19 de junio 2006 - 00:00

Charlas de quincho

El mundo se ha conmovido con el seleccionado argentino en el Mundial y los argentinos también. En Alemania, donde casi se fijaban únicamente en su equipo, y en Brasil, ahora todo es la Argentina. El equipo más goleador, dos partidos jugados, dos ganados, el mejor gol del torneo (el segundo, de Cambiasso, contra Serbia y Montenegro, una obra de arte que equiparan al de Maradona en 1986), golear 6 a 0 a Serbia y Montenegro que disputó 10 partidos para clasificarse con un solo gol en contra, que le empataron a España en Madrid (0 a 0) y la mandaron al repechaje -como Uruguay- y así pudo llegar a este torneo, es algo que asombra más en Europa que en la Argentina. «Ste haben zwei mannschaften» (tienen dos equipos), dicen sorprendidos los alemanes que no pueden creer que suplanten a Saviola y Maxi Rodríguez con Messi y Tevez. Los jóvenes germanos usan la camiseta argentina, sobre todo una no oficial que lleva atrás el nombre de Messi, al que más idolatran por haberlo visto en el Barcelona, el mejor equipo de Europa en la actualidad.

Tanta fiebre argentina hay en Europa en este momento que hasta los policías, masculinos y femeninos, se dejan poner la camiseta argentina y que les pinten las caras nuestros hinchas, así como posar para fotos. El público argentino e inclusive los barras bravas se portan bien y los alemanes están amabilísimos con ellos. El joven Fernando Méndez, hijo del titular de la Unión Industrial Argentina, es el autor de las fotografías de estas páginas y fue testigo de otros dos hechos insólitos. Los tripulantes de un blindado policial alemán admitieron que le pusieran la Bandera Argentina al amenazante vehículo. Otro caso que observó Méndez: un policía alemán en el multitudinario festejo en Gelsenkirchen alrededor del camión de Quilmes, cerca del estadio del 6 a 0, le cambió a un hincha su gorra militar por una camiseta oficial de nuestro país. Si sucediera en la Argentina, Arslanian lo daba de baja porque le gusta. Pero Aníbal Fernández habría felicitado si uno en la Federal hubiera tenido un gesto así. El ministro del Interior tiene más calle y es futbolero. Arslanian hasta le hubiera cobrado el precio de la gorra ¿o no? Pero con tanto que hay para contar vamos a dedicar el grueso de estas charlas a Alemania, sobre todo en lo que no ven los cronistas deportivos.

  • Sergio Goycochea, el famoso ex arquero, se detuvo junto al micro del grupo de invitados de Volkswagen Argentina mientras se esperaba su reagrupamiento luego de casi una hora de histérico festejo en la cancha tras el 6 a 0 (el personal alemán debió pedir el desalojo con amabilidad) y siguió hasta la noche en el camión-bar de Quilmes, que es señal de aglomerarse de argentinos en todos los partidos. Dijo Goycochea serio: «En el Mundial 90 en Italia, con Diego Maradona, con sólo 5 goles en siete partidos llegamos a la final que perdimos con Alemania por aquel penal mal dado; ahora en dos partidos este estupendo equipo ya marcó 8. Fueron sólo 5 golcitos: uno a Rumania, uno a Brasil (el famoso de Caniggia con pase-endose de Maradona), uno a Italia y la eliminamos con el penal final que yo atajé -intuí dónde iba la pelota, no que me tiré a cualquier parte- y dos a Rusia. Aquí llevamos ocho y con los 6 goles de este partido hicimos ya más goles que en todo aquel Mundial». Allí los argentinos nos dimos cuenta de que estamos realmente ante un seleccionado excepcional. «Si no llegan a la final, si por la casualidad de un empate y eliminación a suerte por penales, la Argentina es eliminada de Alemania, el torneo perderá la mitad de la calidad de fútbol, que está en su seleccionado», dicen los alemanes y se hacen traducir para que entendamos bien su admiración. Mauricio Macri, otro permanente en los estadios alemanes, dijo en términos futboleros el mejor resumen de lo que piensan 40 millones de argentinos: «Pekerman nos rompió el culo a todos con Saviola». Efectivamente, es hoy el principal jugador argentino y nadie creía en él salvo el entrenador. En lo único en que perdió Pekerman es con Lucho González. Participó de los dos partidos, aunque poco, nunca lució y la hinchada se alegró con su lesión, seamos sinceros.

  • Alemania tiene orgullo de aprovechar el Mundial para mostrar su país. Es curioso en varios aspectos. Por ejemplo, repitieron varias veces en su televisión una filmación de Buenos Aires donde se muestran chicos en el aula de un colegio mirando los partidos del seleccionado argentino y festejando los goles. Tanto asombro por eso puede deberse a que en las fábricas no dejan ver la televisación de los partidos para no frenar la producción. En Volkswagen pueden admitir un cambiode turno pero no detenerse.También téngase en cuenta que trabajan 28,8 horas por semana, o sea no llegan a las seis horas por día. En el trabajo son severos pero no sólo porque trabajan poco tiempo.
    Son severos en no dejar sacar fotos en las plantas. Ni entrar con cámaras ni con teléfonos celulares, censuraron fotos y lo curioso es que la amabilidad está en los policías públicos, pero no en lo privado. Visitar la planta de VW en Wolfsburg es algo de lo que más agradó a nuestros empresarios, sobre todo a los de la UIA. Para el periodismo es curioso verla porque se trata de la planta automotriz cubierta más grande del mundo. Ocupa un espacio equivalente a Gibraltar y su parte cubierta serviría para hacer « cerrado» todo el principado de Mónaco. Tiene 75 kilómetros de vías férreas propias (la mitad de su producción de autos sale por tren) y 6.500 bicicletas para que sus empleados se desplacen adentro. Producen 3.000 autos por día; cuentan con 25 médicos y 75 enfermeras en prevención de accidentes (que son muy raros); dos prensas de troquelados -la más nueva tiene 3 años de antigüedad-, 140 plantas de estampado, y como joya tienen una prensa con 70 años de antigüedad y la única que funciona en el mundo. Cuando sellan con láser aíslan con vidrio para seguridad del personal.

  • Este gigante automotor -que tanto admiraron el numeroso grupo de la Unión Industrial y los dos periodistas, de Atlántida y de Ambito Financiero- emplea 50 mil personas en el lugar, 22 mil en producción y del total 18% son mujeres. Otra curiosidad son los trenes que vienen a llevarse autos: llegan cargados de carbón porque la planta VW también le produce la energía que consume todo el pueblo de Wolfsburg, de 128.000 habitantes. Otra curiosidad es que, aun supermoderna y prolija, la planta principal de VW tiene agujeros en chapas altas producidos por las bombas de los aliados que casi la demolieron en ataques aéreos porque desde 1938 -explican los propios libros que reparte al público la misma Volskwagen- la destinaron a producción bélica para la dictadura con trabajadores esclavos. Hoy día es fábrica de bienestar social, pero alguna vez fue planta para producir elementos bélicos de muerte, reconocen los directivos para separarse de aquel pasado de ignominia.

  • Cada estadio es un desfile de los más variados personajes argentinos. Además de los aquí citados y los del mundo del espectáculo se puede ver a Carlos Melconian, Fernando Marín, Daniel Vila (se vuelve tras las clasificaciones), el «Coti» Nosiglia, Eduardo Duhalde, Quique Wolff, todos los Maradona, José Luis Manzano, Fulvio Pagani con muchos kilos menos, Jorge Guinzburg, Daniel Grinbank, Roberto Giordano, y muchos otros. Los grandes ausentes son los de «La 12» de Boca, impedidos de viajar por tener procesos penales. Muy dispersos los hinchas de Boca, igual se puede ver camisetas del club, pero por lo antiguo (tienen leyendas como Quilmes o Fiat) son si dudas de argentinos residentes en Europa que han venido en cantidad para volver a sentir la patria, aunque sea por unos días. Los aislados de Boca ven con recelo a los «Borrachos del Tablón», los « barras» de River que en las terrazas externas de los estadios -aquí todos las tienen luego del control de acceso- se ponen la camiseta con la banda roja, pero es para agruparse. Cuando pasan a ocupar las escalinatas entre asientos (no los usan porque están entre ellos, dispersos) muchos de ellos (no todos) se ponen la de la Selección. Pero el comportamiento es ejemplar de todos hasta ahora, dentro y fuera de la cancha. Nadie sabe cómo el Tula logró entrar su inmenso bombo que casi deja sordo al empresario Javier Tizado y su hijo que tenían puesta la camaiseta de Chacarita, y banco en la fila del Tula con el bombo al lado. Hay otros bombos (por lo menos tres gigantes y unos 20 menores) pero algunos vinieron en autos de argentinos en Europa.

  • Fernando Marín, ex presidente de Racing, se lamenta -como debe lamentarse Néstor Kirchner- que en ese histórico 6 a 0 y en ese gol histórico del taquito de Crespo y definición impecable de Cambiasso, que tanto se repite y se repetirá por años por lo hermoso el seleccionado argentino haya tenido que jugar, por similitud de colores con la de Serbia y Montenegro, con la camiseta «muletto». Marín hace mucho que no se alegra tanto con una camiseta «blanquiceleste» que le llegue al corazón.
    El ex procurador Nicolás Becerra es otro infaltable en estos estadios de euforia. También varios jueces argentinos. Constancio Vigil (h), de Atlántida, ve fútbol y lo practica (lo hizo en el estadio de Wolfsburgo) donde jugaba Andrés D'Alessandro (ahora pasó al fútbol español) en los partidos entre invitados de Volkswagen. Y luego está un heterogéneo grupo de invitados de Volkswagen que con 120 invitados debe ser la primeraminoría. Se juntan en la cancha porque muchos van en auto aunque disponen de 3 micros. Hay concesionarios en la Argentina de Volkswagen, que son los más numerosos. Luego otros como Adrián Kaufmann Brea de Arcor, Javier Tizado, Claudio Cesario, Carlos Tramutola. Está la UIA representada por su presidente Héctor Méndez, el grupo que ahora se llama «Los que no queremos tipo de cambio fijo» y que buscan rehabilitar aquel desarrollismo de Frondizi. Allí están José Mendiguren; Héctor Massuh; Luis María Betnaza, de Techint; Rodolfo Achille, de AFAC (autopartistas), Juan Marshall de ACI; Miguel Acevedo, de la aceitera General Deheza; Federico Nicholson, de Ledesma; Roberto Arano, de Azucarera Argentina; Horacio Martínez (industria naviera); Oscar Vignart, de Dow Chemical; Fernando Rodríguez Canedo, de ADEFA, y muchos más, sumados a no menos de 20 o 28 hijos. Además está el grupo artístico, con Jorge Rama y Susana Giménez. Un aparte es el representante del gobierno, Sergio Grillo, de la Secretaría de Ceremonial.

  • Por último en el grupo Volkswagen está un confuso manojo de «hombres de prensa» al cual los organizadores no le prestan mucha atención y algo de razón tienen porque hay poco periodismo profesional. Está Jorge Rendo de «Clarín» y esposa. Hugo Gambini, también con señora. Carlos Reymundo Roberts de «La Nación» (y esposa). Los hombres de «Telefé» sólo usan las entradas en partidos. Constancio Vigil es más activo: ordena fotos, visita instalaciones de Volkswagen, dirige para «Gente» y solicita misteriosas entradas extras. Luego quedamos los de Ambito Financiero, que escribimos. Es estupendo para escribir porque Ronnie Frost -director de relaciones institucionales y externas de Volkswagen- fue tan cuidadoso que hasta hizo que le comentaran los partidos y las vísperas a los invitados, hasta con expertos como Quique Wolff -nada menos- y Goycochea acerca las ideas de su amigo Diego Maradona. ¡Qué tal!

  • La gente de Volkswagen es muy eficiente en reservas de aviones, autos alquilados, pero apenas voluntariosos para con la prensa, pero es comprensible porque temen mucho lo que pueden decir los periodistas que escriben. Este grupo de colaboradores es de la Argentina, de viajes de VW, que encabeza Eduardo Bensousan y sus gentiles y sufridas colaboradoras Mariana y Valeria, más Gustavo y Palacio. En tan nutrido grupo de invitados debió incluir Frost a tres o cuatro periodistas no deportivos, con olfato actualizado de redacción, como podrían ser Sergio Dattilo, Marcelo Bonelli u Horacio Alonso entre otros que saben de fútbol y sobre todo del mundo empresario. Porque los diálogos y el humor son constantes. Mendiguren no quiere que lo llamen «devaluación» pero Massuh asegura que está estudiando en secreto durante su permanencia aquí para ver el Mundial precisamente la devaluación del euro... Massuh en torneos de truco en el hotel logró salvar el billete firmado (significa sólo honor porque es de u$s 1) agónicamente: salió empatado pero tuvo que cambiar de pareja y sustituyó a su hijo por Héctor Méndez para lograr la igualdad. Tizado habla de enormes columnas de acero con tres palas en lo alto moviéndose. Un país tan avanzado aprovecha la energía eólica aunque sea con modernos molinos de viento.

  • En tanto, en la Argentina no todo es fútbol. La vida interna del peronismo parece, tímidamente, descongelarse con la aparición de Roberto Lavagna. O al menos es la excusa que ponen quienes, a medida que se avanza en el proceso electoral, muestran más autonomía que hace un par de meses. Fue la sensación que dejó el senador Jorge Capitanich el miércoles pasado, durante su presentación ante los invitados a uno de los habituales desayunos de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Muy variada concurrencia, además de numerosa. Por empezar, dos « patriarcas» de la economía y el empresariado, como Roberto Alemann y Julio Werthein. Políticos de varias especies: de Teresa González Fernández y Carlos Brown a Ana Kessler, de Juan José Manny Lalor a Osvaldo Papaleo, Miguel Angel García Moreno y Duilio Brunello.
    Profesores (Mariano Caucino, Natalio Konstantinovsky) y diplomáticos, como Federico Bartfeld. El chaqueño Capitanich, que preside la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara alta, se manejó con habilidad, sobre todo ante las preguntas más escabrosas. Por ejemplo, cuando quisieron que explicara la discusión sobre los fondos de Santa Cruz que se depositaron en el exterior, contestó con un cauteloso «carezco de información». Claro, hay interlocutores frente a los que, a veces, resulta más difícil mantener la asepsia.
    Es el caso de Papaleo, quien se lanzó así: «Aquí hay cajismo, no hay menemismo ni duhaldismo ni kirchnerismo y si ustedes, del interior, no hacen valer el poder de las provincias, a los diputados y senadores los van a terminar eligiendo desde la Capital Federal». El invitado casi se atraganta con una medialuna pero logró superar el trance con que «la Constitución del 94 eliminó el Colegio Electoral y de ese modo se llegó a la situación actual, en la que hay más centralismo que nunca». Más audaz estuvo Capitanich al decir que «en materia de inflación, el programa del gobierno se concentra en quebrar expectativas, pero todavía no hay un plan de largo plazo para evitar ese problema». El senador escuchó también algunas quejas por el tratamiento que el gobierno le aplica a la cuestión militar, «provocando en los jóvenes sentimientos reivindicativos que se creían felizmente olvidados». Capitanich: « Reconozco que en la crisis de 2001, si hubo un intento de golpe, no vino de las Fuerzas Armadas, sino de la Corte». El senador no pudo evitar el autoelogio cuando le hicieron notar el desdén institucional que se registra hoy en muchos campos de la vida pública: «Creo que hace falta una oposición más fuerte y articulada, y también un juego institucional más dinámico. Yo recuerdo que jamás dejé de ir al Congreso a dar el informe que manda la Constitución como jefe de Gabinete».

  • De un mosaico tan variado de participantes se pudieron escuchar anécdotas, interpretaciones y datos muy diversos. Fue lo que sucedió una vez terminada la reunión, mientras el diálogo se prolongaba en un café. Tratándose de una universidad, llamó la atención, por ejemplo, que para explicar la relación actual entre el PJ y Kirchner se citara un nuevo aforismo de Luis Barrionuevo. El sindicalista suele decir en estos días que «hace un año, yo para Olivos cotizaba en pesos; cuando quisieron hacer la plaza, comencé a cotizar en dólares, pero ahora ya cotizo directamente en euros, gracias a que apareció Lavagna». A propósito del ex ministro, uno de los peronistas sentados a la mesa explicó: «Todo el mundo desmiente que haya recibido un aval del gobierno de Estados Unidos para postularse. Todos menos Kirchner. El cree que puede haber algo de eso y, en vez de obligarse a corregir algunas cosas, apuesta el doble. Tal vez si no fuera porque Lavagna habló de «la patota venezolana» él no habría ordenado votar por la incorporación de Venezuela al Consejo de Seguridad de la ONU, en contra de Guatemala».
    Paradoja que sugirió esa mañana un académico en la UCES: «Lavagna todavía no registra peso en la balanza electoral y en el único lugar donde produjo un efecto es en el propio gobierno». Fue inevitable caer en el nombre de Julio De Vido. Se contó que regresó impresionado de Bolivia. Primero, por el frío que hace en el palacio de gobierno, donde escasea el gas. Después, por el ambiente que encontró allí: al parecer, Evo Morales, que es separado, invitó a vivir en un ala de la residencia al vicepresidente Alvaro García Linera, que es soltero. «Parece una especie de residencia universitaria el lugar, con dos hombres solos que, además, se levantan a las 4 de la mañana y ya están dando audiencias a las 5», le contó De Vido a uno de los «desayunadores» de esa mañana. Para que no todo sea política, Caucino, el dueño de casa, elogió la megamuestra de Ricardo Cinalli en el Museo Nacionalde Bellas Artes, con figurashumanas de gran dimensiónque traen el recuerdo de Miguel Angel y del manierismo. Cinalli, rosarino que se radicó en Londres hace 30 años, se ha convertido en una de las estrellas internacionales de la pintura «a fresco» (aunque ya no se usen las técnicas endiabladas que hicieron famoso a Miguel Angel). «A la Argentina viene bastante poco, a pesar de que está haciendo un trabajo en la casa de un millonario petrolero», contó uno de los economistas, entendido en obras de arte como buen inversor. «Sin embargo, es uno de los preferidos de Cristina Kirchner, que lo conoció en Londres y quedó fascinada con unos murales que realizó para la residencia del embajador.» Agregó el hombre de números, al parecer bien informado: «Me dijeron que (Federico) Mirré, el embajador actual, los mandó cubrir con telas o con muebles. O no sabe lo que le espera o es otro de los amigos de Lavagna y Bordón que ha comenzado a permitirse disidencias inesperadas hace un tiempo».

  • Lo que podría haber derivado en una especie de luto gastronómico terminó siendo un almuerzo desopilante: reunidos otra vez en el Círculo de Suboficiales de Gendarmería, los habitués de esa «mesa de los jueves» recordaron a su principal animador, Mario Granero, fallecido la semana anterior. Claro, las anécdotas alejaron cualquier melancolía, más allá del comienzo un poco lacrimógeno que le impuso Daniel Castruccio, que llevó un texto preparado. Alieto Guadagni -quien sigue representando a la Argentina en el Banco Mundial- introdujo a todos en recuerdos más realistas. Por ejemplo, contó que «cuando me tocó representar a Menem en Brasil 'el Gordo' viajó antes para preparar el terreno. Lo primero que hizo fue comprar vino para agasajar a los amigos en las comidas. Acumuló como 4.000 botellas. Pero como las adquirió con sus propios recursos, al poco tiempo se le acabó el sueldo. Le tuvimos que comprar las botellas y me pasé toda la gestión bebiendo ese vino, que nunca más tomé por el hartazgo». Otros diplomáticos, como Manuel Benítez o Jorge Hugo Herrera Vegas, recordaron aspectos de la vida de esa especie de «peronista promedio» que fue Granero, como los sobres que le llegaban desde Madrid, rigurosamente remitidos por Jorge Antonio, como contó Félix Borgonovo.
    Pero el que se destacó por el humor y el buen relato fue Carlos Grosso: «Al 'Gordo' lo recuerdo de aquel viernes en que cayó Rodríguez Saá. Estaba la Casa Rosada rodeada de los chicos de Quebracho o de la SIDE, uno nunca sabe, y ya habían traspasado las puertas de la calle Balcarce. Golpeaban contra los portones con un ruido ensordecedor. Plum, plum. Casi no había luz, estábamos dos o tres solos, no sé desde qué sombras apareció el 'Gordo' Granero con Marianito Mera Figueroa. 'Carlitos, ¿qué hacés acá? Con toda tu historia, ¿vas a morir de esta manera?'. Yo no había reaccionado pero ellos me sacaron por la puerta de atrás de la Rosada, me metieron en un auto y el 'Gordo' me tapó con su saco. Cuando llegamos a Paseo Colón e Independencia me quitó el saco y se bajó del auto: 'Me vuelvo -dijo-, no me quiero perder cómo sigue el despelote». Tal vez más simpática, por lo hiperrealista, fue la otra anécdota que contó Grosso en esa mesa: «El día del funeral, Susana, la mujer de Mario, mientras todos lo estábamos homenajeando, me tomó fuerte la mano y me dijo: 'El Gordo fue un gran hijo de puta...'. Yo me quedé helado pero por suerte ella siguió: «... pero si todo el tiempo que nos restó fue para conseguir todo este cariño, toda esta admiración, me siento orgullosa de él». Casi todos los integrantes de la mesa también se sintieron absueltos con esas palabras: ¿quién es el político que no condenó a su familia en tributo a una vocación siempre obsesiva? Grosso hizo su homenaje y se fue.

  • Cuando terminaron las evocaciones, hubo otras anécdotas, ya no referidas a Granero sino al propio ex intendente y a otro «Gordo», Jorge Cyterszpieler. Un memorioso comentó que, para su jura, Cyterszpieler advirtió que los funcionarios no tenían ropa. «Entonces alquiló un camioncito y lo llenó de trajes que debió haber comprado por kilos. La noche anterior comenzó a visitar a los distintos secretarios y subsecretarios y les alquiló los trajes, que había que probarse arriba del camión, en la puerta de la casa de cada uno. La jura fue extrañísima: todos estaban con la misma 'pilcha', gris oscura con rayitas blancas, de una calidad que parecía lija. Claro, les sobraba o les faltaba por todos lados. Insólito.» Una pena que se fuera Grosso del lugar. Tal vez podría haber aclarado de qué se trató la reunión que mantuvieron en el reservado del Museo Renault hace pocos días Mauricio Macri, su socio Nicolás Caputo y el ministro de la Producción de la Ciudad, Enrique Rodríguez. Acaso hasta podría identificar también quién era el señor que entraba y salía con planos enrollados del encuentro. Como se sabe, el ex intendente Grosso cuenta con medio gabinete de amigos como para conocer esos movimientos en la comuna.
    De los recuerdos se pasó a la actualidad. Uno de los diplomáticos de la mesa contó las peripecias de la última reunión del episcopado con la cúpula de la CGT. Al parecer, Hugo Moyano estuvo muy amable, inclusive cuando aclaró que «yo los recibo con mucho gusto a pesar de que soy evangélico». Para monseñor Jorge Casaretto era una oportunidad especial: presidente de la Comisión de Pastoral Social, le había costado mucho reunirse con la central obrera oficial. Por eso temió por un final amargo cuando su colega Carmelo Giaquinta, ex obispo de Resistencia jubilado el año pasado, prodigó un largo párrafo sobre la violencia. «Y se los digo también a ustedes porque aún en el campo sindical han cambiado las costumbres. ¿A usted le parece digno, Moyano, esto de hacer paros tirando la basura en las calles?», le dijo el obispo al dueño de casa, mirándolo a los ojos. El camionero, cuyo hijo Pablo introdujo esas prácticas, se quedó sin palabras. Raro en él. De nada sirvió que, más tarde, le quisieran explicar que lo de su invitado había sido una distracción propia de alguien que ya está retirado. Mientras dejaban la sede de la calle Paraguay, uno de los presentes preguntó si alguien había escuchado la versión de un especial sobre Cristina Kirchner que se estaría preparando en «Canal 7», conducido por Rosario Lufrano. Nadie quiso certificar la ocurrencia. El único que lo podría haber hecho, Carlos Campolongo, ya se había marchado, tras los pasos de Grosso.

  • Vamos a terminar con un chiste escuchado en el quincho del club Macabi. Un rabino muere, y su joven viuda decide casarse de nuevo. Pero como vive en un pueblo chico, el único candidato soltero es el carnicero. Renuente, dado que había vivido con un hombre de letras, acepta. Después de la boda, el carnicero le dice a su flamante esposa:

    - Mi madre me enseñó que antes de encender las velas del shabbat es una mitzvá (precepto obligatorio) hacer el amor.

    La mujer acepta. Van a la sinagoga para dar la bienvenida al sábado, y al regreso el hombre dice:

    - Mi padre me enseñó que hacer el amor antes de bendecir el vino y el pan es una mitzvá que hay que cumplir...

    La mujer vuelve a acceder. Luego bendicen el vino y el pan, cenan y el hombre dice:

    - Mi abuelo me enseñó que la noche del sábado, antes de irse a dormir y a la mañana, antes de levantarse, es una mitzvá hacer el amor con tu esposa...

    La esposa acepta. El sábado a la tarde, el hombre dice:


    - Mi abuela me enseñó que no hay mejor manera de terminar el shabbat en paz con Dios que hacer el amor con tu amada...

    El domingo por la mañana, terminada la festividad semanal, la mujer va al mercado. Allí se encuentra con una amiga que le pregunta qué tal se lleva con su nuevo esposo. Y ella responde:

    - Mirá, no será un intelectual, ¡pero viene de una familia maravillosa!
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