personas.

Sería «gorila» afirmar que en la Biblioteca Nacional se homenajeó a alguien que jamás escribió un libro o discurso. Pero es la verdad, aunque el fuste político de Eva Perón la releva de esas autorías intelectuales. Así lo entendieron, desde el gobierno, Cristina Kirchner y ahora su devoto seguidor, Aníbal Fernández, quienes presentaron -en una reunión que excedió cualquier expectativa aunque se haya discriminado con las invitaciones-tres tomos con los discursos pronunciados -en buena parte escritos por el cura Benítez y el periodista español Manuel Penella de Silva-por la mujer de Perón (también a éste le escribían, como es de estilo, sus mensajes, caso José Figuerola y Cecilio Benítez de Castro, «La comunidad organizada»). Interesó una afirmación: la Cristina senadora dijo que a ella le gustaba la «Evita crispada». Hay otras elecciones mejores. También importó otra presencia: Antonio Cafiero, quien había dicho que los enemigos del peronismo están dentro del gobierno. Pero Evita hace olvidar todo.
Tampoco pasó inadvertido alguien que busca ser fotografiado: el diputado Daniel Basile, ultramontano de Duhalde en la pelea con Kirchner disfrazado como defensor de los intereses de la provincia. Basile, quien estuvo el viernes con Duhalde (como éste estuvo con Alfredo Atanasof en Teatrix la noche anterior), se pavoneaba entre el gentío y, para la memoria oficial, les recordaba que él estuvo presente cuando su jefe bonaerense le ofreció la Jefatura de Gabinete al santacruceño (luego optó por Jorge Capitanich) y que entonces éste no tenía problemas con la devaluación. Casi buscaba pelea, pero no había ningún «crispado» del kirchnerismo, ni siquiera cuando a voz en cuello decía: si nosotros fuimos desprolijos, ahora por qué no dejan flotar libremente el tipo de cambio. ¿Eh?

•Después, de ese mundillo peronista, a rescatar situaciones y datos:
- ¿Es cierto que Gustavo Béliz nunca vio los sobres de sobresueldos que se pagaban en tiempos de Carlos Menem (y luego también como ahora, con seguridad)? ¿Nunca reunió al personal de su staff para decirle que, si bien no iba a aceptar el dinero, lo pondría en una cuenta en el fallido Banco de Crédito Provincial? No había nadie de Béliz para responder.
- ¿Quién conoce al Zelig criollo, al «arrepentido» que en el juicio de María Julia Alsogaray la favoreció con su declaración sobre los sueldos extra percibidos en la administración pública provenientes de fondos reservados? Parece un escándalo, pero la confesión ayuda a la ingeniera privatizadora. Y el confesor, hombre de Raúl Granillo Ocampo -al que en apariencia ha querido perjudicar-se llama Wilfen Roberto Martínez Medina y, al margen de otras actividades, dicen haberlo visto como locutor el último congreso del PJ en Parque Norte y como habitué de los almuerzos en Gendarmería, adonde concurren Antonio Cafiero, Carlos Grosso y, en la última, habló el economista Carlos Leyba.
- Revelación de Ramón Puerta, luego de su visita a México. Cuenta que allí lo visitó a Vicente Fox y, como él había llevado cigarros que produce en Misiones, el mexicano le espetó: «Ustedes tienen el mejor fútbol, las mejores mujeres, ¿ahora también quieren tener los mejores cigarros?». Al margen de esta anécdota, Puerta parece sorprendido por el interés de Fox por integrar a su país en el Mercosur. Se dice que el mexicano, ante el temor de un triunfo demócrata en los Estados Unidos, piensa que el ALCA va a entrar en el free-zer y que, por lo tanto, requiere de otros aliados.
- Lo que le pasó al diputado hiperkirchnerista Hugo Perié (lo asaltaron mientras pescaba, le robaron la lancha, los aparejos, lo desvistieron y lo deja-ron desnudo en un montículo de arena para que lo viera todo el mundo) no fue una cuestión personal, pasional o política. Más bien, era la intriga limítrofe por la cuestión de Yacyretá. Como se sabe, como con Chile, la Argentina casi está en pie de guerra: no cumple con los pagos, ni siquiera con los que prometió Kirchner (5 millones de dólares) y, por lo tanto, Paraguay ya retiró al director ejecutivo y a sus directores. ¿Será tan eficaz la SIDE guaraní para ese tipo de operaciones contra amigos del presidente argentino?

Estuvimos cenando el sábado en «Las Cuartetas» (sigue siendo la mejor pizza de Buenos Aires) para hacer tiempo porque el espectáculo de Sandro en el Gran Rex duró, insólitamente, 5 horas dado que fue el día de la amenaza telefónica de una bomba en la sala. Prolongado intervalo para revisar todo el teatro y el inusual espectáculo de más de 2.000 personas paradas en la avenida Corrientes (habían cortado el tránsito) al coin-cidir los desalojados del Gran Rex por la presunta bomba y los que salían del Opera, enfrente, donde se brindó otra noche de la muy buena presentación de Maximiliano Guerra con Charly García, su música, y su actuación en el escenario. La gente salía alegre del Opera -el espectáculo del ballet Mercosur de Guerra donde éste se destaca, además de bailarín, como coreógrafo, es excelente-con las caras algo preocupadas de los desalojados del Gran Rex.

• Sobre el espectáculo de Sandro ya se sabe: es un rito, una ceremonia hechizada entre el mítico intérprete y su público permanente que le llena las salas. Seis mujeres o más por cada hombre. Veteranas y jóvenes oyendo al ídolo decirle: «Mis chicas, mis nenas, las amo». Retándolas a veces («Si querés hablar tanto andá afiliate a un partido político», le dijo a una vociferante). A otra que le ofrecía toda clase de erotismo le replicó: «Si acepto tus propuestas te achicás». Las más veteranas le gritan «churro», algo totalmente ajeno a las jóvenes actuales. En medio de tanta algarabía terminó el primer acto. Alguna gente se retiraba al hall, la mayoría permanecía sentada. Entre los pliegos del telón apareció Sandro, se sentó en su clásico taburete e hizo el anuncio: «No se preocupen, estoy seguro de que no va a pasar nada, salgan con mucha calma al hall y a la calle. Nos anuncian que han puesto una bomba».
En Estados Unidos o Israel hubiera causado pánico. Aquí felizmente no, para nada. La única variante fue que la gente que iba a permanecer sentada para el entreacto se levantó y se dispuso a salir. Sandro esbozó: «Es la envidia».
Todos fueron directamente a la avenida Corrientes abarrotada. Largo intervalo que se sumó a que el espectáculo anunciado para las 21.30 comenzó a las 22 y finalmente terminaría a las 2.20 de la madrugada.

Sólo unas pocas butacas vacías, quizá 50 en las plateas de público que no volvió. Allí Sandro logró el impacto mayor al agradecer que «hayan vuelto por mí». Dijo que no se había encontrado ninguna bomba, que fue un mal chiste o un malvado el que hizo el llamado. Lo hicieron reflexionar y dijo: «Descarto totalmente que algún colega haya tenido algo que ver con esto». Luego señaló: «Les digo de verdad, esto sí que jamás me pasó en la vida». Sonó sincero porque lo de «la cu-ñadita», la «mujer del amigo que respetó», suena a show.

• Pero ahí sí el esplendor, nuevamente las mujeres histéricas cada vez que comienza a entonar una canción. De nuevo «cállense», «aplaudan más fuerte», «quiero que me digan a coro papito». Un show insólito, único. Termina con su manera clásica, una bata roja y cantando «Rosa, Rosa, tan maravillosa...». Vuelve en mayo otros 3 días. Y siempre llena los teatros aunque confiese que «me falta el aire» y «lo único que me funciona bien ahora es la lengua» y otros juegos eróticos simples con su público cómplice.

Vamos a terminar con un chiste fuerte, de los que nos piden los lectores. Un misio-nero y una monja se lanzan a cruzar el desierto del Sahara, pero el camello se les muere. A los dos días, ya casi sin agua ni alimentos, y esperando el milagro, el cura le pregunta a la monja:
- Hermana, parece que está llegando la hora de encontrarnos con nuestro Creador. Pero antes de eso, me gustaría saber qué tienes entre las piernas.
- Algo que ha muerto en honor a Dios...
- Pero fíjate qué casualidad: resulta que yo entre las piernas tengo un resucitador de muertos...
- ¿Ah, sí? Entonces, ¡póngaselo al camello así podemos seguir camino!

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